Este artículo se publicó hace 17 años.
Más preocupados por una cañería que por Hamilton
En Tewin, pueblo del piloto inglés, se vive el Mundial con indiferencia
En Tewin, la vida adquiere otra dimensión. En este pequeño pueblo, escondido entre la angosta carretera que une Welwyn y Hertford, a una hora escasa de Londres, Lewis es todavía el hijo de Anthony Hamilton.
Una prueba más, y hay muchas, de que el progreso aún no ha contaminado la vida de sus habitantes. En el pueblo, sólo existe una cabina de teléfono. El cubículo rojo es el recurso de muchos vecinos para comunicarse con el resto del mundo ante la débil cobertura del móvil. Sus 720 habitantes se conocen por el nombre. "Cuando llega alguien nuevo para vivir, se tiene que presentar en la reunión que hacemos los jueves por la tarde (ayer se repitió la costumbre) para tomar té", reconoce Mary, la dueña de la única tienda.
En su establecimiento, apenas hay merchandaising de Hamilton a la venta. "Lo poco que tengo es más que nada por los curiosos que se acercan hasta aquí para intentar hacerle una foto. Como te puedes imaginar, para la gente del pueblo es un vecino más y no se van a comprar una camiseta con su nombre".
La tienda de Mary está situada en uno de los extremos del pequeño núcleo urbano de Tewin, a poco más de kilómetro y medio de la casa familiar de los Hamilton, en Orchard Road, Carretera del Huerto en castellano, una zona encajonada entre casas unifamiliares rodeadas de jardines, un pequeño polideportivo con canchas de tenis, junto a un campo de fútbol, y pequeños bosques que dejan atisbar un par de granjas que venden huevos y carne.
Problemas de agua y de ruido
Carretera abajo, cerca de la tienda de Mary, un grupo de diez vecinos se concentra alrededor de una zanja. Su airada conversación no trata sobre las opciones de su vecino de proclamarse campeón del mundo en Brasil. La preocupación de los habitantes de Tewin es una tubería de conducción de agua que está acarreando problemas de suministro en el último mes. "No sólo los Fórmula 1 tienen averías", bromea Henry antes de ponerse serio. "Esto es mucho más importante porque afecta a los cultivos y al ganado. Llevamos unas semanas arreglando la tubería, pero acaba rompiéndose de nuevo". El asunto será debatido mañana en el pub Rose&Crown antes de la semifinal del Mundial de rugby.
El otro punto del día será las medidas que adoptará el Ayuntamiento contra el excesivo ruido de los aviones de un aeródromo cercano. "Vamos a aprovechar la visita del parlamentario Olver Heald para pedirle que busque una solución porque es muy molesto", asevera James, antes de demostrar su escaso seguimiento de la competición: "Lewis está en China esta semana (desde el martes, está en casa); tiene que conducir".
Entre sus vecinos, no hay el más mínimo sonrojo ante este desconocimiento del calendario de la Fórmula 1. "La verdad es que no sé si estará en China o en su casa porque tampoco se deja ver mucho desde hace varios años. De niño, sí le veíamos jugando al fútbol en un campo que hay carretera arriba; pero desde que empezó más en serio con lo de los coches, no se le ve apenas", explica Nick, uno de los dueños del Rose&Crown. En su pub, no hay champán preparado para celebrar el título de Hamilton. La televisión de plasma donde se ven los acontecimientos deportivos -fútbol, snooker y rugby- está decorada con una bufanda de otro vecino, Thomas Moss, un jugador de rugby de Primera División inglesa que se deja caer a menudo por este local de ladrillo y madera. "Thomas pasa muchas tardes con nosotros. Es muy divertido. Sobre Lewis, a veces nos preguntamos si sigue viviendo aquí".
Partidarios de Alonso
Un par de chavales, enfundados en la sudadera de entrenamiento del Manchester United, le sacan de la duda. "Sí, sigue viviendo en la casa de siempre. Lo sabemos porque a veces hemos ido a esperarle delante de la puerta para hacernos una foto con él. Pero nos ha sido imposible. Nunca está en casa", explica un decepcionado David, quien a sus 12 años presume de estudiar en el centro The John Henry Newman, la escuela a la que acudió Hamilton y en la que aprendió kárate para defenderse de unos compañeros que se metían con él. "En clase sí que hablamos mucho de cómo va a quedar el Mundial. Yo quiero que gane Lewis, pero hay compañeros que prefieren que lo haga Alonso. No me voy a perder esa carrera por nada del mundo", asegura, antes de ir con su amigo Peter a darle patadas a un viejo balón.
La noche va cayendo en Tewin y las campanas de la iglesia reclutan a un pequeño grupo de mujeres para la misa de las siete. "¿Lewis? No conozco...", titubea Claudia al ser preguntada por su vecino. "Sí, el hijo de Anthony, que sale ahora tanto en los periódicos", le recuerda Margaret. "¿Es que ha hecho algo malo?", pregunta Claudia, una señora que ronda los 70 años atónita. "No, es que va a ganar no se qué campeonato. Me lo han dicho mis nietos, pero no me acuerdo", responde Margaret. "Rezaremos por él", responden antes de entrar en la Iglesia. El carácter religioso de la familia Hamilton no pasa desapercibido para Henry, un cuarentón que vive a apenas trescientos metros del domicilio de la familia del piloto. "Lewis siempre ha sido un modelo de conducta. En el colegio y en el pueblo. De hecho, a diferencia de otros grandes deportistas, a Lewis no le ha cambiado para nada la fama ni el dinero. Es un gran creyente y un buen hijo y hermano".
Henry asegura que Lewis realiza una vida casi monacal. "Los fines de semana que no tiene carrera se queda con su hermano viendo CSI (de las tres versiones, Lewis prefiere la de Miami) o jugando a la consola". Sin embargo, John sí que recuerda alguna noche loca de Lewis en el pub The White Horse. Allí, el piloto de McLaren trabajó a temporadas para ayudar a su padre en los gastos de los viajes cuando era todavía un piloto de karts. "Lo suyo por la Fórmula 1 era fijación. Le encantaba hablar de Senna, Schumacher, Mansell... Ojalá que pueda ser campeón del mundo, pero si no es así, sabe que aquí siempre puede volver a trabajar", bromea, antes de enseñar la minuta del pedido de Möet Chandon que ha ordenado para el próximo fin de semana. Son las ocho y la noche es cerrada en Tewin. El Mercedes de Lewis está aparcado en el porche de su casa. El vecino más famoso ya descansa.
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