Este artículo se publicó hace 12 años.
Un Príncipe de Asturias trabaja de dependiente en el Decathlon
El atleta Fabián Roncero, que fue Príncipe de Asturias en 1997 y que tuvo el récord mundial de maratón en la mano, se adapta a la crisis con un contrato temporal: "Para comer, hay que trabajar"
Aún se recuerda la voz angustiosa de Gregorio Parra en TVE en los maratones de Rotterdam 98 y 99 cuando Fabián Roncero estuvo a punto de batir el récord del mundo, que entonces estaba en 2:06.50. Al final, hizo 2:07.23 y sólo los calambres le impidieron batir esa marca a un atleta genial e inolvidable como Fabián, al que se conocía como el 'keniata de Canillejas'. Corría como vivía, sin miedo al pánico ni a la tentación. Por eso desafió al mundo entero, incluso al gobierno de Haile Gebresselassie en aquellos 10.000 metros del Mundial de Edmonton 2001.
Entonces, Fabián acababa de ser el único europeo en bajar de la hora en medio maratón (59.52 en Berlín). Su representante, José Alonso Valero, recibía sustanciosas ofertas de los mejores maratones del mundo (Nueva York, Chicago...). Su propia biografía, en la que aparecía galardonado con el Premio Príncipe de Asturias tras el Mundial de Atenas de 1997, era algo más que una esperanza.
Logró, incluso, el bronce en el Europeo de cross 2002 corriendo descalzo, tras perder la zapatilla en plena prueba, cosas que, en realidad, sólo le sucedían a Fabián Roncero. Quizá el atleta más imprevisible que ha dado este país. Sus entrenamientos eran casi más duros que las competiciones, pero Roncero, capaz de entrenar 15 kilómetros a 2.50 cada 1.000 metros, tenía una ventaja: nunca se arrepentía de nada.
El propio Fabián siempre se ha reconocido como "un peligro" y tal vez ahora, que acaba de cumplir 42 años, lo siga siendo. Pero quizá por eso mismo un hombre como él sigue sin arrepentirse de nada. Ha sido un ídolo, se ha construido en su barrio un pabellón con su nombre e, incluso, se ha escrito una biografía de él, 'Media vida corriendo', que es como la Biblia para el corredor popular.
Sin embargo, resulta que ahora ese Fabián, que parece un mito viviente, es el mismo que trabaja como "dependiente raso" en un Decathlon de Santander, donde se trasladó a vivir hace seis meses. No le quedó otro remedio, porque "para comer, hay que trabajar". Y aunque sólo faltan dos días para que se le termine el contrato, que no le van a renovar, Roncero sigue sin angustiarse. "He hecho una entrevista con Fórum, otra tienda de deportes, y creo que trabajo no me va a faltar".
El caso es que se trata de una vida que nadie imaginaba para él hace ocho o diez años cuando era la gran alternativa española en la 'Edad de Oro del maratón'. Aun así, sigue siendo imposible captar una declaración pesimista de Fabián que vive en Santander junto a un verdadero paraíso como son las dunas de Liencres. "Necesitaba un cambio de aires en mi vida, no para conocerme, porque creo que me conozco bien. Pero siempre dije que había dos ciudades en las que quisiera vivir. Una era Gijón y otra Santander y realmente es un placer estar aquí. La gente dice que llueve todo el año, pero resulta que hoy, que ha llovido en media España, aquí han hecho 22 grados y un sol que no veas".
"Mi padre tenía una ferretería"No es infeliz Fabián ("al contrario, soy feliz"), que cumple un horario comercial en Decathlon como no podía imaginar hace seis meses. "Entonces hacía el programa Corre para Teledeporte, donde aprendí otro modo de vida, pero 'Divina Pastora', que era el principal patrocinador, se echó para atrás". Tuvo que buscar alternativas, "la gente debe trabajar", porque no puede vivir de las rentas.
"Siempre hay algún motivo para vivir. No creo en eso de la depresión. Al menos, no va conmigo" "Hice un patrimonio y es verdad que gané un buen dinero en el atletismo. Realicé unas inversiones, pero hay que esperar a otro tiempo para que ese dinero dé sus frutos". Así que volvió a lanzarse al océano como en sus inolvidables tiempos de atleta. De nuevo, sin miedo a la caída.
"Soy el mismo de siempre, la misma persona con la misma humildad, quizá porque nunca me separé de ella. Mi padre tenía una ferretería y desde los 14 a los 27 años viví en casa de mi abuela. Aprendí entonces que se puede ser feliz sin gastar dinero". Luego, vino su época dorada de atleta, en la que no había nada imposible para Fabián ni sus primaveras holandesas, pero jamás se deja invadir por esa terrible nostalgia.
Su caso, en realidad, fue extraño. Seguramente fueron las lesiones las que redujeron el mito de Roncero. De hecho, cuando se esperaba lo mejor de él, porque estaba en la mejor edad, vino lo peor. Pero eso le hizo más fuerte para el resto de su vida. "Cada época se vive como es. Yo viví esos años y los disfruté. Pero después la vida tiene su camino y no te puedes parar a pensar en lo que has sido o dejado de ser. De eso no se come", insiste Roncero, cuyo discurso es prácticamente una apología del optimismo.
"Siempre hay algún motivo para vivir. No creo en eso de la depresión. Al menos, no va conmigo, y mira que ahora lo estamos pasando mal. No hay más que ver la televisión, la crisis, los desahucio, el mero hecho de entender la televisión..., pero casi siempre tienes a alguien que te ayuda a combatir ese daño, sea la familia, sea un amigo, sea quien sea te puede ayudar a ser feliz".
"Yo no salí gracias a la Federación"No vale la pena insistir con Roncero. Aún es el atleta que más rápido ha corrido los 10 kilómetros y la media maratón en España. Quizá un hombre como él merecería vivir del atletismo toda la vida. Pero ante ese tipo de conversación, Fabián rápidamente encuentra soluciones. "Es algo que en España no se puede hacer. ¿No sería maravilloso tener un sueldo por educar o motivar a los niños en el atletismo? Pero nadie me lo ha ofrecido". El resultado quizá sea el mediocre nivel del atletismo actual que ayuda a Roncero a recordar sus orígenes.
"¿No sería maravilloso tener un sueldo por educar o motivar a los niños en el atletismo? Pero nadie me lo ha ofrecido""Yo no salí gracias a la Federación. Salí porque me apunté a un club. De lo contrario, es posible que no hubiera hecho atletismo en mi vida". El caso es que lo hizo y logró momentos memorables para él y para el país que jamás olvidará sus últimas zancadas en Rotterdam cuando lo tenía todo para batir el récord del mundo, que entonces estaba en 2:06.50.
Fue una época tan maravillosa que hoy cuesta imaginar a Fabián vendiendo zapatillas en el 'Decathlon'. Sin embargo, él es feliz así. "Hay gente que me conoce y otra que no". En cualquier caso, el recuerdo del mito no persigue a un hombre que siempre sabrá adaptarse a las leyes de la vida. Quizá porque lo aprendió de niño en la ferretería de su padre.
"En todos los trabajos hay que tragar". Pero, al menos, él ha encontrado en Decathlon y en Cantabria una vida que le gusta. "El trato con el público es agradecido". Y después, en sus horas libres, sigue corriendo y entrenando y todavía gana carreras en la geografía cántabra como en sus mejores tiempos.
Quizá porque los genios nunca mueren. Y Fabián Roncero Domínguez, 'el keniata de Canillejas', como decía la voz de Gregorio Parra en TVE, fue un genio. O un hombre que jamás rehuía la batalla.
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