Este artículo se publicó hace 13 años.
"Veo mucha tensión, malas caras, corrillos..."
Loli Checa corre en los Europeos casi dos años después de su embarazo
Loli Checa (Silla, Valencia, 1982) ha vuelto con su niña, Paula, que ya tiene un año y cuyo embarazo le sorprendió sin querer en la primavera de 2009 y le dejó sin Mundiales de Berlín y sin Europeos de Barcelona. Pero este fin de semana estará en París, en los 3.000 metros de los Europeos de pista cubierta, porque hace dos semanas en Stuttgart corrió en 8.53.44 y renovó la beca que se le acababa. Hasta entonces, vivía inquieta, porque necesitaba ese dinero. "Mi marido, que es ingeniero técnico, se había quedado sin trabajo".
Y, como dice Antonio Serrano, su entrenador, "los atletas necesitan ver resultados rápido". Y a Loli "le cuesta encontrar solución a los problemas".
"Pero su momento estará en Londres 2012", decía hace dos años y no se desdice ahora: "Puede volver a ser la que fue".
Loli Checa era un cañón en 2009. Había llegado a hacer 4.02 en 1.500 y 14.55 en 5.000. De repente, su cuerpo dejó de obedecerla, de soportar esos 100 kilómetros semanales. Pero no le impidió correr los Bislett Games de Oslo en 15:08,27. Tan increíble como cierto: Loli estaba embarazada.
Dejó de saberse de ella hasta septiembre del año pasado, cuando volvió con dudas que la avasallaban. "El primer paso fue perder peso y trabajar en el gimnasio, porque al volver es muy fácil lesionarse", le dijo Serrano. Y añadió: "Debes saber que nada volverá a ser como antes". Y nada lo fue, sobre todo al principio, cuando Loli suprimió cantidad de entrenamientos: "Al principio, la niña cogía todos los virus posibles y no paraba de llorar por las noches. "Necesitaba estar en brazos permanentemente".
Las noches en vela pasaron un precio más alto. "Llegué a tener una anemia fortísima y hubo momentos en los que lo vi todo negro". "Luego, cuando corrió en asfalto", añade su técnico, "y le ganaron atletas que nunca lo habían hecho, tuvimos que hacer un trabajo psicológico importante". "Venía de una vida tan distinta", apostilla la atleta, "que no sabía si tendría la paciencia necesaria para volver a correr a tope".
Los meses pasaron y encontró esos maravillosos 8.53.44 de Sttutgart. "Fue la cuarta mejor marca mundial del año". Atrás quedó lo peor, esas noches en las que no sabía si la voluntad tendría palabra. "Ahora, soy otra, porque, si la niña llora por las noches, se queda mi marido con ella: yo paso a otra habitación". Así que se levanta de mejor humor ("Ya puedo doblar entrenamientos a mañana y tarde") y amenaza con ser la que fue.
Pero en ese tránsito habrá algo que ya nunca volverá a ser lo que fue. Aún se notan los efectos de la operación Galgo. "He vuelto a un mundo distinto, no es el que dejé". La pena se agarra entonces a su discurso. "Es como si hubiesen transcurrido 15 o 20 años, no dos. Ahora, veo mucha tensión, malas caras y corrillos". Y aunque rehúsa hablar del dopaje, "porque ese mundo lo desconozco", promete que, si se encuentra con Nuria Fernández, la ve y la saluda: "Yo no tengo por qué crear mal ambiente".
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