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La estrella baja al barro

Morientes, ganador de tres Copas de Europa con el Madrid y también exjugador del Liverpool, vive su primera experiencia seria como entrenador con el Fuenlabrada de Segunda B. Y también una lección de vida: “Desde que empecé con 17 años, todo fue muy rápido. En la élite muchas cosas te las dan hechas; aquí hay que trabajarlo mucho"

Fernando Morientes (39), en el estadio Fernando Torres de Fuenlabrada.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

FUENLABRADA (MADRID).- Fernando Morientes es un hombre de grandes decisiones. Y tozudo. Acertado o equivocado, sigue siempre su instinto con todas las consecuencias. Y se podría decir que en buena manera ha atinado. Por ejemplo: cuando era muy joven, quiso hacerse un tatuaje en el el bíceps. El típico tribal que rodea el brazo a modo de brazalete, como el que porta Luis Enrique. Sin embargo, frenó su ímpetu de juventud y el dibujo acabó en su tobillo derecho, que hoy luce a medias, tapado en parte por un calcetín. “Es que tener un tatuaje ahí cuando cumpliera cuarenta o cincuenta años… Se me iluminó la cara”, carcajea. El único que luce tiene una explicación, pero no es para todos los públicos.

La última gran decisión llegó a comienzos de este verano, cuando, para sorpresa de muchos, escogió al Fuenlabrada de Segunda División B para su primera experiencia seria como entrenador desde que colgó las botas con el Olympique de Marsella en 2010. Con 39 años, hubiera sido precoz en otra época, pero hoy en día los jugadores saltan cada vez antes la barrera entre el césped y el banquillo. Guardiola, por ejemplo, cogió las riendas del Barça en 2008, con 37 años. Antes, Fernando pasó dos campañas en el Juvenil B del Real Madrid, con el que fue campeón y donde conoció a parte del que hoy es su equipo técnico en la ciudad del sur de la capital.

Sonríe pícaro Morientes (Cáceres, 1976) con la anécdota del tatuaje. Se le recuerdan pocos momentos o imágenes de ceño fruncido. En las distancias cortas, con su deje manchego y extremeño a partes casi iguales, es agradable y simpático como pocos futbolistas que lo han ganado todo. Pero hoy, un jueves de finales de agosto, el Moro no está teniendo su mejor día.

Llega temprano, sobre las nueve horas, al estadio Fernando Torres con su Porsche Panamera GTS negro. Pasada una hora, mientras los jugadores realizan ejercicios en el gimnasio y en el suelo, al lado del césped, aparece el exfutbolista del Madrid sobre el verde vestido de corto. Camiseta blanca y pantalón negro. El sol aprieta, quema. Da pequeños rodeos a lo lejos con la cabeza gacha, negando y pareciendo mascullar algo. Su segundo entrenador, Beñat Labaien, se le acerca. Tiene sólo 27 años y apenas contaba diez cuando su jefe ganó su primera Copa de Europa con el Real Madrid. Comparten confidencias y a Fernando se le oye, con semblante serio: “Está demasiado mojado; si lo tocamos, lo reventamos”.

Fernando Morientes llega temprano al estadio del Fuenlabrada.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Fernando Morientes llega temprano al estadio del Fuenlabrada.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Se refiere al césped del estadio donde el equipo suele practicar una vez a la semana y juega sus partidos de Liga. No está acostumbrado el Moro a estas vicisitudes. Como jugador, entrenó y compitió en algunos de los mejores estadios del mundo. En el Bernabéu, en Anfield o en el Vélodrome. Y ahora tiene que visitar Portugalete, Socuéllamos, La Roda y otros campos de la Segunda B de España. “Desde que empecé con 17 años, la verdad es que todo fue muy rápido. Lo tuve todo muy fácil, también porque yo me lo gané, ya que hubo mucho trabajo y sacrificio por mi parte. Pero sí, me fue muy bien. Afortunadamente no tuve ninguna lesión, no tuve que jugar en Tercera, ni en Segunda B, ni en Segunda. Siempre he conocido los equipos de élite”, reconoce.

Una lección de vida para un hombre que, con 39 años, sólo ha probado las mieles de un deporte cruel que deja muchos sueños de infancia tirados por el camino. Pocos llegan a su última meta. “Creo que es muy bueno conocer la realidad del otro fútbol y ver dónde empieza todo. Para mí es una experiencia muy enriquecedora venir aquí, conocer los campos, las aficiones, cómo se maneja un club, las dificultades económicas y materiales… Muchas de esas cosas no suceden en la élite, te lo dan hecho. Aquí hay que trabajarlo y en muchas ocasiones no tienes la misma recompensa económica. Los chicos tienen un sueldo como puede tener un trabajador normal. La gente viene a trabajar y a ganarse el pan”.

El tapete del Fernando Torres sigue centrando la desafiante mirada del cacereño. No se lo explica. “No hay entrenamiento”, les dice con voz grave a sus ayudantes, que comienzan a retirar las mini porterías que ya había colocadas por todo el césped para la práctica de la jornada. “Que lo rieguen antes de entrenar, ¡pero que no lo encharquen!”, le comenta en tono alto a un empleado del club. Los jugadores, que parecen ajenos a toda la polémica, continúan con varios ejercicios en el suelo. La plantilla es joven; la media de edad ronda los 25 años. Y eso se nota en la música que suena en los vestuarios y en el gimnasio: reggaeton, como Propuesta indecente de Romeo Santos, sólo interrumpido por algún tema de Estopa.

Fernando Morientes camina cabizbajo tras suspender el entrenamiento.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Fernando Morientes camina cabizbajo tras suspender el entrenamiento.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Los jugadores son los primeros ilusionados por la llegada del Moro, pero ya se han recuperado de la incredulidad inicial. “No es normal que alguien como él venga aquí. Pero es una persona muy normal, muy cercano en el trato”, admite Borja Díaz, de 24 años, una de las perlas del equipo. “No se puede pedir mucho más que traer a alguien con las campanillas de Fernando. Tenemos que disfrutar del tiempo que esté aquí, que espero que sea poco, porque será señal de que le van bien las cosas y de que triunfa”, asegura Sergio Pachón, el más veterano con 38 años.

Son los únicos del conjunto nacidos y criados en la ciudad del sur de Madrid. Pachón, exjugador de equipos como el Getafe o el Valladolid, incluso se ha enfrentado al delantero cacereño en varias ocasiones. Ahora es su jefe, comparten vestuario y amistad desde hace años. Su explicación sobre el aterrizaje de Morientes en la urbe del cinturón rojo madrileño es sencilla: “Todo el que quiere ser entrenador tiene que empezar desde abajo. Muy pocos se sacan el carnet y enseguida están en Primera. Él ha optado por la formación, por conocer los vestuarios desde lo más abajo posible. Y es una opción muy digna. Se quiere ganar el respeto como entrenador a base de trabajo, no por su nombre”.

El plantel del Fuenlabrada no es el único expectante con el fichaje del exdelantero del Liverpool. Los aficionados lo recibieron en masa y los abonos han aumentado casi un 300% en comparación con la pasada temporada. La nueva junta directiva ha logrado, además, que el club tenga un 55% más de patrocinadores, con llegadas llamativas para un Segunda B como Nike y otras aún por anunciar tal que una importante entidad bancaria y una destacada operadora de telecomunicaciones. De esa manera, han conseguido incrementar el presupuesto en un 30%, lo que sitúa al club entre los diez con más dinero de los veinte que forman el Grupo II de Segunda B. El director deportivo, Paco Ors, también admite que Fernando les ha dado “un plus aparte del aspecto deportivo”. “Y no le ha importado venir pese a que tendría otras ofertas más interesantes. Está aquí con muchas ganas e ilusión”.

Fernando Morientes jugó siete temporadas en el Madrid, en el que ganó tres Copas de Europa.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Fernando Morientes jugó siete temporadas en el Madrid, en el que ganó tres Copas de Europa.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

El efecto llamada por la llegada de Morientes es evidente y se nota también en las reformas que se están llevando a cabo en el pequeño estadio, que dispone de una única grada lateral y dos diminutas gradas supletorias detrás de ambas porterías, que dan cabida a unas 1.400 personas. El Moro tiene ahora que cumplir con las expectativas levantadas. Nada sencillo en una división muy física y competida. Cada punto es una guerra y el Fuenlabrada, tras ganar su último choque al Guadalajara, está entre los primeros después de tres jornadas disputadas.

De entre sus grandes y tozudas decisiones, el camino que probablemente más le haya costado tomar es el de la retirada. Con 34 años, cuando muchos aún siguen jugando en la élite o marchan a ligas de menos exigencia para seguir llenando la cartera. Al Moro le llamaron de Qatar, EEUU o Turquía, pero sólo una oferta de Chile le hizo recapacitar su decisión de dejarlo todo. “Siempre fui de los que pensé que, si me había llegado el momento, lo dejaría. No alargaría mi carrera ni me arrastraría. En Marsella vi que se acabó el fútbol y, sobre todo, la ilusión. No había por qué alargar más el sufrimiento. Me iba con la cabeza muy alta. Y yo soy muy tozudo. Muchas veces me equivoco, pero cuando pienso que algo hay que hacerlo, se tiene que hacer y ya. Yo creí que ese era el final y ahí lo dejé”.

Tampoco era el fin del mundo. Atrás quedaba una carrera exitosa, con muchos títulos en su haber y suficiente dinero amasado. En el recuerdo, por encima de muchos hitos, uno:

-Si le digo el partido con el Madrid en el que metió…

-Sí, sí… [corta la pregunta con una risueña carcajada]

-…¿cuántos fueron? ¿Cuatro o cinco?

-Metí cinco, cuatro de ellos de cabeza. Meter el sexto desde luego que hubiera sido anormal. Pero a mí ya me parecía anormal hacer cinco.

-¿Recuerda contra qué equipo fue?

-Sí claro, Las Palmas. Cuando entré en el vestuario después del partido, yo sabía que ese momento iba a ser recordado durante toda mi vida. Lo primero que hice fue pedir el vídeo. ¡Es que en ese momento había vídeos! Lo tengo en casa ¡visto y revisto! [risas]. Y todo el mundo que llega a casa pregunta: ‘Oye, ¿tienes el vídeo aquel de…?’ [risas].

Los jugadores del Fuenlabrada se ejercitan durante el entrenamiento.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Los jugadores del Fuenlabrada se ejercitan durante el entrenamiento.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Siete temporadas como merengue en las que llegó a sentar a Suker, compartió delantera con Raúl, vivió las locuras de Anelka y el ostracismo con la llegada de Ronaldo. “En el Madrid es muy difícil ser delantero y ser cualquier tipo de jugador. El hecho de estar tantos años como yo estuve ya es un logro para cualquiera. Y más si eres español. Parece que lo que viene de fuera es lo que está de moda y a lo que se le tiene que dar más importancia y oportunidades”, critica.

Necesitado de cariño y de minutos en Concha Espina, marchó al Mónaco, con el que en una suerte de poética revancha amargó una Copa de Europa a su Madrid. Luego aterrizaría en el Liverpool de Rafa Benítez, siendo de los primeros grandes jugadores españoles en emigrar a una liga importante. Sin embargo, ni tres Champions ni jugar en dos de los colosos de la historia del balompié le hicieron más feliz que sus primeras patadas profesionales en el Albacete. “Era un fútbol de amigos, un fútbol juvenil. Tienes el sueño de poder llegar algún día, pero no lo ves como algo real. Piensas que eso sólo le pasa a unos cuantos afortunados y no confías en que vaya a llegar. Me tocó salir de casa con 15 años y viví en una pensión con amigos y compañeros. Fue una etapa muy bonita, que me hizo madurar mucho”.

Efectivamente, Fernando ya peina alguna cana en su media melena y luce madurez en sus discursos. Tiene una mujer y cuatro hijos a los que no ha dedicado suficiente tiempo en sus años de jugador y ahora trata de compensarlo. Pasa tiempo con ellos por las tardes y los fines de semana. Dedica también minutos a sus amigos y a sus pasiones deportivas menos públicas, como el running, el pádel o la bicicleta de montaña, sin llegar a tomárselo tan en serio como Luis Enrique. “No lo hago para competir ni para sufrir, sino para disfrutar. Ya sufrí bastante como futbolista. Es sólo una manera de quemar calorías para después poder consumirlas”, carcajea. “Lo que más he cambiado esta nueva época es a nivel personal. He madurado. Me veo con 27 o 28 años como un niño que está haciendo lo que le gusta, que es jugar al fútbol. Pero sin ninguna cosa extra; las 24 horas del día estaban dedicadas a estar lo mejor posible para competir”.

Tras abandonar el Madrid, Fernando Morientes pasó por Mónaco, Liverpool, Valencia y Olympique de Marsella.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Tras abandonar el Madrid, pasó por Mónaco, Liverpool, Valencia y Olympique de Marsella.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Se nota también esa madurez en su nueva faceta como técnico, a la que se lanzó tras un año de relax después de su retirada. “Antes de los treinta me daba la sensación de que esto no se acababa nunca. Eres joven y lo tienes todo, entre comillas. Tienes la profesión que has deseado durante muchísimo tiempo y todo va bien. Piensas que nunca va a llegar el final. Pero cuando se va acercando y ves que físicamente bajas tus capacidades, te das cuenta de que hay que hacer algo después del fútbol. Y en mi caso no podía ser otra cosa que no estuviera relacionado con el balón”.

Se juntó con una cuadrilla estupenda, con gente como Iván Helguera, Celades, Etxeberría, Javi Moreno o Salva y se sacó en 2011 el carnet de entrenador. Ahora, desde el otro lado de la barrera, entiende muchas de las charlas y broncas que le escupieron durante sus dos décadas como futbolista. Sabe cómo gestionar según qué marrones tirando de tranquilidad y de psicología. “Ese es uno de los aspectos en los que más he intentado evolucionar, leyendo y hablando con gente. Intento, sobre todo, usar mucho el sentido común, que hoy por hoy es complicado”. Y ha cogido pizcas de lo mejor de todos los técnicos que ha tenido. Metódicos como Benítez o Deschamps y los que saben gestionar el grupo, como Del Bosque. “He visto las cosas que me gustaban y las que no y ahora puedo aplicarlas en el vestuario, pero siempre con mi forma de ser. Hay que intentar ser uno mismo”.

Fernando Morientes sonríe durante la entrevista en el cesped del estadio Fernando Torres.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

Fernando Morientes sonríe durante la entrevista en el cesped del estadio Fernando Torres.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

No se achica, como su forma de ver el fútbol: “De ataque, de jugar en campo contrario, de presionar, de ser dominador y protagonista en los partidos. Luego, sin duda alguna, sé que me voy a tener que aclimatar a lo que tenga. No soy de los que se fijan en un equipo o en un entrenador y dicen: ‘Yo quiero jugar como éste y quiero ser como éste’”. No rehúye preguntas, ya versen sobre el Barça por el que estuvo a punto de fichar cuando el Madrid contrató a Ronaldo. “Por mí parte, sería difícil entrenarlo, pero por ellos también imagino que sería complicado”.

-¿Dónde se ve, entonces, en el futuro?

-No soy una persona que tenga retos a largo plazo. Soy muy de corto plazo, de vivir el momento. Esa es una de las cosas que he aprendido en el fútbol, que uno no puede plantearse retos ni a un año vista, porque esto cambia de la noche a la mañana para bien y para mal. Hay que vivir del momento. Esto es lo que quería y voy a disfrutarlo. Hay mucha gente que me pregunta: ‘Pero, ¿piensas en entrenar al…?’. Y no, no pienso en otra cosa que no sea en entrenar al Fuenlabrada".


"En entrenar al Real Madrid", completaría esa pregunta que se hace el Moro. De momento, como si ya estuviera en el club blanco, todos los ojos y la presión vuelven a estar sobre él, igual que hace una década en la selección española, el Madrid, el Liverpool o el Mónaco. Pero él no le incomoda lo más mínimo. “Sé que soy el que atrae las miradas y estoy encantado con ello”.

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