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Batania, el poeta de contenedores y fachadas de Madrid: "Soy antiespañol, antirracista y antifascista"

Batania y sus obras.
Batania y sus obras.

Batania-Neorrabioso es hombre y es Vanessa Boots; es vizcaíno (Lauro, 1974) y antivasco, pero también antiespañol, y todo en el mejor o el peor de los sentidos, el que expresa uno de sus aforismos: "Si se moja tu bandera, no se te ocurra escurrirla porque podrías mancharte de sangre". Detrás de su seudónimo hay un nombre en el que no se reconoce bien. En cierta ocasión, le llamé Alberto y me enmendó: "Batania, por favor".

Vive en Madrid desde hace 16 años, hoy en día "solo y apergaminado entre sus gatos y sus libros". Durante nuestro intercambio de mensajes, insistió en lo de "solo" varias veces, pero sin insinuar ninguna clase de melancolía secundaria que refuerce el estereotipo del poeta sufriente disipando brumas con sus versos. Es uno de esos personajes a los que uno visualiza sonriendo, a mitad de camino entre sus naive ensueños amorosos y la cólera de su animal político, al que por cierto odia. "Soy un alegrista dictatorial", nos dijo algo más tarde. "Tan dictatorial que no puedo aguantar a los tristes y cuando me encuentro con uno de ellos hago lo posible por librarme de él".

Batania trabaja de conserje nocturno, aunque se le conoce, sobre todo, por sus poemas y sus pensamientos o, para ser más preciso, por sus pintadas en las fachadas y los contenedores que suele utilizar como soporte de sus textos. Es difícil discernir dónde termina el verso y en qué lugar comienza la provocación. Probablemente, no hay fronteras entre ambos. A las 4.24 PM, hora española, del domingo, 24 de enero, había "intervenido" 502 paredes y 1588 cubos de basura. Lleva un inventario mental de todos sus trabajos. La noche precedente a nuestro último intercambio de mensajes pintó varios aforismos sobre siete contenedores. Y esta vez lo hizo travestido, aunque eso no es lo habitual.

Es un artista "popular" en todas las acepciones de ese término —más de 40.800 seguidores en Instagram. Pero dice que lo es a su pesar. "Mil veces he dicho ya que a la Literatura española le deseo lo mejor como literatura y lo peor como española. Nunca he tratado de ser un poeta popular español. Es evidente que soy antiespañol, antirracista y antifascista".

Teníamos la intuición de que a Batania no le interesa ya charlar con reporteros, ni exponerse en los papeles de ese modo algo frenético en que lo hacía hace siete u ocho años. Entre 2014 y 2016 rechazó cuarenta propuestas de entrevista por temor a convertirse en un "mono de feria", la clase de escritor propia de nuestros tiempos con más prensa que obra. "Además, no me gusta lo que digo", nos aclaró. "Conceder una al año para corregir todas las bobadas que dije en la entrevista precedente es más que suficiente". Inferimos de lo que dice que usará su próxima entrevista para enmendar la que aquí reproducimos.

Pero en contra de todo pronóstico, Batania aceptó charlar no solo de su trabajo de escritor, sino de ciertas cuestiones biográficas transversales como su identidad sexual fronteriza. Llegamos a Vanessa Boots —su, digamos, alter ego— dando palos de ciego porque él mismo nos guió a través de nuestra confusión y nuestra ignorancia. Ninguna de las preguntas del primer borrador de cuestionario que le hicimos llegar hacían alusión a ella. "Lo que pasa es que no me lees nada", me reprochó. Y es verdad, él mismo había hecho menciones en varias entradas de su blog a su travestismo y a la elección de sus modelos. Gracias a ello averiguamos que se siente más cerca de Rihanna que de Kate Middleton.

Tras varias horas del simulacro de conversación que es intercambiar mensajes por el WhatsApp, Batania aseguró que había dejado de interesarle responder a más preguntas, al tiempo que nos invitaba a usar con libertad la entrevista precedente. Parece razonable ponerla por escrito: la entrevista y parte de la metaentrevista.

En circunstancias normales, hubiera sido íntegramente escrita en estilo indirecto, pero hay una exigencia adicional aquí de literalidad, no solo en las respuestas, sino en la presentación de la propia arquitectura del cruce de mensajes, asincrónico y caótico. Fue completamente cordial hasta el final, hay que decir. Pero le inquietaba claramente que perdiéramos de vista lo esencial: Batania es escritor. Y luego, todo lo demás. También se sentía muy sorprendido de que nadie nunca antes le hubiera preguntado acerca de sus "travelosuras". Deseaba hablar de ello a toda costa.

Si fuera posible, hubieramos omitido el titular o lo hubiera reducido a una cadena de números binarios o una ristra de criptogramas. Existen precedentes de ello como el de los opositores cameruneses a Paul Biya, que dejaban en blanco las partes de periódico que suprimía la censura. No hubo censura aquí, pero sí cierta confusión acerca de qué es lo esencial de nuestra charla y qué parte de lo no esencial no compromete al resto. Ante la duda, hemos volcado la conversación en orden cronológico y hemos interrumpido la transcripción justo en el punto en el que aseguró: "Tú, Ferran, escribe lo que quieras y como quieras".

¿Ha tenido alguna vez alguna pesadilla verdaderamente horrible? No me refiero a algo liviano como ser Gregorio Samsa y transformarse en un artrópodo, sino a algo aterrador como convertirse en Benedetti y que la gente lea sus poemas y diga "qué bonitos"?

No, soñé tres veces que mi padre se moría y cuando se murió de verdad, aquellos sueños adquirieron retrospectivamente mayor terribilidad.

Es que tengo la sensación de que cada vez habla más de amor y haces menos crítica social. A lo mejor es que ya no está tan cabreado.

No, el Neorrabioso "completo" es el del blog, y en el blog he sido más político que nunca en los últimos cuatro años, político hasta darme asco, porque lo político es sectario y obsesivo. Ahora bien, desde hace nueve meses [once, cuando se publica la entrevista] lo he dejado de lado porque contraje el coronavirus en marzo y, aunque me dieron el alta en mayo, me han quedado muchas secuelas, algunas tan graves como la pérdida de mucha memoria. Me duele continuamente la cabeza y no consigo concentrarme en nada. Me ha quedado un cerebro bonsai que no me sirve más que para escribir tuits, que es la unidad mínima de creación, por eso he vuelto a Twitter y por eso casi mi única actividad creativa se limita a los cubos de basura. Y como los médicos me dijeron que leer diarios o meterme en polémicas era malísimo para lo mío, he dejado la política durante un tiempo, al menos hasta que me recupere un poco (si es que me recupero). Dicho eso, tengo que aclarar que yo he odiado mi obra política siempre y me he prometido muchas veces no escribir ni una sola línea más desde esa zona porque me parece de una calidad bajísima: sin fantasía, sin poder metafórico, sin comprensión de todas las partes...

He observado también que finalmente ha optado por los contenedores de basura como soporte. ¿Es que ya no se ve escribiendo sobre las fachadas de los bancos? ¿O acaso es el mejor modo de eludir el acoso policial y las sanciones?

Aquello fue mi etapa salvaje. No me arrepiento y hasta admiro un poco al chico que hizo eso pero... ¡es que aquel chico era de una vanidad...! Hacer pintadas así de grandes que se podían leer a cien metros de distancia es un poco fascismo; es un poco: "Por cojones me vais a leer, queráis o no queráis". En el cubo de basura, en cambio, las letras son tan pequeñas que muchas veces hay que acercarse para leerlas y los que no están interesados en mis porquerías apartan la vista y no tienen que "comérselas". En cuanto a los problemas con la ley, habré corrido dos docenas de veces, todas al principio, porque las primeras 502 pintadas las hice sobre paredes y algunas eran muy visibles para los vehículos policiales. Claro que en aquella época yo no era el gordo lento y lamentable en el que me he convertido y cogerme a la carrera no era fácil (por eso nunca sucedió). En Vizcaya me llamaban "el keniano" por mi velocidad. En una ocasión, un agente de la secreta me paró en la calle Baltasar Gracián cuando estaba haciendo fotos a una pintada que había hecho en la oficina de inmigración y me dijo: "Tranquilo, hacer fotos no es delito, pero que sepas que llevamos tiempo siguiéndote y tienes un problema. Sé que te consideras muy listo pero acabarás cometiendo un error". En otra ocasión recibí un correo de una empleada de limpieza donde la policía le pedía que no limpiaran mis pintadas porque antes debía pasar la brigada fotográfica a hacerles una foto. Ahora, con los cubos de basura, estoy más tranquilo. Aunque te acarrean la misma multa, doy por hecho que no van a hacerme nada. Es una pintadita que literalmente se borra con un trapo mojado.

Antes de contactarle pregunté por usted a un antiguo conocido común y me dijo que no sabía nada de ti desde hacía años. No le pedí detalles, pero sospecho que a los poetas les gusta la trifulca, todos esos egos grandes y heridos a punto siempre de colisionar...

Qué va. A mí no me gustan las peleas. Lo que pasa es que no tengo ningún talento social y cada vez que hay una gresca, abandono enseguida y vuelvo a la soledad. En realidad, entre los poetas hay menos riñas de las que se dice. Lo que hay es una sensibilidad demasiado grande. Creen ver trifulcas donde no hay nada. En cuanto al ego, sí, el mío es gigantesco, desde luego. Es tan grande que no me permite ver el de los otros. Ja, ja, ja... Yo no odio a ningún poeta. Ni siquiera recuerdo el nombre del 80 por ciento de los poetas que he conocido. Tampoco creo que haya muchos poetas perdiendo el tiempo con odiarme, dado el poco caso que yo le hago a nadie. [...] Por otro lado, siempre me he sentido mirado. Pero ya no siento la necesidad de ser mirado más. Lo que siento es el deseo de escribir mejor. Siempre he estado persuadido de que voy a conseguir todo lo que me merezco y si no lo he conseguido aún es porque no me lo merezco todavía.

Le gustan poco las banderas, a juzgar por su laxa identidad vasca. ¿Es que es un "mal vasco" o es que "viva la anarquía"?

De identidad vasca laxa, nada. Es mucho peor. Me dan un montón de náuseas los grupos territoriales, pero el de los vascos mucho más. Treinta años allí, macho, en el lugar con la idiosincracia más triste y más pobre y menos sensual y más moralista (de hecho, por eso odio en parte mi obra política, porque procede del moralismo que me inculcaron en Vizcaya). Yo no creo que sea un mal vasco sino que en puridad soy un antivasco, una persona que rechaza con toda su alma ese "nosotros". Hasta la pornografía confesional de mi obra procede de mi antivasquismo visceral, de hacer justo todo lo contrario de lo que me enseñaron allí. Hay algunas cosas que rescato de mi lugar de nacimiento, pero son cosas de Lauros [su población natal], no de Euskadi. Son cosas que los vascos no me lograron manchar. Ahora bien: yo a los vascos y a los españoles, uno a uno, les tengo respeto, pero verlos en manada con sus banderas y sus porquerías, glorificando el puto lugar donde nacieron por casualidad, me parece algo terrible, asqueroso y "vamos-Batania-toda-la-vida-contra-ellos".

Supongo que nadie ha robado todavía uno de esos cubos de basura sobre los que escribe aforismos para exponerlos en un museo, como una especie de Banksy de las letras.

Ja, ja, ja... Hay gente que dice que le gustaría tenerlo. Tengo pensado robar uno para poder pintar lo que quiera pero vivo en un cuarto y siempre lo voy postergando.

Lleva un inventario muy preciso del número de "razzias" que ha realizado. ¿Lo apunta en un cuaderno?

Nooo, el inventario es mi cabeza. Me prometí que en el momento en que no supiera cuántas pintadas llevaba lo dejaría. Pero lo recuerdo fácilmente porque regreso muy contento a casa y comienzo a hacer planes para hacer tantas o cuantas hasta junio o final de año. Anoche [fines de enero] hice otras siete, de manera que hasta el día de hoy, llevo 1588 pintadas con unos quinientos mensajes diferentes, además de las 502 que hice sobre paredes. Las hago siempre de madrugada y después regreso al mediodía a tomarles unas fotos.

¿Todas en Madrid?

Creo que hice una en Vigo y otras dos en Mallorca, pero no las contabilizo porque las hice protegido por la gente.

¿Está hoy enamorado?

No, ¡qué va! La verdad es que no necesito nada para activarme: veo a una chica guapa en el metro y ya me alegro todo el viaje. Incluso cuando tenía pareja pensaba en quince o veinte chicas al día. Estoy tan obsesionado con ellas que incluso quiero ser ellas, vestir como ellas, hablar como ellas (de ahí mi travestismo). Pero "enamorarme" lo que se dice "enamorarme" solo me he enamorado tres veces. Mis amores actuales y futuros van a ser como los de los poetas provenzales, que veían a una mujer de lejos y le escribían ristras de poemas. Me enamoro platónicamente de chicas que veo en la red. Existe una chica que me flipa mucho, Miss Vico, a la que le he escrito diez o quince pintadas, pero todo es más infantil que andar en patinete. Quedar con una chica, compartir cama, escuchar cómo mastica, tener que tocarla, todo eso ahora me parece deplorable. Casi no puedo creer que en el pasado fuera capaz de hacerlo.

Natalia, Iratxe, mucha gente celebraba aquella especie de amores renacentistas y su correlato poético. ¿Ha sabido algo de ellas?

De Natalia no sé nada y de Iratxe, tampoco. La culpa es mía porque cuando me encuentro con una ex siento ganas de besarla y lo paso mal. Entonces es mejor cerrar la tienda. Pero tengo buen recuerdo de las dos. Es que lo que no te he dicho es que en los cinco últimos años me he lanzado a la soledad de una manera salvaje. No he quedado con una chica ni para tomar un café. Me invitaron a un instituto hace un año y a los veinte minutos ya estaba ronco porque llevo cinco años sin hablar con nadie más de media hora, salvo con Paqui, la de la librería La Semillera. Eso me ha convertido en una persona más rara, más pasota, más colgada y mi travestismo, que antes practicaba de manera ocasional, ahora lo practico mucho más porque paso de todo. Ja, ja, ja... De hecho, esa es una de las razones por la que me flipa Miss Vico. Realmente yo, en mis enamoramientos con las chicas, también con Iratxe y Natalia, no solo quiero salir con ellas, sino ser ellas. Existe una simbiosis que es clave en mi obra amorosa. Y en cambio no sucede en la obra política, que escribo siempre enfadado, agresivo, cerrado en mí mismo, rencoroso, vengativo.

Disculpe, pero no sé quién es Miss Vico. No estoy muy versado en redes o influencers e instagramers y youtubers.

Es una peluquera maquilladora que cuenta unas historias alucinantes en Instagram. Y luego está más buena que el pan y es muy adrenalinera y no me entiendo.

Cuando habla de travestismo, ¿debería entenderlo en un sentido literal?

Sí, a Iratxe hasta le robaba la ropa. A Natalia no porque nunca llegué a vivir con ella y porque vestía casi como un chico.

Pues es la primera vez que escucho hablar de ello.

Tampoco quiero ser mujer todo el tiempo. Me gusta solo a ratos. Yo lo llamo "travelosuras". En mi Instagram hay una sección dedicada a mi travestismo. Y en mi blog quedan algunas dedicadas a ello. Llegó a haber más de cien, pero borré muchas, más por malas y repetidas que por otra cosa. He subido fotos mías travestida yendo a la librería La Semillera.

En tal caso, ¿puedo usarlas?

Pues claro, están publicadas y requetepublicadas. Lo que pasa es que luego me arrepiento porque me veo muy fea y trato de hacer nuevas mejores para parecerme a una chica de verdad.

¿Soy yo o acaba de salir del armario?

Llevo hablando de ello desde hace al menos siete años. En El hijo de Puskas escribí: "También me ocurre que me infantilizo y tremendizo: cada vez que salgo a la calle me gusta acudir a peluquerías femeninas, tiendas de ropa o bares regentados por mujeres, y cuando entablo conversación con ellas les suelo contar unas historias increíbles, todas rocambolescas, inmorales y falsas, que se acercan o incurren de continuo en el puterío, historias que también me invento cuando hablo con chicas por WhatsApp, a las que pido que me llamen Jennifer, Vanessa o maricón, solo por el placer de asombrarlas o escandalizarlas o hacerlas reír." [...] Ese relato lo escribí en marzo de 2015 y nada más publicarlo me metí en la cama acojonado y pensando: "Buff... ¡Menuda salida del armario!". Pero pasaron las horas y los días y nadie me dijo nada. Y ya en 2013 escribí un texto sobre Natalia donde decía que ella soportaba "mi travestismo ocasional" [...] Cuando escribía estas cosas, yo muchas veces me preguntaba: ¿son mis amigos verdaderamente amigos, si yo escribo estas cosas y ellos no comentan nada? [...] Incluso ahora, en 2021, hay gente que, por la vía del rumor, dice que yo he salido con fulano o mengano o que yo era más maricón que un palomo cojo desde 2010... Ja, ja, ja... Pero el problema es que ninguno me había leído. Y luego, además, es que no hay manera de explicarlo bien porque, o te conviertes en mujer para siempre, o no lo entienden. Yo diría que encajo en la categoría de una "sissy faggot". Búscalo en Google. Hay muchas referencias a ello en el mundo anglosajón.

Es probable que pensaran que era un acto de provocación o una boutade.

Batanúa es un nombre de país y de chica y Neorrabioso, el nombre de una respiración, un nombre de chico. Yo no he cambiado, empecé a travestirme a los diez años y he seguido haciéndolo toda la vida, lo que pasa es que desde 2015, como ya no salía con chicas y me aislé de todo el mundo, pues me dije: "¿Por qué no sales más de chica si en realidad te gusta?" Antes solo me vestía de mujer cuando era necesario para mi cuerpo: una vez cada quince días o al mes. En cambio ahora, en Carabanchel, salgo mucho más de Vanessa que de Neorrabioso. Me abrí una cuenta en Facebook como "Vanessa Boots" pero la eliminé porque me pasaba las horas hablando con otras travestis. Realmente no sé qué ocurriría si saliera con una chica. Estoy seguro de que me masculinizaría enseguida, pero sucede que, cuando dejo de salir con chicas, regreso a mi travestismo con fuerza.

Creo que es la primera vez que se explaya de este modo en una entrevista acerca de esto.

En una entrevista, sí. Pero es que flipo de que, con todas las que me hicieron en 2014 y 2015, nadie me preguntara por este asunto.

¿Y como lo interpreta?

No fue por transfobia, sino por el problema que padecemos el 99 por ciento de los poetas. Se llama "No nos leen". Incluso yo, que soy un poco popularcillo, me doy cuenta de que pocos me leen. Leen mis pintadas y punto. De hecho, lo de mi Vanessa, ¿sabes cómo se ha extendido? ¡Como un rumor!

Todo lo que estoy oyendo prueba su valentía.

No, Ferran, de valentía nada. Yo soy una persona sola, me da igual todo. [...] Lo mío es una gamberrada, lo que yo llamo "travelosura". Aunque no lo hago solo por hobby sino por necesidad. Si soy un hombre todo el tiempo, noto que mi cuerpo se carga, que me tenso, que estoy enfadado sin saber por qué. Y me basta ponerme unos taconazos y salir a la calle para volver a sentirme ligero y alegre. Estoy seguro de que mi travesti es además una venganza contra el vasco original, aquel al que le obligan a ser serio, discreto y a decir la verdad.

Antes de que a Batania le dejé de interesar esta entrevista, nos aclara amablemente que entiende que "el periodista manda. Tú escribe libre. Haz lo que quieras". Amén. No esperábamos menos.

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