Público
Público

El largo viaje de Pascual

El Barça busca su segundo título ante el rival que frustró, en 1997, la ilusión del todavía aprendiz

MIGUEL ALBA

Hace trece años, en aquella final de la Euroliga que Rivers decidió hacer suya (Olympiacos, 73; Barcelona, 58), el foco no perseguía a Xavi Pascual. Aún aprendiz de banquillo, sin nombre público, aquellos mil kilómetros en coche desde Roma, junto a Agustí Cuesta, el técnico al que ayudaba en el Cornellá, actualizan ahora su espectro de sensaciones. 'No quiero que los aficionados que han hecho lo mismo se vuelvan con esa mala sensación', explica a un día de la final. El partido sin etiquetas (21.00 h, Teledeporte).

'Olympiacos y nosotros somos los únicos clubes que llevamos todo el año diciendo con la boca grande que queremos ganar. Otros lo han dicho con la boca pequeña. Eso nos engrandece'. Su equipo genera admiración entre los griegos. 'El Barça te atrae con su juego', explica Papaloukas, antes de elevar el tono de la amenaza. 'Si quieren pueden masacrar al rival'. Para evitarlo, Giannakis centralizará el tono físico de la pelea en el dominio del rebote. Tres capturas ofensivas de Bouroussis eliminaron al Partizan para definir, en la actualidad, el mejor partido fuera de la NBA.

Un encuentro de estilos similares, con más rotación para el Barça, que se prueban bajo el mismo torrente de presión. 'Los dos equipos vivimos todo el año para esto', defiende Giannakis. El año pasado, el Barça ganó en Berlín el choque de los caídos (79-95).

Este año todo es diferente. Childress ha entendido la velocidad con la que se juega en Europa; Kleiza ha ganado constancia; Teodosic tiene minutos para mostrar su descaro... 'Ve el baloncesto diferente, como Ricky. En definitiva, somos un equipo más completo', atesora Papaloukas. Ayer, Pascual enfatizó en detalles diferenciales para apuntalar las claves del éxito: pérdidas de balón, rebote y buen porcentaje en el tiro exterior.

'Duele más perder como entrenador que como aficionado. El cabreo dura más', sostiene. En Praga y Berlín ya vivió la decepción desde el banquillo. En el Sant Jordi (2003) disfrutó del éxtasis en las gradas. Para el Barça, sólo hay siete años de espera. El viaje de Pascual es de 37.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?