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La persistente sequía en la Península Ibérica amenaza con prolongar la espiral inflacionista en Europa

Llaman 'caleflación' al calor extremo que ha dañado cosechas de las que se nutre el mercado interior de la UE, lo que añade más leña al IPC y eleva el riesgo de más subidas de tipos de interés.

Un campo de trigo, que se descarta para la cosecha debido a la sequía, se ve durante las abrasadoras temperaturas de verano en primavera en Ronda, España.
Un campo de trigo, que se descarta para la cosecha debido a la sequía, se ve durante las abrasadoras temperaturas de verano en primavera en Ronda, España. Jon Nazca / REUTERS

La huerta europea se ha secado. La ausencia de lluvias y el déficit de riego en España y Portugal ha elevado el nivel de preocupación del BCE a tal nivel que sus jerarcas insisten en que la etapa de encarecimiento del dinero en la Eurozona podría prolongarse hasta bien entrado 2024.

La tregua que estaban dando esta primavera las materias primas concluirá, presumiblemente, a la vuelta del verano. A ello se unirá otra escalada de los precios de los alimentos ante la descontada caída de la oferta hortofrutícola procedente de la Península Ibérica.

El fenómeno ya se conoce entre las autoridades económicas y monetarias como caleflación, una nueva realidad surgida de otro episodio de indudable crisis climática y que se ha esparcido por todo abril y parte de mayo por la geografía hispano-lusa hasta registrar temperaturas extremas para esta época del año.

Las alertas por exceso de calor se han sucedido por la península al inicio de la primavera, una fase anual demasiado temprana. En este contexto, el campo español y portugués han tenido que renunciar a cosechas habituales.

Han prescindido de arroz, melones, cereales y una amplia gama de productos agrícolas que no solo abastecen a sus mercados domésticos, sino que suponen la despensa de la mayoría de sus socios europeos. Las perspectivas son desoladoras, puesto que las reservas de las cuencas hidrográficas están bajo mínimos, en niveles desconocidos en esta época del año.

La falta de lluvia está agostando las tierras de cultivo y secando los embalses peninsulares, hasta constatar una pérdida de capacidad del 50,1%, con muchas de ellas en bajo mínimos y en niveles históricamente bajos.

El calor en abril deja sin cultivar a una amplia gama de productos agrícolas que también abastecen a la mayoría de sus socios europeos

Según el Ministerio de Transición Ecológica, el volumen de agua alcanza los 28.074 hectómetros cúbicos y está en fase menguante. Solo en la penúltima semana de abril se perdieron 326 hectómetros cúbicos, cantidad que equivale al 0,6% del poder de almacenaje pleno de los pantanos españoles.

Esta alteración climatológica coincide con un mínimo, pero significativo, repunte de la inflación en abril, hasta el 7%, que interrumpe seis meses de corrección, aunque con un leve descenso, de una décima, de la inflación subyacente, que descuenta energía y alimentos, y que se queda en el 5,6%.

Las cifras son, no obstante, inusualmente elevadas en ambos casos en el cuarto de siglo de existencia del BCE y se encuentran muy por encima del límite, ya flexible desde hace un par de años, del 2%, que fijan sus estatutos fundacionales como signo de que los precios permanecen a raya.

Pérdida de 3,5 millones de hectáreas de cultivo

El cóctel meteorológico (calor elevado y la ausencia de lluvia más drástica en tres años) se ha mezclado con tensiones inflacionistas. Esto ha llevado a asociaciones como COAG a calificar el daño de "irreversible" para más de 3,5 millones de hectáreas de cultivo por la insuficiencia de agua en regiones como Murcia (la huerta de Europa, donde se ha abandonado la siembra de cereales) o en Andalucía (con cultivos como el arroz, el perejil o las cebollas).

España produce en torno al 25% del consumo de vegetales frescos de la UE. Por ello, el Gobierno reaccionó con una partida de ayudas directas de más de 636 millones de euros para respaldar financieramente a los agricultores y ganaderos frente a la sequía.

Pero el asunto tiene mayor enjundia, porque la caleflación preocupa al BCE desde hace tiempo. En 2021, un banco central de la Eurozona alertaba de los daños colaterales que el calentamiento planetario generaría en la inflación europea.

Sus investigadores aconsejaban "alinear el impacto climático a los precios, porque tendrán en el futuro un impacto más que significativo sobre los inventarios, la capacidad productiva, las inversiones y el comercio agrícola". Y, lo que es más trascendental, alertaban: "Irá a peor y repercutirá en las carteras de empresas y hogares", porque también reducirá el dinamismo económico.

Los augurios del BCE y de los científicos rebosan racionalidad y no escatiman en su contundencia. El inminente fenómeno de El Niño 3 (avisa la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional de EEUU) añadirá 0,2 grados de calentamiento global y elevará el objetivo de subida de 1,5 grados establecido en los Acuerdos de París ya en 2027.

De momento, la Comisión Europea acaba de elevar en dos y tres décimas más, respectivamente, hasta el 5,8% y el 2,8%, su predicción sobre el IPC de la zona del euro para 2023 y 2024 (al tiempo que mejoraban hasta el 1,1% y al 1,6% el crecimiento del PIB).

De este modo, da argumentos a los halcones del BCE para continuar con un rally alcista que ya ha elevado el precio del dinero en 3,75 puntos básicos y que empieza a retraer las compraventas inmobiliarias ante los cada vez más inasumibles costes hipotecarios.

"La inflación subyacente está descendiendo gradualmente, mientras los márgenes de beneficios absorben las subidas salariales y el endurecimiento de las condiciones financieras, pese a probar su eficiencia para enfriar la demanda", explicaba el Ejecutivo comunitario esta semana. Su visión cortoplacista también dibujaba una "persistente presión alcista sobre los precios de los servicios y de los alimentos". Más madera con la que alimentar la escalada de tipos.

El BCE admite la urgente necesidad de “alinear el impacto climático a los precios"

Es un momento crucial en el que, si la temperatura global sube un promedio de 1,5 grados, se perderá el 3% de la masa cultivable actual, mientras que cuando llegue al 2% dejará de ser fértil el 7% de la superficie que se dedica a labores agrícolas.

En España, la comunidad científica prevé lluvias torrenciales impredecibles combinadas con una temperatura elevada, con registros históricos, hasta 2043. Esta situación, en Almería o en otras áreas del sudeste de la península parece que ya ha comenzado, a juzgar por los dos años consecutivos de calor desbordante que ha hecho tambalearse las infraestructuras creadas en la década de los setenta para albergar los invernaderos que nutren Europa.

Por si fuera poco, a la zona cero española se unen la pertinaz sequía africana y este año la que sufren en numerosos países de Asia, donde el mercurio alcanzó su cota más alta en 40 años en Singapur (37 grados en dos días de abril), mientras Myanmar soportaba los duros efectos del ciclón Mocha.

Así, también con partidas exportadoras de alimentos a Europa, se ha calentado casi dos veces más que el resto del planeta en las últimas tres décadas. Esto se ha traducido en menos caudal fluvial, descenso de producción energética (desde la hidroeléctrica a la nuclear) y un retroceso del terreno de uso agrícola.

El BCE eleva el tono por la subida de los alimentos

Bajo este panorama, voces como la del irlandés Philip Lane, economista jefe del BCE, afirman que "está aún lejos el momento" de la moderación de precios, pese a que los IPC de la zona del euro "van bajando de los dobles dígitos" y el índice subyacente ha bajado en abril por primera vez desde hace 10 meses.

Su pálpito habla de continuidad con las subidas de tipos, debido a que el IPC, la inflación subyacente y los precios de los alimentos "parecen ir en direcciones contrarias y muy en especial en sentido opuesto al coste de la energía", lo que, en su opinión, "incrementa los riesgos".

Casi sin solución de continuidad, como si de un coro se tratara, el gobernador del banco central holandés, Klaas Knot, recordó que el dato subyacente "está lejos de hacer presagiar una disminución del precio del dinero y de los costes de financiación", en línea con el parecer de su homólogo francés, François Villeroy de Galhau.

La nota discordante la emitió el responsable del Banco de Italia, Ignazio Visco, para quien el BCE está cerca de tocar techo con los tipos. Sin embargo, la percepción de Visco dista del consenso, según el lituano Kazaks Warns, quien se atreve a anticipar que el primer abaratamiento del dinero -una vez la inflación pase a situarse bajo control- no se producirá hasta la primavera de 2024.

Hasta entonces, precisó, "sería prematuro, arriesgado y precipitado". Sus palabras están en sintonía con Joachim Nagel, presidente del Bundesbank, quien apunta a "nuevas e intensas subidas" en verano y "más allá".

Todos ellos muestran su preocupación por el comportamiento de los precios de los alimentos y la persistente y temprana sequía en España y Portugal, que puede prolongar su encarecimiento a lo largo de todo este año.

La representante del Comité Ejecutivo del BCE Isabel Schnabel incide en que "hasta que la inflación subyacente no emita signos claros de decaimiento y debilidad, los tipos seguirán al alza".

Por su parte, Riccardo Marcelli, analista de Oxford Economics, se decanta por tres subidas de cuarto de punto este año antes de que el BCE detenga su rally alcista, una vez se aplane la demanda y los precios de los alimentos puedan dar una tregua (pero que ya sería en 2024).

Tampoco descarta Marcelli algún movimiento más agresivo si las subidas no perjudican las inversiones empresariales. Mientras, en Natixis son aún más pesimistas y no contemplan una inflación a raya ni siquiera a comienzos de 2025.

Isabel Schnabel, del BCE: "Hasta que la inflación subyacente no emita signos claros de decaimiento y debilidad, los tipos seguirán al alza"

Sin embargo, en este escenario también entra en juego el déficit de productividad de los socios monetarios y la aparición de restricciones en sus mercados laborales. Mientras en Allianz creen que el alcohol, el tabaco y los alimentos mantendrán incrementos en dobles dígitos hasta finales de 2023, en Fitch Rating consideran que los riesgos de sequía y los incrementos de los costes productivos de los alimentos "preocupan sobremanera a los guardines de la estabilidad de los precios".

Asimismo, aseguran que la inflación de los alimentos "ha emergido como la prioridad en la agenda monetaria del BCE", porque las dificultades de cultivo por las anomalías climatológicas "aumentarán los desembolsos de los consumidores en sus cestas de la compra". La falta de oferta "mantendrá los precios altos a lo largo de 2023", afirman.

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