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Ana Corredoira, ganadera: "El impacto ecológico es mucho mayor donde se producen alimentos a bajo coste"

La ganadera Ana Corredoira, con una vaca en su explotación de A Cernada.
La ganadera Ana Corredoira, con una vaca en su explotación de A Cernada. Cedida

Ana Corredoira es ganadera y le revienta que le pregunten si el campo tiene futuro. Y no sólo porque el proyecto empresarial que ella desarrolla le ha permitido permanecer en su casa, en su aldea, y dar continuidad a la labor de sus padres y hacer la vida que le gusta. Sino también porque entiende que su trabajo es esencial para el futuro de los demás, para todas nosotras. Para garantizarnos el suministro de alimentos sanos y de calidad, para asegurarnos que hay población vinculada al territorio, para que haya alguien que cuide de nuestros ecosistemas y combata en primera línea la emergencia climática.

Ana tiene una cooperativa, As Vacas da Ulloa, en la comarca del mismo nombre en Lugo, dedicada a la producción de lácteos ecológicos bajo la marca Sen máis y que forman dos ganaderías de la zona. Granxa Maruxa y A Cernada, la granja que fundaron y explotaron sus padres, de los que asegura que lo aprendió casi todo. Aún recuerda el día en que su padre sentó a la mesa a la familia y les dijo que se iban a dedicar a producir leche ecológica.

¿Ya ha encontrado respuesta a aquella pregunta que se hacía cuando tenía doce años? ¿Qué son las vacas ecológicas?

Sí, la encontré, aunque a día de hoy sigo indagando y pensando cómo es y cómo debe ser este modelo. En el sector primario tenemos el reto y la responsabilidad no sólo de dar respuesta a la demanda cada vez más exigente de los consumidores y consumidoras, sino también a la emergencia climática, que nos afecta a todas como sociedad pero que a las que vivimos a pie de territorio nos supone una lucha de primera mano.

¿Cómo recuerda aquel día en que su padre llegó a casa y les dijo que iban a empezar a producir leche ecológica?

Fue increíble. Cuando eres pequeño tratas de buscar la similitud entre lo que ves en casa y en tu entorno. Y yo veía y vivía en casa cosas que no veía ni encontraba en mi entorno. No era fácil escuchar a los niños y niñas de mi edad hablar de sus granjas, de cómo se veían ellos y ellas en esta actividad. El discurso era siempre: "Para afuera, para afuera".

"Para afuera" quiere decir emigrar.

"Tenemos que buscar nuevas fórmulas de cooperación, de asociacionismo"

Exactamente. Nuestras expectativas eran formarnos, estudiar y marcharnos a la ciudad. Y yo viví ese punto de inflexión con muchísima ilusión. Recuerdo llegar al instituto y contárselo a mis amigos y a mis amigas, como si fuera un secreto. Hoy lo revivo como uno de los momentos más importantes de nuestras vidas. Una de las cosas que más me engancharon de todo esto fue concebir la ganadería de la manera en que lo hacía mi padre, con ese carácter de innovación, de no conformarse, de ir siempre un paso más allá... Entendiendo que podemos hacer cosas buenas y que le podemos dar muchísimo valor a lo que hacemos. Para mí sigue siendo un momento superilusionante, y cuando lo revivo y lo vuelvo a contar, vuelvo a sentirme como aquella niña que iba en la furgo a las ferias con mi padre y atendía el puesto. A él no le gustaba tanto eso de hablar y comunicar, íbamos los dos pero yo era la que estaba en primera línea, contándole a todo el mundo lo que hacíamos.

Habla usted de innovación, y resulta curioso que la innovación se asocie al entorno urbano, mientras al rural se lo identifique con el atraso. Su discurso le da la vuelta a eso: lo rural, lo ecológico, es innovador.

Totalmente. Tenemos que busar ese equilibrio entre tradición, entre conocimiento tradicional, que es imprescindible para nuestro modelo de producción, con la innovación, es decir con el desarrollo que nos proporciona no sólo mejor calidad de vida sino que también nos permite mejorar en eficacia y eficiencia. La innovación hay que ponerla en valor como un elemento transversal de nuestro trabajo y que afecta a muchísimas áreas. No es sólo desarrollo tecnológico, sino que también se da en el ámbito social. Tenemos que buscar nuevas fórmulas de cooperación, de asociacionismo. Eso también es innovación: fórmulas que nos permitan desde el rural, con los déficits y limitaciones que tenemos, impulsar proyectos de una manera distinta, también desde la parte social.

La actividad agrícola siempre ha tenido esa efervescencia del asociacionismo, del cooperativismo, el apoyo mutuo, la solidaridad...

Ana Corredoira, de A Cernada, y Marta Álvarez, de Granxa Maruxa.
Ana Corredoira, de A Cernada, y Marta Álvarez, de Granxa Maruxa. Cedida

Sí, en este caso surge por necesidad. En el rural la máxima de que la unión hace la fuerza cobra muchísimo sentido porque somos pocas. Lamentablemente estamos perdiendo muchísimo capital humano, que es el recurso fundamental e imprescindible. Podremos tener el mejor proyecto del mundo, que si no hay personas detrás, por mucha inteligencia artificial, por mucha tecnología, por mucha innovación que pongamos sobre la mesa, si no hay personas esos proyectos no salen adelante. Somos muy pocas y tenemos que enteder que para hacer cosas del tamaño que tenemos aquí, que al final somos una industria pequeña, sería impensable hacerlo a título individual. No es cuestión de que nos pongamos todas con proyectos individuales a transformar, a envasar y a comercializar. Esa atomización tampoco creo que sea funcional ni útil para el sector. Pero tenemos que ver lo que pasa más allá de nuestras lecherías, porque es la única manera de revertir valor añadido sobre el primer eslabón de la cadena.

El sector de la leche lleva décadas en crisis por los bajos precios en origen.

Es sangrante, porque el contexto de la estructura de costes que hay ahora no es el mismo que el que había hace treinta años. Aunque la situación, la incapacidad y la falta de empoderamiento que tenemos como productoras primarias sigue ahí, el contexto ha cambiado muchísimo. Nos pasa a nosotros, pero les pasa también a los productores de carne, de huerta... No tenemos capacidad de negociación, no tenemos capacidad de decisión, no tenemos peso en la cadena alimentaria y estamos muy condicionados a lo que deciden y ejecutan los otros eslabones. Es una cadena en la que la fuerza se aplica en sentido contrario: la fuerza está en la distribución y se aplica hacia atrás. En las prácticas de distribución a gran escala, los productos frescos siempre fueron productos reclamo, siempre se utilizaron con esa connotación. Estamos en un momento de debilidad y de dificultad agravado por la escalada de costes de producción que están experimentando todos los sectores productivos por los costes de la energía y en un contexto de crisis generalizada en el que la capacidad que tenemos para generar empatía en los consumidores es más limitada. Lo que más miedo me da de todas estas movilizaciones es que estamos asentadas en un discurso que probablemente ahora mismo no llega a la sociedad para generar empatía y que puede empezar a generar rechazo. Porque la situación general, el contexto económico y social, es malo, no sólo para nosotras sino para la sociedad en general. Agravado en una crisis sanitaria que va a envolver todo el panorama social durante muchos meses más.

Le he escuchado decir en alguna conferencia que los agricultores sufren desde hace tiempo una agresión generalizada, no violenta pero agresión al fin y al cabo.

Estamos discriminadas desde muchas áreas, no sólo desde lo público. Estamos discriminadas por el simple hecho de habitar un territorio, el rural. Como individuo yo tengo las mismas necesidades que una persona que vive en una ciudad o un entorno urbano. Y no estoy hablando de ocio, sino del acceso a servicios básicos como educación, sanidad, comunicaciones... Si quieres instalar una empresa en el rural necesitas el mismo tipo de servicios que una empresa que se asienta en un entorno urbano. Estamos en desventaja competitiva por ese motivo, porque no estamos en igualdad de condiciones. La pérdida de servicios en el rural viene a ser un abandono progresivo, lento, por parte de la Administración, por parte de las entidades públicas, es algo que forma parte también de las decisiones políticas, de cómo se decide promover el desarrollo y el crecimiento social. Y llevamos muchas décadas en las que lo que se ha ido promoviendo es un éxodo masivo hacia entornos urbanos o periurbanos porque fue ahí donde se situaron los puntos fuertes productivos, o aquellos puntos por los que se quiso apostar. Porque luego están las decisiones de cada país ¿Queremos o no posicionar la producción primaria como algo estratégico a nivel de Estado Probablemente aquí se erró mucho en las políticas agrarias y alimentarias en ese sentido. Y la discriminación también se extiende a otros servicios que parten de la iniciativa privada. Aquí estamos discriminados en términos de logística de transporte, de paquetería. Es algo anecdótico, pero simboliza muy bien la situación.

¿Cómo se vincula ese proceso de abandono con que la gran política de la Unión Europea, que es la política agraria, se haya centrado durante décadas casi en exclusiva en garantizar el suministro de alimentos baratos?

"Llegar a la conclusión de que la producción de alimentos no es sostenible, es una aberración"

Lo ha descrito muy bien. La síntesis es lo que tenemos ahora después de esas tres décadas. Las políticas agrarias no se enfocaron para la solución, primero, de uno de los grandes retos que tenemos como sociedad, que es seguir proporcionando alimentos seguros y de calidad, y, por otro lado, que esa producción de alimentos tenga una connotación de sostenibilidad para prevenir y tratar de contener la emergencia climática. Y de la que somos parte de la solución, aunque a veces se nos ubique como problema. Llegar a la conclusión de que la producción de alimentos no es sostenible, es una aberración. Decir que la agricultura o la ganadería son actividades que no son sostenibles y que podrían desaparecer es una auténtica aberración. La alimentación es inherente a la vida. Por lo tanto, la producción de alimentos debe ser un objetivo prioritario como sociedad. El objetivo no puede ser generar grandes cantidades de alimentos a bajo coste. Ese es un problema del Primer Mundo. Es el discurso de la abundancia. Mucha gente puede decir que lo único de lo que tienes que preocuparte es de llevarte algo a la boca tres veces al día. Claro, como nosotros tenemos un acceso super rápido y barato a la comida, el discurso se sitúa en ese plano. Pero, ¿qué pasa con el sur de nuestro planeta? El discurso es muy distinto. Nuestra forma de consumir tiene un impacto ecológico en nuestro territorio, pero ese impacto es mucho mayor en aquellos territorios donde se producen alimentos a bajo coste, con unas connotaciones sociales, ambientales y económicas brutales. Yo he escuchado en una entrevista de radio que me hizo sentir un dolor inmenso en la que la entrevistada venía a decir que en esta tendencia en la que estamos ahora sobre la alimentación generada en torno al veganismo, es más ecológico comer una legumbre no ecológica producida en el Tercer Mundo que comer un chuletón producido en Galicia o en la Sierra de Madrid. Ese discurso cada vez tiene más altavoces, muchos más de los que tenemos nosotras. La producción animal está en el punto de mira, y debemos ser conscientes de que como sector tenemos muchos retos, también que nuestra comunicación llegue a la sociedad. O acercamos producción y consumo o vamos a tener un problema muy grave.

Además de en la defensa del territorio y del asociacionismo, su proyecto también se asienta sobre la idea del empoderamiento de la mujer campesina.

Para mí es una parte muy importante tanto de este proyecto como de todo lo que hago a nivel de iniciativas sobre el territorio. Es necesario continuar esa senda de visibilización de un trabajo de muchísimas décadas de muchísimas generaciones de mujeres. El problema no es que no estemos ahí, porque representamos el 50% de la mano de obra que está detrás de la producción de alimentos, pero ese potencial se pierde porque no estamos allí donde se toman las decisiones. A nivel del cooperativismo agroalimentario seguimos sin estar en los consejos rectores. Somos el 50% de la mano de obra, pero si nos fijamos en los puestos de mayor rango, como presidencias, etcétera, en Galicia no llegamos al 4%.

A nivel administrativo, tampoco. ¿Cuántas alcaldesas, cuántas conselleiras de Agricultura?

Ana Corredoira, de A Cernada, y Marta Álvarez, de Granxa Maruxa.
Ana Corredoira, de A Cernada, y Marta Álvarez, de Granxa Maruxa. Cedida

El hecho de lograr una mayor representación en las estructuras políticas, sociales y económicas es un reto porque es una necesidad. Si queremos que realmente se produzcan cambios significativos en los modelos productivos y que la componente de futuro siga ahí, si queremos que las nuevas generaciones, sobre todo las mujeres, vean un escenario de futuro y de posibilidades, que su capacidad puede contar, necesitamos cambiar esa imagen. De nuestro rural y de nuestro modelo productivo. Es fundamental visibilizar referentes, y los referentes no tienen por qué ser casos de gran éxito, pero sí conocer la realidad de tu comunidad. Siempre lo digo: a las escuelas habría que llevar la realidad de cada comunidad. Si en el colegio no se habla de la ganadería y la agricultura como profesiones, los chavales no los van a concebir de esa manera. Seguirán pensando que su madre es ama de casa, cuando a lo mejor lleva el paso de una ganadería. Las mujeres son las que más limitaciones y dificultades van a encontrar para quedarse o incorporarse a proyectos agroganaderos, probablemente porque no encuentren referentes en sus territorios. Y porque la visión de que el rural es atraso no es exclusivamente urbana, también está muy imbricada en el ADN rural. Ahora no tanto, igual es porque ya llevo unos años aquí y la gente se lo toma un poco más en serio lo de que vine para quedarme, pero al principio... Cuidadito.

Lo dice porque usted hizo una carrera universitaria y eso es sinónimo de irse.

Claro, lo veían como un fracaso, o como una obligación, porque mi padre había muerto. No cabía la opción de que yo viera en este proyecto, en mi vida aquí, mi futuro.

Y usted sí lo veía. ¿Ya lo sabía cuando se fue a estudiar Biología?

Nunca fue un viaje de ida y vuelta, realmente. Me formé porque creo en la formación como una herramienta de valor añadido, porque así me lo inculcaron mis padres. Entendían que era necesario que aprovecháramos las posibilidades de formación que nos podían ofrecer, que fueron oportunidades que por otra parte ellos no tuvieron. No fue un viaje de ida y vuelta porque yo nunca me marché. Ni yo ni tampoco mi hermano, que está haciendo un doctorado, depositó la tesis hace quince días y trabaja a tiempo completo haciendo la jornada de dos personas. Se está perdiendo la cultura del trabajo. A lo mejor suena un poco raro, un poco tradicional, pero es la realidad. A nosotros nos inculcaron la cultura del trabajo y del esfuerzo. ¿Y este es un medio de vida que significa esfuerzo, sacrificio y dedicación? Sí que lo es, pero también es la manera de implicarte y adquirir un compromiso real con lo que haces.

¿Por qué estudio Biología?

"La gente que vivimos en el rural estamos en un nivel bajísimo de autoestima"

Siempre fui mujer de ciencias, mi hermano también, es químico. A mi padre le hubiera gustado que fuera médica, pero yo no le veía sentido. Pensé en Veterinaria, pero sin demasiado interés. En el tramo del bachillerato tuve una profesora de Biología que me marcó bastante, muy motivadora e inspiradora. De la biología me gusta todo, me parece una carrera tan amplia, tan bonita, tan hermosa... Estudié tantas cosas tan distintas, pero tan correlacionadas y tan aplicables al territorio: edafología, microbiología, bioquímica... Hice Ambiental y Molecular.. Todo un mundo.

En el rural hacer una carrera es casi sinónimo de emigrar, no se entiende que un campesino o un ganadero puedan acceder a una formación universitaria para quedarse.

Yo formo parte de una generación a la que se nos decía fórmate para marchar. Te lo decían los dos vecinos ganaderos, las dos vecinas... En mi casa nunca escuché eso, a mi padre le costaba mucho decirme que tenía que quedarme, lo hacía con mucho tacto porque tenía un poco de miedo de que no me fueran las cosas todo lo bien que él quería o entendía que me merecía. Siempre tengo ese tono de agradecimiento hacia él no de manera despectiva hacia mi madre, porque a mi madre la tengo aquí conmigo y puedo agradecerle todos los días lo que significa para mí y los valores que me transmitió. A él no lo tengo aquí para agradecérselo. Y probablemente nunca le agradecí lo suficiente el hecho de haberme convertido en la mujer que soy. Mi padre fue una de las personas que más me ayudó a empoderarme, el que me obligó a enfrentarme a mis miedos. Yo pensaba que era capaz de hacer todo lo que me propusiera. Es la mayor muestra de afecto y de cariño. Él pensaba que yo era capaz de hacer todo. ¿Que yo tenía catorce años y había una auditoria de Sanidad? Pues venga, te enfrentas a tres auditores que vienen a despellejarte viva, porque eres capaz de hacerlo. ¿Pero cómo no lo vas a hacer si sabes de qué va todo, si llevas años mamándolo? Probablemente soy lo que soy gracias a esa energía y sobre todo a ese orgullo. También hay que recuperar la autoestima. La gente que vivimos en el rural estamos en un nivel bajísimo de autoestima, gente derrotada, agotada, contando los días para la jubilación... Eso es super triste. Y aún encima gente que se ha quedado sola, porque la mayor parte de la gente de mi edad se ha marchado.

¿Ve usted alguna diferencia en las características de la España vaciada y de la Galicia vaciada?

Hay una iniciativa no sé si política o sólamente asociativa y reivindicativa, Galicia Baleira, que viene a hacerle un guiño a todo ese movimiento de la España rural. Esto no tiene nada que ver con la realidad de, por ejemplo, Teruel, o de la Laponia del sur. Las zonas interiores de Lugo y Ourense son las que mayor parecido tienen a nivel demográfico, pero tenemos una realidad social y de estructura del territorio muy distinta. La conexión de la vida cultural con el rural también está permitiendo que ciertas comarcas estén resurgiendo. A Ulloa se está convirtiendo también en receptora de gente, en los últimos años se ha instalado aquí gente de fuera atraída por el movimiento que hay a nivel de producción, por los proyectos, por el movimiento asociativo, por el movimiento cultural... El Festival Agrocuir [un evento que se celebra desde hace años en la comarca y que tiene por objeto reivindicar la diversidad sexual y de género en el entorno rural] ha sido como un punto de encuentro para poner en valor esa diversidad, de reivindicar desde el rural el discurso de que somos un espacio abierto, comprensivo y acogedor. Tenemos que recuperar el discurso integrador porque somos deficitarios en mano de obra y porque probablemente una de las opciones que tenemos de cara al futuro sea convertirnos en un territorio integrador, tendiéndole la mano a la población inmigrante, a colectivos que puedan encontrar un espacio que sea lo más parecido a un hogar. Nosotros ahora tenemos a un trabajador senegalés que se instaló aquí en A Cernada, y que es ahora nuestro vecino. Es un reto, y es un ejemplo de que el rural es un espacio acogedor, probablemente mucho más que las ciudades.

¿Qué fue de Campanilla, su vaca preferida de niña?

¡Ay, mi Campanilla! Ya nos dejó. Estoy viendo ahora una de las últimas imágenes, aquí en el prado junto a la casa. Campanilla nos dejó, vinieron otras y sigo teniendo el mismo problema, y es lo que me cuesta despedirme de ellas. Ahora también tengo un compañero de trabajo que es un chaval muy joven, aunque es un chaval urbano, que vivía en Barcelona y que se vino aquí, tiene familia. Sabía que quería vacas desde que era un niño y se formó para trabajar en granjas. Es el discurso de la esperanza. Hay generaciones que sin tener un vínculo directo con el rural, aprecian y valoran el sector y quieren formar parte de él. También tenemos que ponernos las pilas para aprovechar ese potencial, porque es mucho.

Me parece muy metafórico un truco que usted usa para vencer el miedo escénico en charlas y conferencias, que es imaginarse a su auditorio como vacas. "Todos sois vacas", dice.

"Yo defiendo el apego no sólo al territorio, también el apego a las relaciones personales"

Para mí la vacas son parte de mi familia. No las recuerdo dentro de casa, pero sí las cortes [cuadras ubicadas en la parte inferior de las casas en las viviendas antiguas de Galicia], antes de reformarla. Trabajamos con seres vivos y eso implica un nivel de exigencia brutal, de guardia las veinticuatro horas del día. Es lógico. No es cuestión de que a mí me apetezca trabajar muchísimo, pero es que tengo un rebaño de cien vacas y son mi responsabilidad, tengo que garantizar sus condiciones de vida. No es un discurso ni poético ni bucólico del rural, también hay que romper con ese exceso de discurso literario. ¿Que es bonito vivir en contacto con la naturaleza? Por supuesto, es una experiencia agradable que nos reporta muchísimos beneficios a nivel personal y profesional, por supuesto, pero tampoco disfracemos demasiado el discurso para que lo compre la ciudad. Porque estará comprando humo, y cuando se dé cuenta de que es humo, a lo mejor no le gusta. Tratemos de vender las cosas como son. ¿Esto es un paraíso? Sí que lo es, yo no cambio la vida aquí por nada del mundo. También porque es mi casa, claro. ¿Por qué decido volver y quedarme aquí? Porque para mí esto significa casa. También tiene ese componente. Yo defiendo el apego no sólo al territorio, también el apego a las relaciones personales, que para mí son importantes en mi día a día. Promocionar profesionalmente teniendo que dejar atrás tu vida, para mí no es un éxito. Y que nos vendan esa imagen de que el progreso y el desarrollo profesional tiene que pasar por ese individualismo de ser el mejor, tu mejor versión, llegar más lejos, promocionar constantemente... Hacer ese camino en solitario no me parece un éxito. Y lamentablemente es lo que se nos ha ido inculcando a las generaciones más jóvenes. En algunos casos lleva a la frustración,. Hay mucha gente que decide irse porque se quiere ir, pero mucha otra se marchó empujada por lo que se esperaba que hiciera, porque la sociedad del momento en el que le tocó tomar la decisión de coger o no la maleta, lo impulsaba a hacerlo así, porque se entendía que ese era el camino del éxito. Y hay que tener mucho cuidado con los caminos del éxito.

¿Cómo la identifico en la entrevista? ¿Ganadera, labrega, bióloga?

Ganadera, sí, labrega. Perfecto. A veces nos ponen etiquetas, y una de las que más me cabrea es la de emprendedora. ¡Madre mía! ¡Cuidado con la palabra emprendedora! Es un término que surge de cómo creamos expectativas. Cuando me ponen ese título se genera un expectativa en torno a mi trabajo, y la vida no es eso. Ni podemos estar constantemente innovando ni haciendo cosas nuevas, hay que poner un poco en valor el ejercicio de las buenas prácticas. Coño, si algo funciona, si algo está bien, se puede copiar, no necesitamos ser todos superinnovadores y superdistintos. No. Hay que poner en valor que hay que hacer las cosas bien. Y eso también crea comunidad. Si algo funciona a nivel de sector, lo bueno sería que lo hiciéramos más o menos todos.

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