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Como siempre, el Barça

Los azulgrana vuelven a demostrar su superioridad contra un Madrid digno pero insuficiente.

GONZALO CABEZA

La victoria del Barcelona es respetar el orden natural de las cosas. Ahora mismo lo normal es una victoria azulgrana por el simple hecho de que son mejores. Su régimen es fuerte, estable y no presenta ninguna fisura. Los rebeldes están invitados a intentar derrocarlos, pero tienen que saber de antemano que la empresa tiene muchas angustias y la casi segura derrota. El Madrid, su víctima favorita, lo volvió a sentir ayer en sus carnes en la final de Copa.

Los azulgrana son más altos, más fuertes y más rápidos. Puede fallar una pieza, incluso una que se supone crucial como es el caso de Navarro, pero las cosas terminan por salir. El escolta, que el sábado había matado la semifinal con su muñeca de seda, no apareció ayer por ninguna parte. Pero no importó que el jugador más valioso no se dejara ver porque la máquina funciona igual. Tampoco fue decisivo el esguince de tobillo de Ricky Rubio, otra de las joyas de la corona, que le mantuvo en el banquillo una buena parte del partido.El campeón no notó el mal día de Navarro, pues le sobran recursos

En su lugar se lucieron otros, como Anderson, que llegó en diciembre para cubrir huecos y ayer salió de la final con 19 puntos y la defensa del Madrid desquiciada. Al principio, cuando todos aún estaban aterrizando, él se hizo con los mandos y volvió a ellos en el último cuarto para matar definitivamente la Copa. Fue, en buena lógica, elegido el mejor del encuentro.

Es preciso sumar a Sada entre los elogios. Es el base suplente y, quizá, el nombre de menos relumbrón del Barça pero, en ausencia de Ricky, demostró que el también puede destrozar a un rival. Siete puntos, seis asistencias, seis rebotes, tres recuperaciones. 20 de valoración estadística, el mejor del encuentro según los números de la ACB. El último se convirtió en primero.

Consecuencia de todo ello fue que el Barcelona consiguió revalidar el título, algo que parecía una maldición hasta ahora. Ese tipo de cosas se rompen cuando un equipo es tan superior como lo son ahora los azulgrana que, además, ayer igualaron a los blancos en el historial. El cambio de guardia en el baloncesto español es casi completo.

Los blancos tienen futuro, pero el presente pertenece a su máximo rival

En cuanto al Madrid, las magulladuras de la derrota esconderán algunos signos positivos de la Copa y de la temporada. Aún no tienen opciones de competir con el Barcelona, pero ahora la distancia, que en los últimos cruces parecía abismal, se ha estrechado. Los mimbres son buenos, la línea también, pero Messina debe saber que en el Madrid no vale con eso, los títulos son también obligación.

Pueden soñar con el futuro, que no es poco teniendo en cuenta las muchas nubes que contemplan su presente. Tomic sostuvo ayer a su equipo durante la primera mitad y dejó soñar a sus aficionados con el empate a 30 al descanso. También pueden sonreír viendo a Carlos Suárez, la clave de que el Madrid se plantase en la final y un titán en el último partido. Aunque eso no es suficiente.

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