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El mejor Kun no es suficiente

Los engaños de Agüero ponen por delante dos veces al Atlético, pero su defensa reanima a tiempo al Almería

JOSÉ MIGUÉLEZ

 

El Almería nunca debió creerse al Kun. Porque nunca hay que fiarse del argentino cuando lleva cosido el balón al pie y merodea por el área. Pero mintió tan bien Agüero, parecía tan verdad lo que contaba, que sus rivales se lo tragaron. Antes de marcar el 0-1, para deshacerse de Alves, fingió que remataba. Antes del 1-2, para librarse de Carlos García y Bernardello, simuló un pase. Siempre hizo lo contrario de lo que amenazó con hacer. Y como el Almería jugó sin polígrafo, una y otra vez prosperaron sus engaños. Pero ni el mejor Kun fue suficiente para que el Atlético ganase de una vez en Almería. Los males de su defensa, la propensión de todo el Atlético a llevar el balón y el partido sobre el alambre, pesaron tanto como los aciertos de su descomunal delantero. Y por eso, la fiesta acabó en empate.

Al Almería tampoco le bastó con jugar mejor que su adversario

Al Almería tampoco le bastó con jugar mejor que su adversario, especialmente en el primer tiempo, para ganar. Sobre todo, porque en esa fase se dio de bruces con De Gea. Bajo el larguero los 90 minutos, sin alejarse diez centímetros más allá de esa línea de gol a la que ha decidido pegarse, el portero dijo que no y que no a unas cuantas maniobras colectivas del Almería que anudaron con insistencia a la siempre desconcertante defensa del Atlético. Especialmente inspirado estuvo en tres llegadas: en la primera, el meta clavó bien las piernas en el suelo ante un zurdazo de Crusat envenenado por Perea. En las otras, una volea ajustada a una escuadra de Crusat y un remate a bocajarro de Ulloa, el cancerbero trazó dos palomitas supersónicas.

Gracias a De Gea, en suma, el Atlético no encajó hasta el segundo tiempo un gol en cada visita del rival (el mal crónico que tiene desesperado a Quique). Y al calor de sus paradas, sus compañeros de la otra punta del campo se animaron a juntarse para encender el marcador. Forlán se puso esta vez el mono por encima de la camiseta del Peñarol y le quitó la pelota a Crusat. Tiago entendió que la creación del Atlético depende de lo que alumbre su luz y dibujó un pase picado exquisito que dejó solo al Kun (y era complicado, porque estaba muy cerca) ante Alves. Y Agüero remató la composición con un engaño digno de Messi: fingió que remataba con la derecha, dejó que Alves pasara de largo en su salidaa la desesperada y ajustó el gol con la izquierda ya a placer.

Pero contra la recuperación de De Gea conspiró un habitual de los disgustos defensivos, Perea, que se olvidó de un principio sagrado del fútbol sin el que los niños no pasan a la ESO, y despejó de cabeza hacia el centro, no hacia un costado, un envío templado de M'Bami. Del derechazo brutal con el que contestó Crusat, zurdo cerrado, ya no tuvo culpa el colombiano. Ni nadie. Le salió un balazo imparable.

Del empate salió sorprendentemente el mejor Atlético

Del empate salió sorprendentemente el mejor Atlético, aupado una y otra vez por las ganas de galones de Tiago y por las maravillas del Kun. Después de que Godín desviara al palo un regalo con aspecto seguro de gol (primero hizo que tiraba y recortó, luego hizo que tiraba y le cruzó por raso el balón a su compañero al segundo palo), Agüero se encargó personalmente de poner el 1-2 con otro embuste delicioso: aguantó frente al área a que pasara por su lado Ujfalusi a la carrera, tiró a los defensas a su derecha y se llevó el balón por la izquierda para perfilar el remate.

Dio igual, el Atlético, o su alocada defensa, volvió a dejar levantarse al Almería. Le ayudaron también a los andaluces la entrada de Ortiz y Goitom, a quienes los madrileños no supieron descifrar. Perea convirtió el área en una película de los hermanos Marx, contagió de disparate sus alrededores y De Gea regresó a su peor versión. Volvió un nuevo empate al marcador que ya nadie fue capaz de trastocar. Ni siquiera el Kun, que dejó el campo desolado. ¿Qué más tiene que hacer para ganar?

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