Este artículo se publicó hace 16 años.
Otro milagro de Casillas
El sondeo realizado entre los veinte directores deportivos de los clubes de Primera encumbra al meta madridista. Güiza, delantero del Mallorca, es el segundo más votado.
No es habitual que un portero sea señalado como el mejor jugador de un campeonato. Ese galardón suele estar reservado para los amos del gol o para los virgueros. El Balón de Oro, con vigencia desde 1956 y que señala al mejor jugador de Europa, sólo le fue concedido en 1963 al mítico Yavshin. La no concesión de ese prestigioso premio a otros porteros legendarios como Iríbar, Maier o Zoff, que alcanzaron la categoría de mitos y cobraron tanto o más protagonismo que los grandes jugadores de campo que les acompañaban , hablan de la ingratitud de la posición.
Hay que hacer muchas paradas imposibles para poder revertir esa tendencia histórica que reduce los reconocimientos individuales a la puntería y a la fantasía. La elección de Casillas como mejor jugador español de esta Liga por los veinte directores deportivos encuestados por Público responde a su abrumadora presencia. El Madrid campeón ha sido un
conjunto de explosiones individuales puntuales que mantuvieron al equipo arriba. Se dio la explosión de Ramos, la de Sneijder, la de Robinho, la de Guti, la de Raúl, la de Van Nistelrooy, la de Gago, la de Higuaín...
Sin embargo, la explosión de Casillas ha sido permanente desde que se inició el campeonato.
Casillas y pegadaNo ha habido análisis sobre las virtudes que han hecho campeón al equipo de Schuster que no incluya a Casillas como elemento fundamental. El más simplista, generalizado y aceptado por todo el planeta fútbol responde a dos palabras: Casillas y pegada.
En la retina han quedado partidos como el de Getafe, en el que le remataron más de 20 veces, el de San Mamés o el del Zaragoza en el Bernabéu. Ese día, reventó la intrínseca soledad del portero cuando su nombre fue coreado. Un hito, porque casi siempre al portero le toca aquello que escribió El Divino Zamora: Te han metido un gol y sorprendes a tus defensas, que no te dicen nada, no se meten contigo, pero ves la cara de tristeza, la cara de enfado, la cara de desesperación y estás perdiendo por ese gol. Y en esas ocasiones te gustaría ser un topo, meterte por debajo de la hierba y marcharte a casa sin que nadie te viera.
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