Este artículo se publicó hace 16 años.
Raúl y compañía
El capitán volvió a ser el más decisivo en un título para el que el Madrid usó 23 futbolistas. Los milagros de Casillas, el toque de Guti y la locura letal de Robinho, también capitales
José Miguélez
Costará asignarle al título una alineación para memorizar. Aunque posiblemente en la cabeza del entrenador si la hubiera, las lesiones, azote constante de la plantilla durante todo el campeonato, no le permitieron patentarla. Las principales dudas llegaron en el centro del campo, donde Schuster fue dando tumbos de un lugar a otro a la caza de un cuarteto que le diera juego y recuperación en proporciones similares. Le costó encontrarlo.
Quizás por eso el título, también ayudado por la debilidad de los contendientes, fue más la suma de unas cuantas individualidades que desahogaron su importancia en momentos determinados que el triunfo de un colectivo cohesionado. Y a la cabeza de esos nombres propios, un par de peldaños por encima de Casillas, Robinho y Guti, muchos más por encima del resto, alguien que más que futbolista es una bandera y un ejemplo: Raúl. Por currículo es el que menos motivos tenía para mostrarse hambriento de gloria, para excitarse con el reto de ganar el título. Pero fue un año más el que con más ahínco y dignidad lo persiguió. Estuvo siempre. El curso 2007-08 llevará su nombre. Como tantos otros.
CasillasPARTIDOS: 35 (3.310 minutos) goles: -31 /amarillas: 3/ Roja: 0
Decisivo en la primera vuelta del campeonato. Paradas imposibles y actuaciones determinantes. El Bernabéu coreó su nombre por encima de cualquier otro jugador, goleadores incluidos. Aguantó sin recibir un tanto durante 575 minutos. Desesperó a los delanteros enemigos y fortaleció la confianza de sus compañeros. Se ganó que le llamen el mejor portero del mundo. Además, su naturalidad y buen talante generó simpatía incluso en las aficiones rivales. Aunque unos locos en San Mamés y Pamplona se lo hicieron pasar mal.
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El título lleva su nombre más que el de ningún otro. A su indesmayable carácter unió el plus de querer acudir a la Eurocopa. Dio mucho más del cien por cien para cambiar la obstinación de Luis y en el camino entregó otra copa a su equipo. Encontró en todos los partidos, hasta en los más descafeinados, un lugar de motivación. Jugó en su sitio, más cerca del área que en anteriores cursos, y volvió a su mejor versión. Gol, ganas y determinación. Entrega contagiosa. Un modelo.
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Los errores defensivos del Madrid le sorprendieron a menudo por el medio. No se vio afectado por sus fallos, pero los cometió en cadena. Midió mal en la anticipación y se dejó comer la espalda más de la cuenta. No fue un año de balón de oro. Al menos no había tratado de compensar sus agujeros con malos modos. Hasta ayer.
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Se ha ganado un peligroso cartel de leñero. Tres rojas y 16 amarillas hablan del futbolista más agresivo del equipo. Mejor lateral que central. Brilló más en la primera vuelta que en la segunda. Partidos raciales de continua ida y vuelta. Un todocampista. Tuvo influencia en todas las zonas del campo. Un derroche de facultades y un ganador. No se consiente a sí mismo competir con indiferencia.
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Encontró la confianza que se le había negado tantas veces. Su primer año de indiscutible. Los mejores ratos de fútbol del equipo pasaron por sus botas. Media docena de partidos majestuosos. El pase del campeón. Hizo mejor a cada uno de sus compañeros. Dimitió menos que otros años, pero no supo corregir su propensión a las protestas y las patadas a destiempo. Diez amarillas y una roja. Y un castigo por el medio de su entrenador que no quedó demasiado aclarado.
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Intrascendente. Futbolista sobrevalorado por cierto sector de la crítica, tuvo un papel menor en el título. Schuster acertó al rebajarle de imprescindible a recurso (le mató, eso sí, al colocarle de lateral derecho en Mallorca). Músculo y sacrificio en el sector del campo quereclama más talento. Soltó el codo más de la cuenta. La nariz del sevillista Crespo sabe de lo que hablamos.
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Lo peor del Madrid sobrevino cuando se lesionó. El futbolista más desequilibrante. Aprendió a regatear en zonas realmente dañinas para el adversario y agregó a sus florituras valor gol. Muchas de las más comprometidas victorias del Madrid llevaron su firma. Se las ingenió para abrir las defensas que el juego convencional no lograba. Schuster le perdió misteriosamente la fe a última hora. Tan festivo dentro del campo como fuera.
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Más ruido que nueces. Asomó por el inicio de temporada como el gran acierto de la política de fichajes del club. Poco a poco se fue diluyendo y hasta acabó en el banquillo. Cuando recuperó el puesto, se consolidó como futbolista de complemento. No para llevar los galones. Menos gol del que anunciaban sus disparos. Correcto.
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En la senda de Roberto Carlos (con el debido perdón), sus subidas generaron la misma cuota de problemas al rival que a su propio equipo. Discreto defensor, con especial torpeza para cerrar los centros que volaron desde el flanco contrario. Interesantes desbordes por su carril y envenenados centros posteriores.
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Importante mientras su físico le dejó. Asumió el encargo del gol con su destreza de costumbre. En los momentos más grises del equipo en la primera vuelta, sus goles, junto a las paradas de Casillas, pusieron la aritmética a favor de su equipo y en desacuerdo con los méritos. Discutible su elección de operarse por su cuenta. Dejó cojo al equipo en un momento delicado.
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Mejor compañero de Guti que Diarra. Sin tanta envergadura aportó equilibrio sin menospreciar el balón. Centrocampista sin complicaciones ni mucho recorrido. Pases cortos pero seguros.
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Cumplió con la máxima que empequeñece a los jugadores canteranos en su segundo año en la élite. Dejó alguna galopada con centro desde el fondo que recordó al del año pasado, pero en general más sombras que luces. Su patada a Aquino, lo más feo de la temporada.
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Ha jugado menos de lo que le habría convenido al Madrid. Solvente tanto de central como de lateral. Lo más firme del equipo en el último mes. Supo llamarle a las cosas por su nombre fuera del campo, lo que le generó algún problema innecesario. Oficio y seguridad.
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Buen central, pero muy frágil. En diciembre fue el empleado del mes. Inconmensurable en el partido del Camp Nou. Rápido, rocoso y de mejor trato de pelota de lo que insinúa su cuerpo. Difícil de desbordar, aunque regaló algún que otro despiste clamoroso. El precio que lleva colgado a la espalda le tortura. Su juego estuvo siempre por debajo del dinero que costó.
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Ninguneado al principio y poco aprovechado al final. Schuster acudió a él cuando decidió castigar a Guti y el brasileño tuvo su cuarto de hora de inspiración. Su gol en el Camp Nou fue su momento cumbre. Mereció jugar más, pero en compañía de Guti. El único centrocampista con llegada. Pero limitado en la elaboración.
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Poco resistente. Mucho mejor futbolista de lo que cuentan sus números esta campaña. Pasó la temporada en la enfermería. A veces por su carrocería de cristal, a veces por el aire criminal de sus marcadores (le costará olvidar a Quique Álvarez). No compensó el dinero invertido en su fichaje. Aunque su regate y su templanza al centrar tienen poco que reprochar. El problema es su propio cuerpo. Su gol de ayer.
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No tuvo la confianza de Schuster y tampoco la de sí mismo. Le ficharon para jugar de lateral, él se vendió como un extremo y el alemán le hizo actuar, a veces, de medio centro. Facultades sin mucha cabeza. Más apariencia, por zurda y por despliegue, que realidad.
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Otro de los que no contó con los guiños del entrenador, que aireó que no le gustaba desde el primer minuto. De pronto se cambió de peinado y el técnico, asfixiado por la lesión de Van Nistelrooy y la falta de gol, le abrió un hueco. Una facilidad fuera de lo común para fabricarse ocasiones y al mismo tiempo para malograrlas. Genera ansiedad. Marcó el gol del alirón.
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Profesional incluso en su decadencia. Más útil fuera del campo, como certera voz de la conciencia, que dentro. Cuando jugó lo hizo con exceso de revoluciones y falta de seguridad. Desbordable.
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La lesión le concedió una excusa. Pero mientras aguantó entero no dio muestras de estar a la altura del puesto. Demasiado rígido, sin cintura ni velocidad. Simplemente alto.
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Un misterio. Cuando al Madrid le faltó gol, resultaba incomprensible verle en el banco. Schuster le tachó de sus preferencias y no le aceptó ni como recurso. El alemán dio en el culo del argentino patadas que iban destinadas a sus superiores. Admirable su silenciosa resignación.
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Necesitaba partidos y Schuster no se los dio. Los que acuden a la Ciudad Deportiva no hablan demasiado bien de su entrega en los entrenamientos, pero tampoco tiene mucha defensa su infrautilización. Le prohibieron una cesión bajo la promesa de minutos y luego no se los concedieron.
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Prometedora pretemporada que no tuvo su reflejo durante la competición. Otro de los abandonados por su entrenador. Asistió a Higuaín en Pamplona en el tanto más celebrado de todo el año.
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