Este artículo se publicó hace 14 años.
"Perdimos con unos saltarines"
Corea del Norte apela a su gesta del 66, esta vez ante Brasil
Sandro Mazzola, el legendario goleador del Inter y de la selección italiana, no olvida la mayor humillación sufrida por el fútbol transalpino en un Mundial. El 19 de julio 1966 Italia saltó al estadio de Middlesborough con un elenco de estrellas, Albertosi, Fachetti, Rivera... y el propio Mazzola para medirse a una selección tan hermética y desconocida como a la que se enfrenta hoy Brasil.
"Estuvieron un año entero concentrados sólo para el Mundial, no sabíamos nada de ellos. Aún así, nunca pensamos que podíamos perder", recuerda Mazzola, que tiene grabada la imagen de once diminutos coreanos que cubrían todo el campo con su endiablada velocidad: "Eran muy pequeñitos, pero en los saltos de cabeza se ayudaban unos a otros. Apoyaban las manos sobre la espalda de un compañero y se elevaban mucho. Perdimos con unos saltarines".
"Eran bajitos y se apoyaban unos a otros para saltar", recuerda Mazzola
" La caída del imperio romano no fue nada comparado con esto", escribió el Northern Echo sobre aquel bombazo que puso Corea del Norte en los cuartos de final de aquel Mundial. "Salimos llorando del partido. Eran muy pequeñitos, pero no paraban de correr. En cuartos de final le iban ganado 3-0 a la Portugal de Eusebio, aunque luego perdieron 5-3. No tocaban bien el balón, pero estaban por todas partes", abunda Mazzola. Tres mil aficionados ingleses de la obrera y norteña Middlesborough acompañaron entusiasmados a la selección comunista al partido de cuartos.
La victoria ante Italia inspiró un documental, The game of their lives. En él se desmienten todos los mitos que produjo la victoria ante los italianos. Entre ellos, que el parecido físico lo habían aprovechado para cambiar jugadores en el descanso cuando estos aún no estaban permitidos. O que muchos de aquellos héroes sufrieron la represión del líder comunista Kim Il Sung.
"Otra vez como en 1966 la República de Corea del Norte logrará una gran victoria", reza el lema del autobús que en Johannesburgo traslada a la selección norcoreana desde su apartado Protea Hotel Midrand al campo de entrenamiento, en la desarrapada área de Tembisa . "Crecía con las imágenes de 1966", proclama orgulloso Jong Tae-Se, conocido como el Rooney norcoreano, que juega en Japón.
De los 23 integrantes de la selección, siete pertenecen a las fuerzas armadas norcoreanas. Poco más se conoce de ellos. Se han blindado a la curiosa prensa internacional. El Wall Street Journal publicó que habían contratado 200 chinos como aficionados. No se conoce tampoco la presencia de prensa del país en Suráfrica. Incluso la delegación norcoreana tuvo un enfrentamiento con la FIFA porque no aceptaba el entrenamiento público obligatorio.
Brasil se mide hoy a la hermética y comunista selección asiática
Kim Jong-Hum, el seleccionador, salió ayer envalentonado ante los medios: "En este deporte no siempre gana el mejor. Voy a salir a ganar". Si lo consigue, Dunga, apaleado ya por la prensa brasileña antes de que el balón eche a rodar por cerrar los entrenamientos, será fundido mediáticamente. Como aquella Italia del 66.
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