Público
Público

ENTREVISTA AL EXPRESIDENTE DE ECUADOR Rafael Correa: "Si a las empresas españolas les va bien, así sea la peor dictadura, aquí no pasa nada"

Rafael Correa
El expresidente de Ecuador, Rafael Correa. José Méndez / EFE

La campaña electoral que acaba de concluir en Ecuador ha tenido una imagen prohibida y una voz censurada: por orden del Consejo Nacional Electoral, el expresidente Rafael Correa no ha podido formar parte de ningún spot publicitario del candidato al que apoya, Andrés Arauz. Las encuestas coinciden en proyectar a este joven economista como ganador, aunque previsiblemente deberá enfrentarse en una segunda vuelta al banquero Guillermo Lasso. Dos modelos de país frente a frente. 

Correa vive desde 2017 en Bélgica. Si vuelve a Ecuador podría ser detenido a raíz de los procedimientos penales abiertos durante el Gobierno de quien era su compañero y acabó siendo su rival, el todavía presidente Lenín Moreno.

¿Qué se juega Ecuador en estas elecciones?

A mi criterio son las elecciones más importantes de la historia, porque Ecuador se juega continuar con el saqueo del neoliberalismo más burdo que quiere, entre tantas cosas, privatizar hasta el alma ecuatoriana, o volver a esas políticas que tanta prosperidad nos dieron entre 2007 y 2017. Con el neoliberalismo jamás vamos a conseguir el desarrollo, mientras que con las políticas progresistas de corte social se veía el avance día a día.

De cara a estas elecciones no solo le han impedido presentarse como candidato, sino que el Consejo Nacional Electoral ha prohibido incluso que usted aparezca en la propaganda electoral. ¿Cómo interpreta esa decisión?

La desesperación les hace caer en el ridículo. Si la gente creyera toda la difamación y tonterías que han sacado contra mí para tratar de destruirme moralmente y políticamente, serían los primeros en permitir mi imagen. Como saben que no les creen, prohíben mi imagen, mi voz, los jingles que digan "Correa presente". Todo esto es anticonstitucional y no solo atenta contra mis derechos humanos, sino también contra los políticos que quieren utilizar mi imagen. Es muestra del pánico que nos tienen y de que para ellos la Constitución es letra muerta.

¿Su ruptura y enfrentamiento con el aún presidente Lenín Moreno puede tener algo que ver con todo esto?

Es obvio que detrás de todo esto está el Gobierno. Pero cuidado, Moreno no me traicionó a mí: traicionó a la democracia. Eso en España sería imposible. ¿Se imagina al PSOE llegando al poder diciendo a y luego haciendo z? ¿Criticando al PP y luego siguiendo las políticas del PP de forma mucho más corrupta? Un gobierno así no dura dos meses. Hay serios indicios de que cuando Moreno estuvo en Estados Unidos se reunió con (el secretario general de la OEA, Luis) Almagro y con otros dirigentes recalcitrantes de derecha. Saben que en la primera vuelta no nos van a poder ganar, pero al menos quieren forzar una segunda vuelta en la que se unan todos contra nosotros.

A falta de conocer el desenlace de las elecciones en Ecuador, ¿en qué situación se encuentra a día de hoy la izquierda en América Latina?

Creo que con un gran impulso, con mucha vida. Cuando cayó el muro de Berlín teníamos que ser neoliberales. Nos hicieron creer que era el fin de la historia y que no había alternativa. A partir de 2014, cuando hubo un cambio en las condiciones del mercado internacional y tuvimos dificultades en las economías regionales, hubo una restauración conservadora muy fuerte por todos los medios: golpe de estado en Brasil, pérdida de elecciones en Argentina –donde en realidad perdieron contra el diario Clarín–, golpe de estado en Bolivia, traición en Ecuador. Sin embargo, esa restauración está muriendo más rápido de lo que le tomó nacer, porque ahora la gente sí tiene con qué comparar. La gente no es estúpida, y reacciona. Por eso el proyecto progresista está resurgiendo con mucha fuerza, como nos lo demuestra la victoria en Argentina o en Bolivia, el referéndum de Chile, la próxima victoria en Ecuador o el propio Brasil, donde tuvieron que meter preso a Lula porque si él era candidato, el presidente se llamaría Inazio Lula Da Silva.

¿Cree que sigue vigente el concepto de socialismo del siglo XXI en América Latina?

Por supuesto, más vigente que nunca. Lastimosamente la situación de Venezuela la han utilizado como punto de lanza para tratar de destruir esta construcción latinoamericana, pero hay una hipocresía total: Venezuela está bloqueada, tiene una economía de guerra. Venezuela tenía 50 mil millones de dólares en ingresos petroleros; en 2020 fueron 500 millones de dólares, la centésima parte. ¿Qué país puede subsistir así? Lo que dicen es que fracasaron las políticas socialistas. Eso es como encontrar un cadáver con 200 puñaladas en la espalda y decir que se murió por mala salud. En cualquier caso, está claro que tenemos que unir a las fuerzas progresistas que luchan por la justicia social, por la dignidad, por la soberanía y la integración de nuestra América.

¿Qué referencias o aliados pueden encontrar hoy los partidos de izquierda latinoamericanos cuando miran a España?

Para mí España ha sido una gran decepción. El Gobierno de Pedro Sánchez ha sido cómplice incondicional de Moreno. Nunca le interesó investigar la brutal persecución política que existía. De hecho, la diplomacia se ha mercantilizado: ya no importan los derechos humanos ni el orden constitucional. Si le va bien a las empresas españolas, todo está bien. Si a Telefónica le va bien en Ecuador, o el Gobierno ecuatoriano piensa rebajarle impuestos y aumentar las ganancias, así sea la peor dictadura, no pasa nada. El Gobierno español se prestó para extraditar a nuestro exjefe de Inteligencia, Pablo Romero. Puede dar fe de lo que digo Enrique Santiago, ahora diputado español, abogado de Pablo Romero, de cómo lo fue a buscar a Madrid Santiago Cuesta, consejero de Lenín Moreno, para decirle que si Pablo Romero me involucraba en un secuestro, no le iban a hacer nada y que tendría una vida próspera; por el contrario, si no lo hacía, lo iban a enterrar con juicio. Como Pablo Romero no vendió su conciencia, España lo extraditó. Ojalá alguna vez se analicen estos casos en el debate público español, porque lo que ha pasado es vergonzoso.

¿Cree que ha habido presiones sobre el Gobierno español para que actuase de esa forma?

Por supuesto, intereses económicos. Si en Venezuela hubiesen ocurrido todas las barbaridades que han ocurrido en Ecuador, ya habrían reconocido a 30 Guaidós. Como es contra la izquierda y el progresismo, que los aplasten, y se mira para otro lado.

¿Qué queda de las protestas sociales que removieron a América Latina en 2019?

Queda mucho. Nuestros pueblos no se dejaron engañar. Esas protestas pararon por la pandemia; si no hubiera sido por eso, los gobiernos entreguistas y neoliberales se habrían derrumbado como castillos de naipes. En Ecuador felizmente hay elecciones y se puede desfogar esa indignación con el voto. Estoy convencido de que pasada la pandemia, esas protestas se retomarán hasta que haya verdaderos cambios, sobre todo en países como Colombia y Perú.

¿Cree que la pandemia y sus consecuencias trágicas pueden agravar la situación anterior al coronavirus?

Sin duda. La pandemia está causando la mayor crisis de la historia. América Latina va a decrecer un 7,7%, mientras que en la crisis de 1929 decreció alrededor del 5%. Ecuador y Perú, los dos países más neoliberales, son los que peor han enfrentado la pandemia en América Latina, con mayor cantidad de muertos por cada 100.000 habitantes. Si no hubiese habido pandemia, 2020 habría sido un año de crisis para Ecuador. Finalmente no fue de crisis, sino de tragedia.

¿Ha hablado últimamente con Julian Assange?

Sólo hablé una vez con él, porque me entrevistó para Russian Today. Conversaciones privadas nunca hemos tenido.

¿Cómo valora la decisión de la justicia británica de rechazar la extradición de Assange?

Un paso al frente, pero absolutamente insuficiente. Nunca tendría que haber estado preso y ahora debería estar libre, después de todos los errores y atropellos a sus derechos humanos. Cuántos años de sufrimiento y suplicio por decir la verdad. Yo he sido jefe de estado y sé que todos los estados tienen que tener sus secretos, pero no crímenes de guerra: esos no son secretos, eso es impunidad. Pero además, no fue Assange quien lo publicó, sino distintos diarios. Claramente, se está yendo contra el eslabón más débil de la cadena. El caso Assange es paradigmático a la hora de reflejar la hipocresía que reina a nivel mundial.

Si mañana hubiese otro Assange perseguido por hacer público lo que el poder quiere ocultar, ¿lo volvería a apoyar?

10.000 veces, sin pensarlo. Hemos apoyado a una persona que no tenía la más mínima probabilidad de ser juzgada con el debido proceso. No le dimos asilo por haber revelado secretos, sino porque había un alto grado de que lo extraditaran a Estados Unidos, y estaba en riesgo hasta su propia vida.

En caso de que Andrés Arauz sea el próximo presidente de Ecuador, ¿usted va a tener algún papel en ese Gobierno? Y en ese caso, ¿lo tendría en Ecuador o desde el exterior?

Mire, yo tengo 39 investigaciones penales, más que el Chapo Guzmán, Pinochet y Al Capone juntos. Es de risa. Sobornos, secuestro, homicidio, mal manejo de avión presidencial… cada día me despierto pensando a ver qué nueva acusación me han puesto. Nos juzgaron jueces temporales, hubo fraudes procesales clamorosos. Cuando cambie la situación política, hay jueces que sin presiones van a derrumbar todas esas mamarrachadas, y si no lo hacen los jueces ecuatorianos lo harán jueces internacionales. Andrés Arauz ha dicho que si él gana quiere que lo asesore. Se le puede asesorar de forma telemática. Yo siempre estaré a la orden de Andrés y de mi patria, pero mi plan de vida es continuar viviendo en Bélgica, donde está mi familia, y dedicado a la vida académica, escribiendo libros que tengo como proyectos y que ya habría terminado si no fuese por esta brutal persecución.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?