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Tino Costa sale al asalto del muro

El Valencia doblega la resistencia del Depor con la chispa del argentino y los goles de Mathieu y Pablo

SALVA TORRES

 

Tino Costa ejerció en la segunda parte de revulsivo para derribar el muro del Depor. A base de paciencia e insistencia, el Valencia culminó su dominio con un gol de Mathieu a pase del argentino, que aportó la chispa necesaria para ganar. Pablo redondeó el marcador al final. Las cosquillas de las que habló Lotina para poner en aprietos al Valencia no surtieron efecto: no estaba el Valencia para reírle las gracias a nadie.

El muro de Lotina, con tres centrales y las líneas muy juntas, sólo puede derribarse con taladros o mucha paciencia. El Valencia, con Aduriz amonestado y Soldado como único delantero nato, no tenía las brocas necesarias. Y se armó de paciencia. Manejó el partido, lo abrió de banda a banda, merced a la insistencia de Pablo y Vicente, con Mata cayendo a uno y otro lado, y acorraló al Depor, encantado en su castillo con las torres de Lopo, Aythami y Colotto conteniendo las maniobras del rival, tan aseado con la pelota como ineficaz a la hora del asalto.

Le costó al Valencia tomarle el pulso a un equipo gallego constante en su labor de zapa. Y cuando cogió el ritmo fue para mejorar la imagen desangelada de sus últimas apariciones, victoriosas pero anodinas. Tomada la posición, gracias al buen trabajo de Maduro y el dinamismo de Vicente y Mata, sólo faltó que Banega entrara más en juego, que recuperara sensaciones tras periodos de baja por lesión y otras eventualidades ajenas a lo deportivo, algo que un sector de la afición le recordó con cánticos fuera de lugar. Mestalla, muy dado al apoyo inestable siguiendo las sístoles y diástoles del equipo, tan pronto aplaudía un robo de Maduro como ponía en marcha el runrún de la desconfianza.

El Depor se limitó a buscar un agujero desde su trinchera

El Depor se limitó a buscar un agujero desde su trinchera. No encontró ninguno en toda la primera mitad, donde apenas salió de su madriguera. Fue al comenzar la segunda parte cuando dio las primeras señales de vida más allá de su muro. Juan Rodríguez pudo sorprender al Valencia, pero Guaita, cada vez más hecho, menos portero circunstancial, sacó una mano salvadora. El conjunto gallego, como conejo en su madriguera, enseñó un poco más las orejas tras el descanso, lo justo para sembrar dudas entre la defensa valencianista, de por sí hamletiana, muy dada al ser o no ser.

El Valencia siguió en su papel de paciente al que le faltaba chispa, precisamente de la que careció Banega, el único en condiciones de prender esa mecha. El tiempo jugó en contra de quien buscó la victoria de frente, por eso Soldado animó con palmas a sus compañeros, trabados en ataque. Emery se la jugó sacando a Tino Costa por Maduro, juntando por primera vez a dos creadores puros sin medio centro escoba por detrás. Y sucedió. Banega, a punto de caer fundido, pareció animarse con su compatriota al lado, mientras Tino Costa elevaba el ritmo del partido, poniéndose incluso el buzo del trabajo. La entrada del argentino fue providencial. Cortó, repartió juego y puso un centro medido para que Mathieu dinamitara el muro gallego. Buscó la victoria el Valencia y la mereció. Pero sufrió, para variar en Mestalla, hasta que Pablo marcó. El Depor hizo cosquillas, pero la carcajada final fue del Valencia. 

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