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"Me decían que vaya mierda si no marcaba un gol al Madrid"

Borja Pérez, el jugador que protagonizó el humillante 'Alcorconazo' al Madrid hace cuatro años, cuenta cómo fue esa noche y su posterior aventura por Escocia y Tenerife

EDUARDO ORTEGA

Las crónicas de la época lo recuerdan como una humillación en toda regla. De las mayores vistas hasta entonces. Y a él casi como a un héroe. Han pasado ya 1.513 días desde que Borja Pérez (Madrid, 1982) tuviera uno de los mejores días de su vida. De la vida del Alcorcón. Y de los peores de la historia del Real Madrid.

'Mis amigos me decían: Si no metes un gol vaya mierda', confiesa entre risas. Las chanzas giraban en torno a que el delantero ya le había marcado a los blancos con anterioridad. 'Parecía que si no hacía un tanto era muy malo', se sonríe. Y no sólo metió uno; hizo un doblete que amargó para siempre la historia de los merengues. Y, de paso, hundió a un Pellegrini que ya no levantó cabeza ni para el presidente ni para la afición.

Inauguró el marcador, para sobresalto de todos, al cuarto de hora. Se fue a celebrarlo al córner donde se sentaban sus amigos y familiares, como para vacilar. 'Fue la foto de portada de muchos medios', dice orgulloso. Después de ése, vendría otro a los cinco minutos, de Arbeloa en propia puerta. Y otro más de Ernesto antes del descanso. Una goleada ya sonrojante. 'Sus caras lo decían todo; estaban como desbordados, incrédulos', advierte.

Probablemente muchos pensaron entonces que tras el descanso los merengues reaccionarían y sacaría su habitual casta. 'Nosotros en el vestuario nos decíamos: Madre mía, les hemos cabreado y nos van a meter ahora la del pulpo'. Pero la temida reacción no llegó. 'Yo creo que ellos ya ni se hablaban en el campo. Se miraban como diciendo: Que por favor acabe esto ya'. Lo que llegó fue el cuarto gol. El póker del Alcorcón. El segundo de Borja. 'Estallé en éxtasis, y eso que yo no suelo excederme mucho', rememora. 'Con el primero me quité un peso de encima; el cuarto ya ni me lo creía. Nadie podía inventarse un guión así'.

El Alcorconazo sacudió al Madrid y al fútbol en general. Pero el equipo de la localidad del sur de la capital se lo tomó con humildad, casi a cachondeo. No se lo acababan de creer en realidad. Se fueron de cena a celebrarlo y esperaron al partido de vuelta en el coliseo blanco. Para entonces, hacía días que la prensa madrileña había iniciado la habitual e intensa campaña de remontada. Los típicos lemas de Los partidos en el Bernabéu son muy largos. 'Y al final el 1-0 llegó en el minuto 83 y encima fue falta', intercede. No hubo remontada.

El Alcorcón acabó cayendo una eliminatoria después -en octavos- ante el Racing de Santander. Pero daba igual, ya habían hecho historia. Para culminar una temporada grandiosa, lograron ascender a Segunda División. Y después pelearon por llegar a Primera. Fueron unos años maravillosos. 'Son recuerdos preciosos, estoy orgulloso de esas temporadas'.

Su época en el conjunto madrileño finalizó el verano pasado. Entonces, dio un giro radical a su carrera y emigró a Escocia para jugar en Kilmarnock, a escasos kilómetros de Glasgow. 'Fue la mejor experiencia de mi vida', reconoce. La aventura prometía, ya que la Liga escocesa es muy diferente a la española. La cultura futbolística británica poco tiene que ver con la de aquí. 'Todo es distinto y al principio me costó un poco'. Allí el juego es muy físico. Sirva como ejemplo una breve anécdota que cuenta Borja: 'Un día me hicieron una entrada por detrás que era roja directa. Me salió el instinto de pedir la tarjeta al árbitro y me regañó todo el mundo: el colegiado, el que me hizo la falta y el capitán de mi equipo. Allí no está bien visto protestar y el fútbol es una especie de rugby: si te dan un palo, a levantarte y a seguir corriendo'.

'Allí no está bien visto protestar y el fútbol es una especie de rugby: si te dan un palo, a levantarte y a seguir corriendo'

Pero no sólo el fútbol era distinto. La vida en general, la sociedad, y el clima y el idioma, está claro. Borja ya iba un poco con la lección aprendida y aprovechó para mejorar su inglés. A las 18,00 era costumbre que ya estuviera todo cerrado, por lo que tampoco salía especialmente. Además, la que ahora es su mujer se quedó allí embarazada de su hijo, así que tenía la excusa perfecta. Aún así, las pintas no faltaron. Ni con sus amigos de Glasgow ni con los compañeros del equipo.

Este verano cambió el frío escocés por el estupendo clima canario. Las lluvias por el sol. Kilmarnock por Tenerife. 'Un equipo espectacular, con una afición tremenda', asegura. El equipo, pese al comienzo irregular en Segunda, enderezó el rumbo con ocho encuentros sin perder. Hasta que cayeron en la última jornada ante el Córdoba. Una pequeña caída que no le impedirá a Borja disfrutar de las Navidades en su querida Madrid, a la que echa de menos. Allí donde tocó la gloria hace más de cuatro años. Mil quinientos trece días.

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