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Bolsa Los 'activos tóxicos' vuelven a capitalizar la inversión y ponen en ebullición el mercado de divisas

El intenso ‘baile de divisas’ que se libra en los mercados monetarios en el último año y medio, con el dólar en su valor más alto de 2019 desde finales de agosto, encierra un caso de doping. La sustancia estimulante es una vieja conocida de la crisis de 2008: los productos estructurados. De alto riesgo, identificados entonces como los activos tóxicos que precipitaron el quebranto de los sistemas financieros. Junto al capital fantasma de las grandes corporaciones para eludir impuestos.

Imagen de la bolsa de Madrid. EFE/ Paco Campos

DIEGO HERRANZ

La píldora de los productos financiero estructurados y derivados, con los swaps como el opiáceo de cabecera, vuelve a hacer efecto en los mercados. En esta ocasión es en el parqué de divisas en el que se han encontrado su gran caladero de consumo. El diagnóstico, de especial gravedad, no surge tampoco, en esta reedición de los acontecimientos previos e inmediatamente posteriores a la quiebra de Lehman Brothers, de estrategas de bancos de inversión, sino de una institución multilateral, el Banco Internacional de Pagos (BIS, según sus siglas en inglés). Entidad que acoge en su seno al G-10, el foro de los principales bancos centrales y gendarme, teóricamente, de la estabilidad monetaria.

En su último informe trimestral, publicado el pasado 22 de septiembre, sobre la industria financiera en el mercado de divisas, alerta de un incremento preocupantes del volumen diario de contratación en el negocio inversor y mercantil del intercambio de monedas entre abril y junio. En el primer mes del segundo trimestre, crecieron en un 29%, impulsadas por la efervescencia de los derivados, especialmente swaps, lo que catapultó las operaciones en este mercado hasta cotas nunca antes registradas en un periodo de tres meses: más de 6,6 billones de dólares. Un tamaño similar a la suma de los PIB de Japón y de España. Y una cantidad muy alejada de los 5,1 billones del segundo trimestre del año precedente, cuando ya se había iniciado el baile de divisas que ha devuelto al dólar a un papel hegemónico entre las divisas mundiales.

El billete verde cotiza a su nivel más alto del año desde finales de agosto, impulsado por la nueva política de recortes de tipos de la Reserva Federal, que ha retornado a una gestión más laxa del precio del dinero, no sólo por las señales de ralentización del ciclo de negocios estadounidense, sino también por las presiones y la injerencia de la Administración Trump, con el presidente de EEUU como bastión fundamental. El mercado considera que el dólar tiene una sobrevaloración del 18%, que la rebaja de tipos de la Fed no ayuda precisamente a corregir.

El BIS advierte, además, de que el negocio de los productos estructurados y derivados totalizan más de la mitad de la actividad inversora en los mercados de divisas donde la dictadura del dólar es incontestable. Casi nueve de cada diez operaciones se formalizan contra el billete verde. Un fenómeno que revela la alta exposición de estos instrumentos financieros que buscan elevadas rentabilidades y, por tanto, altas dosis de riesgo.

"El dólar mantiene su estatus de dominio, copando el 88% del volumen de negocio"

En busca de una debacle más o menos drástica de la moneda americana. También la incertidumbre del brexit ha propiciado el hundimiento de las operaciones denominadas en libras. “El dólar mantiene su estatus de dominio, copando el 88% del volumen de negocio”, afirma el BIS, cuyos expertos aseguran que ha monopolizado el 43% de las carteras de inversión en la City ante las serias dudas que suscita el acuerdo de divorcio británico de la UE. Aunque, al mismo tiempo, este organismo con sede en Ginebra reconoce la recuperación gradual de las divisas de los mercados emergentes que, de forma sorprendente, “capitalizan el 25% de los movimientos monetarios”.

Después de un ejercicio 2018 en el que se vivieron episodios de guerra abierta del mercado contra divisas como la lira turca, la rupia india, el peso argentino, el rand sudafricano y, en menor medida, el real brasileño. Entre otras. Dando pábulo a alarmantes fugas masivas de capitales de sus plazas bursátiles, subidas meteóricas del precio de dinero y empleo de reservas de divisas y dejando a la intemperie las obligaciones de deuda más urgentes de numerosas compañías y multinacionales de estos países, denominadas masivamente en dólares. 

Nueva partida de cartas

Sin embargo, el mercado de divisas, en el segundo trimestre, dejó, a los ojos del BIS, y por obra y gracia de estas inversiones de alto riesgo, que tratan de forzar la debilidad del dólar, como por otro lado, desea la Casa Blanca, de forma encubierta, para no admitir el abandono de la política de un billete verde fuerte, otro paradigma incipiente. El comienzo de un desliz de inversiones en dólares, que ha perdido un 17% de su cuota de mercado en Wall Street respecto al segundo trimestre de 2018. Pese a ello, EEUU y Reino Unido, junto a Hong-Kong, Singapur y Japón, monopolizan más de las tres cuartas partes de los movimientos inversores en monedas en todo el mundo. Con Shanghái subiendo con vigor hasta convertirse en el octavo centro financiero de divisas, según el BIS. El euro, por su parte, aumentó en un 32% el volumen de operaciones, mientras que el yen se dejó otro 17%, aunque fue la tercera de las grandes divisas preferidas por los inversores. El descenso del yuan fue del 4% en sintonía con el franco suizo, el valor monetario refugio por excelencia en época de crisis.

EEUU, Reino Unido,
Hong-Kong, Singapur y Japón monopolizan más de las tres cuartas partes de los movimientos inversores en monedas en todo el mundo

La agencia Bloomberg recuerda que, a finales de abril, el Índice de Volatilidad Monetaria del G-7 que elabora JP Morgan, uno de los grandes bancos de inversión que más capital de alto riesgo ha movido en el mercado, entró en colapso y se deslizó hasta el nivel más bajo desde 2014. Un claro síntoma de que algo se está cociendo en estado de ebullición, después de meses en fase de calentamiento gradual. Las operaciones a corto plazo, en busca de ganancias inmediatas, se elevaron en abril un 20%, hasta comercializar 2 billones de dólares al día, mientras los índices generales de contratación en los mercados de divisas caían en un 30%.

En sintonía con la pérdida de una tercera parte de estas inversiones en 2016 o del 38% en 2013, precisa el BIS, que achaca esta anomalía al uso indiscriminado de swaps, herramienta financiera que permite financiar un acuerdo de capitales en una moneda determinada mientras, simultáneamente, presta dinero en otra divisa a terceros. El empleo de este mecanismo de alto riesgo se incrementó en una tercera parte, hasta los 3,2 billones de dólares. Crecimiento que “podría reflejar mayores coberturas de riesgo ante la rampante preocupación por las amenazas comerciales y geopolíticas”, reconocen desde el BIS. La rupia india, el won surcoreano y el real brasileño protagonizan la mayor parte de esta expansión inversora con productos tóxicos para forzar la devaluación del dólar.

“Estamos viendo su dinamismo en todas sus formas y versiones”, explica a Bloomberg Matthew Hodgson, CEO y fundador de Mosaic Smart Data, firma que provee de datos analíticos a bancos en materia de divisas: “El mercado se está despertando bruscamente de una dura pesadilla”. En 2008, a los pocos meses del estallido del tsunami financiero, el FMI cifró en 2,5 billones de dólares, el equivalente al PIB italiano de entonces, el montante de activos tóxicos en los balances de los bancos, el gran detonante de los multimillonarios programas de rescate aprobados por gobiernos y bancos centrales en la práctica totalidad de los sistemas financieros de las potencias industrializadas para evitar -o, para ser más exacto, tratar de minimizar- el credit-crunch de más calibre desde el Crash de 1929.

‘Más madera’ especulativa

En paralelo a esta peligrosa manifestación de los mercados ha surgido otro sónar preocupante. Casi el 40% –unos 15 billones de dólares– de la inversión extranjera directa en el mundo son de origen ilícito. Datos que proceden del FMI, en un estudio reciente, de este mes. Estos flujos de capital, similares al tamaño de las economías combinadas de China y Alemania, dice el propio informe, y llamados fantasmas o phantom, según la jerga mercantil anglosajona, lo utilizan las grandes multinacionales para reducir sus facturas fiscales.

El Fondo alerta de que han repuntado hasta diez puntos básicos en el último decenio -es decir, desde la salida de la crisis-, a pesar -inciden sus expertos, que han participado en la elaboración de esta radiografía con académicos de la Universidad de Copenhague- de los esfuerzos internacionales para evitar que eludan sus obligaciones impositivas. “Los FDI, su acrónimo en inglés, resultan ser, por lo general, capitales que impulsan la integración de las economías internacional y estimuladores del crecimiento, de la creación de empleo y de la productividad”, dice el informe, “aunque la predisposición de estos grandes emporios al uso de estos recursos fantasmas, a la ocultación de inversiones, no deja de ser un artificio de alta ingeniería fiscal y financiera que dañan estos objetivos loables”.

Casi la mitad de los phantom capitals se localizan en dos prominentes socios europeos, Holanda y Luxemburgo, pero son diez las economías que atraen más de 85% de sus inversiones foráneas bajo estas prácticas dañinas. “Luxemburgo, un país de 600.000 habitantes, alberga tantos flujos de capital directo del exterior como EEUU y muchos más que China”, denuncia desde el FMI. “Su tamaño refleja una argamasa financiera de mucha mayor dimensión proporcional que la minúscula economía” del Gran Dudado. Los cuatro billones de dólares de capitales extranjeros que atesora –el peso del PIB alemán, el cuarto del mundo– le reportaría a cada uno de sus ciudadanos 6,6 millones de dólares de valor patrimonial. “Resulta lamentable, pero la exposición de un país al aumento de esta masa monetaria fantasma está en relación directa con las bajas tributaciones a las empresas”, enfatiza el Fondo Monetario.

Este debate está en plena efervescencia en Europa. El Tribunal de Justicia de la UE, con sede en Luxemburgo, acaba de anular la decisión de la Comisión Europea de obligar a la multinacional americana Starbucks a devolver 20 millones de euros en ayudas fiscales ilegales concedidas en Holanda, por entender que las autoridades comunitarias no demostraron la existencia de una ventaja selectiva en favor de la compañía. Sin embargo, el mismo tribunal concedió la razón al Ejecutivo comunitario a su acusación de trato fiscal favorable otorgado por Luxemburgo a Fiat, por lo que mantiene la exigencia de que la firma automovilística italiana devuelva 30 millones de euros al Gran Ducado. Bruselas concluyó en octubre de 2015 que Luxemburgo y Países Bajos debían recuperar estos impuestos perdonados a las dos sociedades a través de los llamados tax rulings, al considerar que en ambos casos se trató de ventajas “selectivas” con las que redujeron “artificialmente” la carga tributaria. También el Gobierno irlandés –otro enclave susceptible de ser catalogado como paraíso fiscal– ha indicado esta misma semana que Apple ingresará en los próximos dos meses el ingreso en una cuenta depósito los 13.000 millones de euros que la empresa se ahorró por ventajas tributarias ilícitas. Aunque, desde la firma americana se advierte que recurrirá la multa ante el Tribunal de la UE por considerar que esta devolución “no es, en absoluto, ningún tipo de capital fantasma dirigido a la elusión de impuestos”.

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