Este artículo se publicó hace 17 años.
Robinho sigue de fiesta
El brasileño fue el único capaz de cambiar y ganar otro mal partido del Madrid de Schuster.
Enrique Marín
Que si entendimiento fisiológico; que si picos de potencia; que si desayunos y almuerzos en Valdebebas; que si peanas neurovasculares; que si rotaciones para dosificar el esfuerzo... ¿Quién entrena al Real Madrid? ¿Schuster o Di Salvo? Eso que dice el preparador físico italiano de objetivizar las decisiones me suena a coartada de Schuster para lavarse las manos, pues el alemán ha sido incapaz hasta la fecha de que su equipo juegue como él mismo decía que tenía que jugar y sólo lo saca a flote el talento individual como el que ayer racionó Guti, destapó Robinho y mantuvo Casillas.
El fútbol es un juego imprevisible. La dinámica de lo impensado, que dijo Dante Panzeri. De ahí que intentar hacerlo previsible es una osadía que atenta directamente sobre el juego. Menos pesas y más balón. Menos gimnasio y más táctica. Menor correr y más jugar. Menos hablar de intensidad y más de precisión. Mientras se prepare a los futbolistas como a los atletas, habrá excelentes atletas pero vulgares futbolistas. Es de Perogrullo.
Emergió el artista
En otro mal partido, pero seguro que maquillado por el resultado. Ante un rival muy limitado y que encima jugó con diez desde el minuto 12. El Madrid volvió a ganar al más puro estilo Capello. Y si lo hizo fue sobre todo gracias a un futbolista que no necesita hacer pesas, ni seguir dietas, ni desayunar en Valdebebas. Que se va de fiesta y pide cuarenta preservativos. Que disfruta haciendo bicicletas.
Sólo el virtuosismo de Robinho hizo posible que el Madrid doblegara a un Olympiacos que se condenó por no terminar de creerse que con diez también se puede ganar en el Bernabéu. La entrada de Gago por Diarra debía ser una buena noticia para el Madrid. Pero no lo fue. El argentino, desorientado desde que abandonó Boca, tenía una nueva oportunidad para reivindicar sus posibilidades, quizás menos de las que prometía, pero desde luego más de las que ha demostrado. La presencia de Guti y Sneijder a ambos lados más que ayudarle le neutraliza. Es una pena.
Regalos griegos
El Olympiacos, un equipito construido con retales de aquí y de allá, no tardó en demostrar su inutilidad. Le bastaron dos minutos. Un error garrafal de Antzas lo agradeció Van Nistelrooy para probar a Nikopolidis y el rechace el meta griego lo aprovechó Raúl para colocar el 1-0. Sin embargo, Salgado se unió al festival de despropósitos y facilitó el empate de Galletti, quien cumplió su promesa de marcar en el Bernabéu. Pero como el partido iba de regalos, Raúl Bravo y Torosidis aportaron los suyos. El primero rompiendo el fuera de juego y su compañero provocando su expulsión al agarrar a Van Nistelrooy al borde del área.
La excusa de jugar con uno menos condenó a Olympiacos, que exilió a Lua Lua y se limitó a defender su portería con dos líneas de cuatro tan juntas. El asedio del Madrid era más efectista que efectivo, pues de nada sirve la posesión sin movilidad y con pases previsibles. No hay nada más sencillo de defender, aunque al mismo tiempo se corre el riesgo de que, como acabó pasando, en cualquier momento una individualidad o un desajuste arruine tanto esfuerzo.
Schuster parece que empieza a ser consciente de los problemas de su equipo. Algo es algo. Tiene el diagnóstico y necesita el tratamiento. Un consejo: no le pregunte a Di Salvo, pues si la solución pasa por desayunar todos juntos en Valdebebas... ¡Robinho, deserta!
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