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EXPRESIDENTE DE COLOMBIA Ernesto Samper: "Para el progresismo no es bueno lo que está pasando en Nicaragua ni lo podemos reivindicar"

Ernesto Samper
El expresidente de Colombia, Ernesto Samper, en una imagen de archivo.  Mariscal / EFE

Ernesto Samper (Bogotá, 1950) está vivo de milagro. En 1989 resultó gravemente herido en un atentado que le costó la vida a su compatriota José Antequera, por entonces candidato de la izquierdista Unión Patriótica (UP). Samper sobrevivió y cinco años después se convirtió en presidente de Colombia. Hoy reivindica con fuerza los acuerdos de paz alcanzados con las FARC y advierte sobre aquellos que quieren volver a los tiempos duros y violentos. Lo hace desde la cafetería de un hotel en Vitoria, capital del País Vasco, donde ha estado para mostrar su respaldo al proceso de paz en Euskadi.  

El expresidente colombiano se reafirma hoy en la apuesta por el diálogo como única vía para la resolución de conflictos, apoya la decisión  del Gobierno español de poner fin a la política penitenciaria de excepción aplicada contra los presos de ETA y pronostica un regreso del progresismo a los gobiernos de América Latina. De todo eso habló, café por medio, en una entrevista ofrecida a Público.  

¿Cuál es el motivo de su visita a Euskadi?

He venido a raíz de una invitación del Foro Social para hablar sobre el proceso de paz en Colombia, y cómo ese proceso de paz podría tener alguna significación para las propias circunstancias de fin del conflicto que se vive aquí. También he venido a Euskadi porque con el apoyo del Gobierno Vasco estamos desarrollando unas mesas humanitarias en zonas de conflicto. Hay que tener en cuenta que el conflicto con las FARC desapareció formalmente, pero quedan unas cuatro o cinco zonas en Colombia en las que se estaría reactivando el conflicto armado. Por eso es tan importante contar con mesas humanitarias en esos sitios que permitan identificar los factores objetivos que están generando el resurgimiento del conflicto y conjurarlos desde un punto de vista humanitario.

¿Cómo avanza el proceso de paz en Colombia?

El proceso de paz en Colombia avanza a pesar del Gobierno. En esa línea, hay dos hechos relevantes que no se pueden desconocer. Por un lado, la desmovilización masiva de las FARC: 13.000 combatientes abandonaron las armas, se concentraron en sitios de integración previstos para tal fin y hoy en día se están reinsertando en la sociedad civil. Este es un hecho que no se puede negar y que tampoco es resultado de la voluntad de este gobierno. En segundo lugar, el sistema de justicia transicional que se acordó como puente para pasar del conflicto al posconflicto también ha recibido un sólido respaldo internacional. Es esa justicia la que va a permitir que realmente, sobre la base de la verdad, se puedan construir alternativas de reconciliación.

¿Está al corriente de la situación del proceso de paz en Euskadi?

Sí, he podido seguirlo. De alguna manera, todos los procesos de reconciliación son cortados con la misma tijera. 

El Gobierno español ha decidido dar una serie de pasos en materia de política penitenciaria, acercando a presos de ETA a cárceles vascas o próximas al País Vasco. ¿Cree que es una medida correcta?

Por supuesto. Además, no es el resultado de una concesión: el derecho que tienen los presos de estar cerca de sus familiares es algo que está previsto dentro de las normas humanitarias universales. Lo celebro, porque sin duda este era un factor disruptivo en el proceso de reconciliación vasca.

En estos casos, ¿existe el riesgo de una utilización política del sufrimiento y del terrorismo? Es algo que aquí se le suele achacar precisamente a la derecha…

Sí, es verdad. Es un proceso que en Colombia llamamos de revictimización y consiste en la utilización de las políticas de las víctimas para exacerbar su dolor. Siempre existe la tentación, especialmente por parte de los gobiernos de derecha, de utilizar la revictimización como un factor para legitimar la vía de la confrontación y de la "lucha antiterrorista" como único camino posible para superar la situación de conflicto.

¿La lucha antiterrorista en Colombia provocó violaciones a los derechos humanos?

Por supuesto. Hay dos maneras de entender una situación de enfrentamiento armado como la que se vivió en Colombia en los últimos 50 años, que produjo 280.000 víctimas mortales y 9.000.0000 de víctimas de distintos fenómenos relacionados con ese enfrentamiento. La primera manera de entenderlo es que lo que había en Colombia era una amenaza terrorista que solo se podía combatir a través de la confrontación armada, y eso excluía por supuesto la aplicación de las normas del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. La segunda tesis, que fue la que finalmente se abrió y la que permitió llegar a firmar los acuerdos de La Habana en 2016, era que en Colombia existía un conflicto con unos actores armados, y esos actores armados tenían que someterse a las normas del derecho internacional humanitario.

La Fiscalía de la Corte Penal Internacional ha cerrado recientemente el denominado 'Caso Colombia', que estudiaba presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos por distintos actores. ¿Qué opinión le merece esa decisión?

Me parece muy preocupante. De alguna manera, no se trataba simple y sencillamente de que la Corte Internacional actuara judicialmente, sino que al tener abierto este caso era como una ventana de observación de lo que estaba sucediendo en Colombia. Pese a que están asesinando a un líder social de forma diaria o a que el Gobierno ha presentado propuestas para acabar con la justicia transicional, el fiscal, por razones que ignoro, tomó la decisión de cerrar el 'Caso Colombia'. Lamentablemente, son dos ojos menos que no van a ver lo que está pasando en nuestro país.

En los últimos meses han llegado imágenes inquietantes sobre la represión policial en Colombia. ¿Se han violado los derechos humanos?

Lo que ha sucedido en Colombia, como en el resto de países de América Latina, ha sido que el efecto de la pandemia ha supuesto un relajamiento de los controles democráticos, lo que se traduce en el desconocimiento del derecho a la protesta social o un uso excesivo de la fuerza contra manifestaciones sociales. Antes de la pandemia se estaba viviendo una primavera latinoamericana con estudiantes protestando en Chile, Colombia, Perú… se estaba configurando un cuadro contestatario que iba a tener un efecto benéfico en el replanteamiento de ciertos temas. Lo cierto es que la pandemia de alguna manera dejó esas manifestaciones en "modo avión". Cuando esas protestas volvieron a producirse, fueron respondidas con una fuerza inusitada. Estamos hablando de la criminalización de la protesta social, algo que ha sido una deriva en el comportamiento político latinoamericano.

Ernesto Samper
El expresidente Ernesto Samper en una imagen de archivo. EFE

¿Cómo ve ahora mismo a la izquierda en América Latina?

Creo que el péndulo está dando vuelta nuevamente en la región y estamos regresando a gobiernos progresistas, lo cual es una buena noticia sobre todo para los sectores empobrecidos. Yo estoy en la coordinación del Grupo de Puebla, que no es una coordinación de partidos ni de ONG, sino que somos unos 50 o 60 dirigentes progresistas –entre los cuales estamos 12 expresidentes– que estamos trabajando precisamente en un proyecto político solidario que busca reemplazar al fracasado modelo neoliberal. 

Durante el mes de noviembre se celebran elecciones en distintos países de América Latina, las primeras en Nicaragua. En este caso, ¿cree que se dan las condiciones democráticas necesarias para que se celebren las votaciones?

Lamentablemente, no hay garantías democráticas en estos momentos en Nicaragua. Para el progresismo no es una buena noticia lo que está pasando allí ni lo podemos reivindicar. Debo decir también que estamos registrando hechos positivos, como por ejemplo que Venezuela está regresando por el camino de la democracia a una estabilidad que fue seriamente alteradas por los bloqueos económicos y humanitarios. De aquí al año entrante, siete países latinoamericanos vamos a estar en un proceso de elecciones para renovar sus gobiernos, y yo espero que en la mayoría sea a través de propuestas progresistas, empezando por el mío. Brasil seguramente se renovará, Chile está caminando hacia una opción progresista, también es posible que regrese el progresismo en Honduras…

Acaba de mencionar el caso de Chile, donde también se experimenta un crecimiento del fenómeno de ultraderecha. En España ha ocurrido algo similar con Vox. ¿Considera preocupante el crecimiento de esa extrema derecha española?

Vox está tensionando la política española, introduciendo unos factores de confrontación emocional que ya se habían superado. Creo que en la política española todavía existe el fantasma del franquismo como una amenaza de desconocimiento de las libertades y de impedimento de la movilización democrática. Eso es lo que está introduciendo Vox en el discurso político no solo en España, sino que también trata de introducirlo en América. Allí simplemente lo vemos como una manifestación histérica de una fuerza política anacrónica que utiliza el miedo como sistema de atracción.

Cuando miran a Colombia, tanto Vox como el PP se suelen reflejar en el uribismo. ¿En quién se refleja usted cuando mira a España?

Bueno, aquí tenemos un gobierno progresista. Yo podría identificarme con una especie de PSOE a la izquierda. Digamos que estoy entre el PSOE y Podemos. En cualquier caso, no me parece útil volver a las tribus ideológicas. Yo creo que tenemos que ser prácticos. La gente de izquierda tiene que aterrizar, no podemos seguir discutiendo sobre utopías. Ahora mismo hay temas muy prácticos que nos van a volver a acercar a las bases, como la discusión sobre el acceso universal a las vacunas, el establecimiento de una renta básica en América Latina para sacar a la gente de la pobreza o la superación de las desigualdades sociales.

Tal como usted decía antes, se aproxima también un ciclo electoral muy importante en Colombia. ¿Va a tener usted algún tipo de participación en ese proceso electoral?

Yo he trazado mi línea en Colombia de una manera muy clara: voy a estar con un candidato que de manera creíble asegure la continuidad del proceso de paz que se firmó con las FARC y la reactivación del proceso de negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que es el capítulo que nos falta para completar la paz en Colombia. Además, un gobierno que de cara a la pospandemia no aplique las recetas neoliberales que nos han hecho tanto daño, sino las recetas solidarias que espero que se aprueben en el Grupo de Puebla.

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