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Cristina Peri Rossi, Premio Cervantes 2021: "Soy una francotiradora, una trapecista que realiza sus saltos sin red abajo"

Cristina Peri Rossi en una imagen.
Cristina Peri Rossi, escritora uruguaya ganadora del Premio Cervantes 2021.

La vida de Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) se ha vuelto un pequeño caos desde que hace unos días recibiera la llamada del ministro de Cultura, Miquel Iceta, comunicándole la concesión del Premio Cervantes. 

Un inoportuno broncoespasmo le ha impedido disfrutar plenamente de ese "digno colofón", como lo ha definido, si bien su carrera literaria no ha concluido ni mucho menos ("tengo un libro inédito de poemas, otro de relatos y una novela para publicar"). A sus 80 años (recién cumplidos el viernes), la escritora uruguaya afincada en Barcelona ha visto reconocida una dilatada trayectoria (publicó su primer libro de relatos, Viviendo, en 1963) en la que ha abordado géneros diversos con una mirada siempre original, rupturista, audaz. Su indagación en los recovecos de la identidad sexual y su preocupación por las marcas interiores que deja el exilio han atravesado buena parte de su obra narrativa, poética y ensayística.

Muy comprometida en su juventud con los valores de la izquierda ("sigo siendo una humanista"), Peri Rossi abandonó Uruguay en 1972, cuando el país se encaminaba ya hacia una dictadura cívico-militar. Desde entonces, y salvo una breve estancia en París (donde trabó una sólida amistad con Cortázar, de la que daría cuenta en un libro), ha vivido en España. A contracorriente de todas las modas y alejada de las "capillitas" literarias, ha desdeñado ofertas de los grandes grupos editoriales y ha sido fiel a pequeños sellos independientes de exquisito catálogo, como Menoscuarto (novelas y relatos) y Cálamo (poemarios y un libro de memorias). "Soy una francotiradora, una trapecista que realiza sus saltos sin red abajo", se confiesa Peri Rossi en una entrevista con Público.

Usted ha recibido varios premios a lo largo de su carrera literaria. El jurado del Premio Cervantes ha reconocido "la trayectoria de una de las grandes vocaciones literarias de nuestro tiempo y la envergadura de una escritora capaz de plasmar su talento en una pluralidad de géneros". ¿Qué supone para usted este reconocimiento?

Me hace feliz que el Premio Cervantes se me conceda como el reconocimiento a una vocación literaria que abarca mi vida entera. De ahí que escriba en todos los géneros. Para mí escribir es sufrir, gozar, usar la inteligencia, la sensibilidad y la imaginación. Un acto completo. Un privilegio por el que he pagado un precio carísimo, pero esos momentos de creación son plenos y al final de mi vida este es un digno colofón.

El jurado del Cervantes ha subrayado la "pluralidad de géneros" de su obra. En ese sentido, usted ha citado en alguna ocasión a Alejandra Pizarnik al hablar sobre las diversas voces de un autor. Esa diversidad le ha llevado a cultivar el cuento, la novela, la poesía, el ensayo. ¿Tiene alguna preferencia?

No. Cuando escribo poesía es porque siento poesía, cuando escribo una novela, la estructuro como una novela, cuando se me ocurre un relato breve, escribo un relato breve. No tengo preferencia. Depende de la inspiración.

Usted ha escrito mucho sobre la identidad sexual sin imposiciones sociales. Aunque la sociedad ha ido cambiando, ¿esas imposiciones continúan hoy presentes?

No hay cambios sociales sin un enorme coste de lucha, sufrimiento, sacrificio y a la vez resistencia. Por lo demás, nuestras vidas son muy breves para conseguir cambios en estructuras que vienen desde muy antiguo. Pero hay que luchar para que la sociedad sea más justa, más libre y más feliz.

La escritora mexicana Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, dijo que usted escribía sin red debajo. ¿Se siente reflejada en ese comentario?

Completamente. Nunca he tenido capillitas de apoyo, ni enchufes, ni he pertenecido a ningún colectivo. Soy una francotiradora, una trapecista que realiza sus saltos sin red abajo y creo que es justo que Elena Poniatowska lo haya dicho.

Su última novela, La insumisa (Menoscuarto, 2020), es su una única incursión en el género autobiográfico, si no tenemos en cuenta el libro Julio Cortázar y Cris (Cálamo, 2014). Su rebeldía arranca en esos primeros años sobre los que gira la obra. ¿Se considera todavía una insumisa?

Soy completamente sumisa a las leyes pero no a las convenciones sociales, a la injusticia, a la desigualdad y a las diferencias de clase, de color o de actividad sexual.

El exilio aparece en su obra fruto de su propia experiencia vital. El filósofo español Adolfo Sánchez Vázquez (exiliado en México) decía que el exiliado vive siempre escindido. Veía el exilio como un desgarrón que no acaba de desgarrarse. ¿Se identifica con esa reflexión?

Sí me identifico. Pero no es lo único que se puede decir acerca del exilio. Hay un exilio interior menos peligroso para el cuerpo pero muy doloroso para los sentimientos y la comunicación. También hay que saber asumirlo, con resistencia y soledad. Mi novela La nave de los locos (1984) comienza así: Extranjero. Ex. Extrañamiento. Fuera de las entrañas de la tierra.

Suele decir que le han echado de casi todos los sitios (Uruguay, España, Catalunya Radio, la Universidad Autónoma de Barcelona). No se ha plegado nunca a intereses editoriales o de otra naturaleza. ¿Se ha sentido cómoda con esa independencia pese a que le haya podido perjudicar de alguna forma?

Es el precio que hay que pagar por ser fiel a sí misma. En la vida no se puede tener todo. O se tiene fidelidad a los valores interiores o uno traiciona sus convicciones. En ese sentido he pagado un altísimo precio por ser quien quiero ser y no quien quieren los demás que sea.

La expulsión de Catalunya Radio por no hablar catalán en una tertulia, donde expresamente yo había dicho que aceptaba si podía hablar castellano, me pareció de una enorme deslealtad. Respondí también con insumisión y me permitió conocer quiénes eran cobardes y quiénes valientes adhiriéndose a mi protesta. Tuve muchas decepciones, pero hoy me siento dichosa por recibir este prestigioso reconocimiento que me compensa de muchos dolores.

Usted proviene de una tradición izquierdista. Rudolf Rocker decía que los nacionalismos son el auténtico opio del pueblo. El nacionalismo suele arrinconar los valores universales de la izquierda. ¿Cómo ha vivido el proceso soberanista catalán?

Sigo siendo una humanista, una universalista, casi como una hija del Renacimiento. Los nacionalismos consisten en creer que nacer en determinado lugar es un orgullo. Yo elijo a la gente por quién es, no por donde nació. No me gustan todos los españoles, ni todos los catalanes, ni todos los uruguayos; jamás se me ocurriría preguntarle a alguien de dónde es sino qué hace, quién es. ¿Usted no observó que en las películas del Oeste, a las que he sido aficionada, siempre se llama forastero al hombre que viene solo a caballo y que por supuesto es sospechoso solo por no haber nacido en ese pedazo de tierra? Seguimos siendo pueblerinos que creemos que nacer en un determinado lugar -que no hemos elegido- es una diferencia favorable. Para mí no es así. Para mí la diferencia es quién soy y el nacionalismo, una serie de costumbres folclóricas.

Tras la publicación de La insumisa, que aborda sus años de infancia y adolescencia, ¿se ha planteado escribir una autobiografía completa? ¿O tiene algún otro proyecto literario en marcha?

No me he planteado escribir una autobiografía completa porque yo casi nunca me planteo proyectos previos. Para mí la imaginación es el reino de la libertad y dejo que fluya espontáneamente. Además, no sé si la vida me daría la oportunidad. Pero sí puedo declarar que tengo un libro inédito de poemas, uno de relatos y una novela para publicar.

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