Este artículo se publicó hace 15 años.
Stoner, la otra tempestad
El australiano, que prefería no correr tras la suspensión por lluvia, firmó un monólogo incuestionable. Rossi no pudo evitar su huida y fue segundo. Lorenzo completó el podio
En la noche de los pasillos, de las reuniones espontáneas entre el bando de pilotos dispuesto a correr el lunes y los que preferían pasar página tras la tormenta, Casey Stoner se alió con esta última corriente. No fue una decisión fácil. Sin embargo, el australiano primó su carácter solidario con Nicky Hayden, su compañero de equipo, y con el resto de pilotos maltrechos tras los últimos retoques de ferretería quirúrgica, al rédito personal que tradicionalmente le supone pilotar en Losail.
Solucionado el debate, con una votación en la que los jefes de cada escudería prefirieron mantener el chiringuito un día más para regalarle a sus patrocinadores un par de horas más de televisión, Stoner volvió a mostrar ese discurso que ha acuñado durante el invierno. “El año pasado me faltó ser agresivo en las primeras carreras de temporada. Este año no me sucederá lo mismo”. Tras su timbre de voz inmadura, el anuncio encierra un propósito que preocupa al propio Rossi.
“Necesito a Jorge (Lorenzo) para intentar taponarle en las primeras vueltas y que Casey no se marche”. La petición previa de Il Dottore no se oficializó en la primera frenada. En el sitio previsto para Lorenzo, apareció Capirossi que, tras adelantar a Rossi y al mallorquín al final de recta, quiso pegarse al rebufo de Stoner. Pero el monólogo ya estaba en marcha.
Con los dos pilotos de Fiat Yamaha metiéndose la rueda en cada frenada y Capirossi sacando de rosca su puño de gas sin éxito, Stoner empezó a igualar los tiempos de su pole desde la tercera vuelta. Metódico en cada trazada y matemático en cada rebaja del cronómetro, Stoner empezó a manejar distancias en cuanto Rossi puso al resto a su estela. Allí donde las batallas, como la de Dovizioso y Lorenzo, intentaron aderezar una caza que nunca llegó a concretarse.
El reloj de CaseyCuando Il Dottore rebajó a menos de dos segundos su desventaja con Stoner, allá por el séptimo giro, en el que Pedrosa reivindicaba su esfuerzo con la sexta plaza, el australiano volvió a mostrarse aún más voraz. Una tacada de vueltas a 1:56 bajos acabaron con las dudas del comportamiento de sus Bridgestone, unas gomas que había mimado únicamente con tandas de ocho vueltas durante todo el fin de semana, y de las que el paddock sospechaba que estaban condenadas a disminuir sus prestaciones en el epílogo de la carrera.
Con el podio apostillado desde la soledad, porque Lorenzo hacía rato que había dejado el pique con Dovizioso, una situación que el mundial monogoma se jactaba de poder desbaratar, aparecían un sinfín de sensaciones.
Algunas bruscas, como las que padeció Pedrosa cuando Alex de Angelis tocó su carenado con el de la Honda del catalán. Un incidente que pudo ser accidente sin el juego de equilibrios de Pedrosa. Sin embargo, el choque descentró al catalán, que comenzó a perder posiciones en un goteo incesante que le situó undécimo.
En esa pérdida de caché, Pedrosa y Elías, noveno finalmente, revivieron antiguos duelos en los que se hizo evidente la merma física del piloto de Repsol. Una situación que se repetía cada vez que un piloto aparecía en el rebufo de Dani. Por más que tirase de esfuerzo, Pedrosa no podría sostener el diálogo en el segundo sector de Losail, donde aparecen curvas que simulan trazadas que se negocian en Jerez y Cheste. De Angelis, Vermeulen, Kallio, Elías y de Puniet robaron puntos a un Dani que, sin embargo, aumentó su crédito para la próxima cita en Japón, dentro de 15 días.
En el caso de Sete, su vuelta al Mundial le devolvió algo más que la sensación de volver a sentirse piloto. Los tres puntos que sumó en Qatar, el circuito donde se inició su relación poco amistosa con Rossi que se zanjó el pasado jueves, tienen margen de mejora.
Hasta entonces, la carrera de Qatar deja muchos interrogantes sobre su futuro nocturno y una realidad incuestionable: el liderato de Stoner. Por tercer año consecutivo, el desierto de Qatar soporta su tempestad. Y, esta, sin lluvia.
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