Este artículo se publicó hace 14 años.
Silva muestra su varita mágica
El Valencia rompe al Almería con dos buenos goles y un mejor juego de ataque
Dijo Juanma Lillo que el Valencia tenía un gran fondo de armario para suplir con garantías sus numerosas bajas. Del frontal de ese armario no dijo nada: no hacía falta. Lo de Villa, Silva y Mata salta a la vista. En un partido que se fue trabando, Silva tocó la varita mágica de su pierna izquierda para inventarse un pase que Mata culminó con su pierna derecha. Luego, cambió la varita por el látigo, rematando desde el suelo con no menos pericia y picardía.
Al equipo de Lillo se le vino encima el armario repleto de buenas perchas.El Valencia, más que fondo de armario, tiene un gran vestidor de ataque. Lo demostró nada más saltar al campo. En apenas cinco minutos, Silva, Villa y Pablo pudieron romper el partido, pero Diego Alves salvó a su equipo. Luego fue Mata quien marcó, pero su gol quedó anulado por fuera de juego. El polvorín que estalló en Bremen parecía guardar rescoldos. Hay munición de largo en el ataque.
El Almería de Lillo ni se inmutó ante la avalancha. Su entrenador apuesta por la filosofía de tocador, vengan bien o mal dadas. De modo que sus jugadores templaron gaitas cuando tocó currar en defensa y movieron el balón con rapidez cuando cruzaron el medio campo. Piatti tuvo incluso su oportunidad mediada la primera mitad porque la defensa valencianista, ayer orteguiana por lo circunstancial, flaquea incluso de natural: con Fernandes de improvisado central y el bisoño Lillo por la izquierda, la fragilidad se incrementa.
Y así fue, a base de toques y faltas, como los andaluces mostraron cierto peligro, sobre todo por la derecha de su ataque, donde al canterano Lillo le falló la medida en alguna entrada: el árbitro le perdonó la segunda amarilla. Emery se dio cuenta y lo sustituyó en el descanso.
Tras el enorme desgaste físico en Bremen, el Valencia salió con la intención de resolver pronto y nadar luego a favor de corriente para guardar la victoria. Pero no acertó su explosivo ataque y tocó sufrir. El encuentro quedó a merced de ambas orillas: la del mejor fondo almeriense o la del bien plantado armario valencianista, con su brillante vestidor atacante.
Lillo debió abroncar a sus jugadores en el vestuario. Con el mismo sistema, apeló a una mayor motivación. El Almería salió más puesto, buscó las ocasiones y obligó a César a ponerse el traje de héroe. Mestalla coreó su nombre. El Valencia debía economizar su gasolina. Y la economizó, porque tiene una delantera que saca chispas de cualquier jugada.
Silva, en estado de gracia, liquidó el partido con una jugada de prestidigitador. Cogió el balón, giró entre empujones y vio lo que sólo un mago puede ver: Mata recogió el guante y batió a Alves. Luego, esta vez más trompicado, recibió de Villa y remachó desde el suelo un balón de pícaro. El Valencia ganó sacando a relucir su vestidor de armario.
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