Este artículo se publicó hace 14 años.
El regreso del número 1
Rafa ha ganado los tres Masters de esta temporada en tierra y llega a la final sin ceder un set
El mundo del tenis tuvo que frotarse los ojos para asimilar la noticia del 31 de mayo de 2009: Nadal acababa de perder en Roland Garros sin tan siquiera llegar a los cuartos de final. Aquella tarde el balear no dijo nada de unos dolores que llevaban tiempo instalados en sus rodillas. Se limitó a felicitar a su rival, Soderling, y a comentar que su tenis no había sido del nivel necesario para ganar aquel partido.
Los días siguientes empezó a saberse el motivo de aquella derrota que nadie se había atrevido a vaticinar. Tendinitis en las rodillas y descanso obligatorio si no quería que la cosa fuese a mayores. El palo de quedarse sin el trono en su torneo se acrecentó poco después con otra novedad: tampoco podía defender Wimbledon.
Tres meses después, en Canadá, volvía a jugar. Ya no era número 1 y su nivel seguía mermado por las lesiones. Sus resultados hasta final de año (semifinales en Cincinnati, Pekín, París y el Abierto de Estados Unidos y final en Shanghai) hubiesen sido firmadas por cualquier tenista, pero a Nadal se le quedaban cortas. La rodilla molestaba y otras lesiones menores (especialmente una de abdominal que le impidió sacar bien en Nueva York) lastraban su juego.
Cuando terminó la Davis, en la que fue campeón con España, sus compañeros se fueron de vacaciones. Para él no había tiempo de descanso, necesitaba volver al trabajo y redescubrirse. A pesar de que el balear aseguraba haber vuelto por sus fueros, el año empezó con el mismo color que el año anterior: buenos resultados para la gente normal, insuficientes para un coloso.
Final en Doha, cuartos en Australia con lesión de rodilla incluida, aunque en esta ocasión sólo estuvo 15 días sin tocar la raqueta y semifinales en Indian Wells y Miami. Las alarmas sobre su rendimiento sonaban en todos los rincones, se hablaba incluso de que sus rodillas no le permitirían volver a su nivel y se señalaba al calendario y a su estilo de juego como motivos de su decadencia.
Entonces llegó la tierra. En una entrevista con este periódico antes de que empezase la arcilla el balear comentó que en su superficie las posibilidades "hubiesen sido distintas" y cuando llegó abril demostró que aquello era cierto. Montecarlo, Roma y Madrid. Tres torneos tres victorias, algo que nadie había hecho antes, ganar los tres Masters de tierra. En el tintero se quedó Barcelona, el Godó lastraba su preparación y Nadal debe cuidarse.
Llegó a París siendo favorito y se ha plantado en la final contra Soderling, su verdugo (15.00 h., La 1) sin perder un set. Todo parece ir sobre ruedas y está a sólo un partido de rubricar la mejor temporada de tierra de la historia, su quinto título en París y su séptimo Grand Slam. Siete, la cifra de colosos como McEnroe o Wilander. Una victoria que, además, le devolvería el número 1 que le arrebataron las lesiones. Paradójicamente aquellas dolencias pueden ayudarle a aumentar su distancia en el número 1 en los próximos meses: no tiene nada que defender.
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