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Zambia no tolera el sueño de Drogba

Venció por penaltis

 

ALFREDO VARONA

Abiyán es una de las ciudades más realistas de Costa de Marfil. Tiene un importante puerto de mar y el barrio de Le Plateau, que es el centro de negocios de la ciudad. Se diferencia por sus enormes rascacielos en los que anoche abundó el silencio. La tensión se desplazó a Libbreville. Los ojos del país viajaron al Stade d'Angondjé, donde su selección jugaba algo más que la final de la Copa de África. Jugaba contra la maldición que secuestra a la generación Drogba, el hombre que lo ha logrado todo en el Chelsea.

Drogba, en realidad, es algo más que un futbolista. También es un hombre muy comprometido, capaz de invertir su prestigio para rogar que desaparezcan las armas de su país. Su mensaje es incansable y en 2010 la revista Time lo eligió como uno de los cien hombres más influyentes del mundo. Pero hay algo que le aleja de la perfección futbolística en su país. A los 33 años, nunca ha encontrado un gran premio con la selección. Hay sueños tan hermosos que se resisten como titanes. Anoche fue otra prueba. Gervinho (1987), el futbolista del Arsenal, hizo lo posible por acabar con el pasado. Quizá porque él no ha vivido tantas calamidades. Gervinho es nueve años menor que Drogb, que anoche regresó al suspense.

A los 70 minutos, envió a las alturas el penalti que le hicieron a Gervinho. La incertidumbre se negaba a pedir perdón a Drogba, a Yaya Toure, a Zokora, a todos esos que llegaron a los Mundiales de Alemania 2006 o Sudáfrica 2010 con la categoría de aspirantes. Luego, nunca fue así. Ni ahí ni en las tres últimas ediciones de la Copa de África, que dañaban a Drogba. 'No vencer resulta frustrante'. Y fue la fuerza del pasado la que se presentó en Libbreville, donde Zambia amenazó con la victoria. Sobre todo, en el minuto 90, cuando Mayuca se aproximó al gol y avisó: el homenaje a sus compatriotas que murieron en accidente de avión en 1993, era posible. Zambia no sólo apuraba una vida más. En su imaginación también creyó en la tierra prometida.

Vino la prorroga y después la tanda de penaltis, que fue una represalia más del destino para la generación de Drogba, el hombre que, a los 5 años, abandonó Abiyán junto a sus padres, que se habían quedado sin trabajo, en 1991. Tenía 13 años, no los 33 de ahora con los que volvió a enfrentarse a los 11 metros en la tanda de penaltis. Su gesto era amargo, pero marcó. Y la esperanza aguantó hasta que Kolo Toure y Gervinho fallaron los dos seguidos. Zambia dio una segunda oportunidad, no una tercera. Zambia es de hielo desde el punto de penalti. Sunzu tiró sin pensar en el fracaso. Hizo caso a su seleccionador Hervé Renard, el hombre que, como Robert Reford, siempre tendrá sus Memorias de África

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