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Un seductor con cartel de sargento

Desde su llegada al Madrid, Mourinho vigila tanto lo deportivo como las relaciones públicas y centra la atención.

GONZALO CABEZA

No hay tiempo que perder. Antes de que empiece la acción, el campo de Valdebebas tiene todo ya dispuesto. 90 minutos después, los jugadores buscan la botella de agua. El cansancio reina, aunque no han estado más tiempo en el campo que con cualquier otro técnico. Lo físico y lo psicológico se confunden.

Mourinho les hace trabajar, sí, pero sobre todo es de su agrado que sus pupilos se vayan con la sensación de haberse exprimido al máximo. A pesar de la imagen que proyecta, nadie piensa que es un sargento. La dureza destaca menos que el diálogo.

Mourinho lleva a gala la etiqueta de The Special One, esa que le marca como único entre los entrenadores. La muestra en Madrid desde el 31 de mayo, día de su presentación. Algunos jugadores la mayoría aún estaban de vacaciones empezaron a conocerle el 16 de julio. Desde entonces y en poco más de un mes ha revolucionado el club. El técnico es el protagonista. Los fichajes, las estrellas o los directivos están por debajo de su figura.

Ha estudiado el club para conocer todos sus resortes y ya lo domina

Dos terrenos son la principal batalla de trabajo de Mourinho: el césped de Valdebebas y las relaciones públicas. A los campos de la ciudad deportiva llegó con el libreto muy marcado. Quiere que le recuerden como un obseso del balón, presente en todos los ejercicios. Incluso en los circuitos físicos, el portugués introduce la bola, aunque sólo sea para dar un pase o rematar. A diferencia de sus predecesores, no le importa ser observado. Antes sólo se veía el calentamiento, ahora abre algunas sesiones o deja ver los últimos minutos, en los que se juega un partidillo.

Para Mou el fútbol es control y lo predica desde los entrenamientos. Nunca camina solo. Una cohorte de ayudantes analiza junto a él todo lo que va pasando. Sus auxiliares corrigen a los jugadores, se meten en los ejercicios y van a recuperar los balones que se pierden en el horizonte. A la mayoría los conoce desde hace años y le basta con una mirada para saber lo que piensan. Con Karanka, el hombre que pidió al club para ayudarle, las cosas fueron diferentes al principio. Le trataba como un jugador más, le daba órdenes y le explicaba todo. Un mes después, el vasco se sabe la lección y conoce esa carpeta que acompaña al técnico y en la que se pueden ver un sinfín de ejercicios diseñados para no repetirse nunca.

En las sesiones alaba a sus discípulos. 'Muy bien, Sergio', grita cuando Canales se va de su par; 'fantástico, Sami', espeta a Khedira tras robar el esférico. No todo son lisonjas, también quiere que quede clara la filosofía de juego. 'Un toque, dos como mucho, tenéis que correr menos vosotros y más la pelota', reprende a la plantilla cuando ve que el juego se espesa.

Exige intensidad en el entrenamiento y todo gira en torno al balón

Más allá del césped, el trabajo sigue. El técnico da importancia a lo que ocurre a su alrededor . Quiere controlarlo todo. Los primeros días los pasó conociendo la casa, rebuscando en la cantera y analizando los resortes que mueven el club. Los empleados, como los jugadores, le veían como algo exótico y no necesariamente bueno. Mourinho tiene una leyenda de soberbia que se aminora en el trato personal. 'No es como parece desde fuera, tiene sentido del humor y el trato con él es sencillo', comentan los empleados que mantienen relación diaria con él.

También tiene en cuenta lo que sucede en la prensa. No le dan miedo los micrófonos, son un aliado para llenar el ambiente de mensajes. Utiliza el palo y la zanahoria. Reprende a los reporteros si lo cree oportuno, les reprocha preguntas, pero también les mima. Le gusta estar presente: da entrevistas, aparece días insospechados en la sala de prensa y se incorpora a los corrillos en los aviones si lo cree necesario. Todo es parte del trabajo. Por eso es The Special One.

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