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Wembley verá al mejor

El Barça se clasifica para la final de la Champions al hacer bueno el 0-2 del Bernabéu. Sin miedo a un fracaso asumido y con Mourinho en el hotel, el Madrid supo caer con dignidad, aunque una vez más acabó llorando

ENRIQUE MARÍN

Aunque el Madrid al menos supo caer eliminado con la dignidad que le faltó para afrontar el partido de ida en el Bernabéu, a los puntos, además de a los goles, el Barça es el merecido finalista de la Liga de Campeones.

Wembley, el mítico campo londinense donde los catalanes levantaron su primera Copa de Europa en 1992, verá al mejor de dos equipos que representan dos estilos antagónicos. El Barça supo hacer bueno el 0-2 del Bernabéu y Guardiola hasta tuvo tiempo de hacer reaparecer a Abidal, quien se llevó la ovación de la noche y acabó manteado.

La vuelta de Iniesta fue el argumento que le faltaba al Barça

En los tres clásicos anteriores, el Madrid empató y perdió en su campo y ganó en terreno neutral con un gol en la prórroga que le valió el título de Copa. Pero en realidad el de ayer no era el cuarto, sino el quinto clásico de la temporada, pues faltaba por sumarle el 5-0 de la Liga. El Madrid volvía al lugar del crimen. Al sitio donde todo empezó a torcerse para Mourinho. Al escenario donde una manita del Barça abofeteó el orgullo del portugués tanto o más que el del club al que representa. El Madrid debía remontar lo que fue incapaz de buscar en el partido de ida. Además de jugar en función del Barça, ahora los blancos debían hacerlo en función de un resultado adverso y perverso. Tal vez por ello, o tal vez porque sencillamente le faltaba Pepe, Mourinho salió en esta ocasión sin su famoso trivote. Sorprendió la alineación de Kaká en lugar de Özil y no tanto la de Higuaín en punta.

La vuelta de Iniesta fue el argumento que le faltaba al Barça para recuperar su esencia en la sala de máquinas, donde el fútbol primero se piensa y luego se ejecuta con tanta seguridad que parece improvisado. Para contrarrestarlo, y en ausencia de ese arma de destrucción masiva en el que se había convertido Pepe, Mourinho no tuvo más remedio que conformarse con colocar a Lass junto a Xabi Alonso. Que Mou hubiera seguido el partido desde el palco habría representado metafóricamente su papel en este Madrid de autor. Sin embargo, el portugués decidió quedarse en el hotel y su ausencia benefició a que todas las miradas se centraran en el terreno de juego. Otra metáfora que ayuda a comprender lo estrambótico que ha resultado este maratón de clásicos.

Pedro adelantó
a los de Guardiola
y Marcelo firmó un empate baldío

El Madrid pronto enseñó a lo que iba a jugar. Los blancos apretaban la salida desde atrás del Barça, mientras los azulgrana tocaban y tocaban para intentar generar espacios. Sin precipitarse. Con paciencia. Demasiado lejos como para crear ocasiones, pero desgastando a sus rivales física y anímicamente. Con Piqué en plan mariscal, Xavi e Iniesta ofreciéndose siempre para airear el centro del campo y Messi descolgándose para colaborar en la confección del juego, aunque demasiado lejos del área. El juego del Barça era todo por dentro y todo lo contrario que el Madrid, que intentaba hacer daño por fuera con Cristiano y Di María, aunque siempre con cabalgadas aisladas.

Las arrancadas de Messi, también la mayoría aún demasiado lejanas, inquietaban a la defensa del Madrid y en especial a Carvalho, condicionado por una amarilla. Mientras el Barça, a falta de llegadas, acaparaba la posesión, los jugadores del Madrid empezaban a protestar todas las faltas que el belga De Bleckeere les señalaba en contra. Claro que sin Mourinho en la banda, el efecto no era el mismo.

Tres llegadas de Messi, más otra de Villa tras un robo de balón del argentino a Lass, el mundo al revés, empezaron a concederle el protagonismo del partido a Casillas, el peor síntoma para el Madrid y el mejor para el Barça. El Madrid empezaba a deshilacharse, los blancos ya no defendían tan juntos, lo cual permitía que dejaran espacios a sus espaldas. Sin señales de vida de Kaká, Higuaín se batía en un guerra en la que poco o nada tenía que hacer. Demasiado solo ante una defensa a la que Puyol le da un plus de seguridad, por más que el capitán volviera jugar ayer de lateral zurdo.

Una caída de CR7 sobre Mascherano invalidó el posible 0-1 de Higuaín

Como quiera que el reloj empezaba a correr tanto o más de lo que el Madrid lo había hecho detrás del balón durante el primer tiempo, los blancos ya no podían especular más con el marcador y salieron al encuentro del Barça. Y así, nada más iniciarse la segunda parte, una arrancada de Cristiano acabó con la jugada polémica del partido. El portugués chocó con Piqué al intentar driblarle en carrera y en su caída derribó a Mascherano, lo que invalidó el gol de Higuaín, que se plantó ante Valdés, si bien De Bleckeere anuló la jugada antes que el argentino marcara.

Con el Madrid volcado, Iniesta sacó su varita y metió un pase preciso y precioso a Pedro que el canario agradeció marcando el primer gol. El golpe sonaba a definitivo, pero los blancos parecieron sentirse liberados. La entrada de Abebayor y Özil también ayudó a que, por fin, el Madrid se atreviera a tutear al Barça. Sólo diez minutos después del gol de Pedro quien marcó fue Marcelo, tras una buena incursión de Di María a pase de Xabi Alonso.

Sin corsés tácticos, sin miedo a un fracaso asumido, el partido definitivamente se jugó en todo el campo. Las dudas que surgieron, las lógicas. ¿Qué hubiera pasado si el Madrid afronta la eliminatoria con esta convicción desde el principio y no sólo cuando lo vio todo perdido? El empate de Marcelo fue tan tardío como baldío, aunque al menos sirvió para que el Madrid lavara su imagen, lloros por el 0-2 de la ida al margen.

1 - Barcelona: Valdés; Alves, Mascherano, Piqué, Puyol (Abidal, m. 90); Xavi, Busquets, Iniesta; Pedro (Afellay, m. 90+3), Messi y Villa (Keita, m. 74).

1 - Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Albiol, Carvalho, Marcelo; Xabi Alonso, Lass; Di María, Kaká (Özil, m. 60), Cristiano; e Higuaín (Adebayor, m. 55).

Goles: 1-0. M. 54. Pase de Iniesta a Pedro, que bate a Casillas con un tiro ajustado. 1-1. M. 64. Marcelo, a pase de Di María, que recoge su propio disparo al palo.

Árbitro: De Bleeckere (belga). Mostró tarjeta amarilla a Carvalho, Lass, Xabi Alonso, Marcelo, Pedro y Adebayor.

Camp Nou: 95.701 espectadores. 

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