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Flamenco Rosario La Tremendita: "Me aficioné al flamenco desde el vientre de mi madre"

Rosario La Tremendita publica nuevo disco, 'Tremenda'.
Rosario La Tremendita publica nuevo disco, 'Tremenda'. Toni Kuraga / CEDIDA

Rosario La Tremendita (Sevilla, 1984) lleva el flamenco en sus venas trianeras. De familia de cantaores por parte de padre, de bailaoras por parte de madre, se crio en peñas y concursos, cantando por derecho, hasta que la silla le quemó. Letrista, compositora, percusionista y bajista, revolucionó lo jondo desde dentro y fue nominada en dos ocasiones a los Grammy Latinos. Ahora publica nuevo disco, Tremenda, un anticipo electrónico de lo que vendrá en primavera: idénticas canciones y su misma voz, pero solo acompañada de diez guitarras de empaque.

Qué frío, ¿no?

Hace mucho frío en Madrid, pero también en Triana, donde no estamos acostumbrados a esto ni tenemos las casas acondicionadas. Y con el Guadalquivir y la humedad…

Pero las terrazas en Triana están a reventar…

Porque no nos podemos quedar encerrados. Aunque sea con 300 chaquetones encima, nos vamos a una terraza.

¿Qué le pone la piel de gallina?

La autenticidad, la honestidad y la gente que conecta con su sangre y con sus vísceras. Me gusta lo calentito [risas].

Si Sevilla marca, Triana más.

Imagínate. Es un barrio donde hay una forma de ser, de respirar y de entender la vida. Y yo, evidentemente, pertenezco a eso.

¿Qué queda de la Triana que conoció de pequeña?

Hace años derribaron muchísimas casas y sus vecinos se fueron a los polígonos. Mi familia se quedó en Triana. O sea, permaneció lo más grande que tengo: mi gente. Yo sigo respirando esa Triana.

Ni rastro del ambiente de los corralones.

De ahí no queda nada. A veces nos reunimos nosotros, aunque los corralones de los tiempos de mi bisabuela no existen.

No queda ni el puchero.

No, ¡qué va! [risas]. Bueno, el puchero sí, porque mis dos abuelas siguen allí. Ahora tocamos y cantamos en mi casa, pero en Triana construyeron edificios nuevos y ahora está carísima.

O sea, que la tradición se mantiene en casas como la suya, cuna del flamenco, pero las nuevas generaciones ya no viven aquella creatividad de la calle. ¿Le da pena ver cómo ha cambiado el barrio y la ciudad con la turistificación y la gentrificación?

Me da pena que los lugares y las personas no sigan guardando su esencia. Si partes de la sociedad en la que vivimos, donde no se comparte nada y prima el individualismo, lo superficial y las prisas, podemos definir el barrio y todo lo que quieras.

Para convertirse en La Tremendita, ¿importó más el barrio o la familia?

Mi familia y mi entorno me inculcaron el amor al flamenco, a la música y al arte, aunque parte del barrio es mi familia, porque toda vive allí. Una no existe sin el otro.

Sin ese relevo generacional, ¿se pierde la afición por el flamenco?

Hay muchas maneras de llegar al flamenco. Un alemán puede amarlo tanto como yo. En mi caso, me aficioné desde el vientre de mi madre. Nacer donde nací ha sido vital.

Esa música de las entrañas evolucionó hacia...

Yo puedo hacer lo que quiera, pero nace de la sangre. Soy una persona muy intuitiva y salvaje. Para hacer música, no puedo pensar.

Se crio en las peñas y en los concursos, cuando era una niña y cantaba por derecho. Ningún purista puede echarle en cara su (r)evolución.

La diversidad de opiniones te hace crecer, aunque no se puede decir que yo no hago cante o que no tengo conocimiento, porque llevo investigándolo desde hace muchos años. Puede no gustarte la electrónica o mi voz, pero hay búsqueda y pensamiento. Eso no me lo rebate nadie.

Rosario La Tremendita publica nuevo disco, 'Tremenda'.
Rosario La Tremendita publica nuevo disco, 'Tremenda'. Jaime Massieu / CEDIDA

Usted es como una pintora figurativa que se adentra en las vanguardias y flirtea con el arte abstracto.

Hay un recorrido muy largo para poder desestructurar el cante y llegar a lo abstracto. Tras una vida entera estudiando, me siento pequeñita en la búsqueda, porque cada vez es más difícil.

Ya ha llovido desde que, de niña, estudió solfeo y piano en el conservatorio.

Y en casa siempre he tenido en las manos la guitarra, el bajo eléctrico y la percusión. Mi madre me echaba del salón porque no paraba… Yo soy cantaora de flamenco, pero mi voz es una herramienta más para comunicarme y para entrar en el mundo creativo, que es lo que realmente me gusta.

Una cantaora que, extrañamente, podría prescindir de su voz para seguir creando…

Estar rodeada de instrumentos desde pequeñita me lo puso muy fácil. Puedo pasarme todo el día en el estudio creando y produciendo, sin entrar a cantar. Ese mundo me fascina y me apasiona. Es más, sin él quizás ni cantaría.

Como su productor, Pablo Martin Jones, no quería meter más guitarras flamencas en este disco, a usted le ha dado por publicar una segunda entrega clásica en primavera.

Amo la guitarra por encima de todas las cosas, pero quería un acompañamiento al cante más experimental. Cuando el disco estaba construido, quise meter más cuerdas y Pablo me dijo: "¡Pues haz otro disco de guitarras!". Y entonces se me ocurrió emprender el viaje al revés: ir a la raíz después de habernos introducido en otras habitaciones más experimentales. Tras desnudarlo todo, nos encontramos con un disco nuevo, pese a que la voz es la misma.

Pero solo acompañada de palmas, cajón y diez guitarristas de empaque.

Son la historia del flamenco (Tomatito y Rafael Riqueni), los pesos pesados (Paquete, Diego del Morao, Rycardo Moreno…) y los jóvenes (Yerai Cortés, José del Tomate…). Me encanta remover la tradición, jugar con ella y sacarla de su zona de confort. En primavera saldrá en doble vinilo: un sueño cumplido.

En su caso, lo de "tradición y modernidad" no es un tópico.

Yo no trato de romper ni de transgredir nada. Lo mío es un proceso natural y un paso más en mi búsqueda y en mi evolución personal. Si alguien escucha mi disco dentro de un siglo, quiero que sepa qué ocurrió en 2021 a nivel de texto, de acompañamiento y de estructura del cante. O sea, qué sonaba y qué pasaba en la sociedad.

¿Y qué está pasando?

El ser humano tiene que revisarse, porque estamos un poco radiactivos [risas].

¿Pero cuál es el signo de estos tiempos? ¿Qué nos definirá?

La mujer está evolucionando hacia la igualdad. A nivel profesional, todos estamos muy concienciados por crecer y por mejorar. Sin embargo, a nivel emocional y humano, dejamos bastante que desear: vivimos en una sociedad muy fría, individualista y egoísta. Hemos cambiado el orden de prioridad de los valores, porque nos preocupa ser el mejor en algo. No apreciamos lo realmente importante y sí lo que no tiene sentido.

Incluso en la música pensamos más en tener mucho éxito que en encerrarte veinte horas para hacer un viaje, flipar y terminar con sangre de tanto que has alucinado. Permanecemos en la capa de arriba todo el rato. No profundizamos, porque nos llevaría a un sitio que no nos interesa. Ni queremos aprender, lo que refleja que no estamos evolucionando bien.

Al olvido a largo plazo se suma el olvido a corto plazo.

En esta dinámica de vida, priman el ego y el egoísmo: más, más y más.

Y eso nos lleva a la frustración.

A la frustración absoluta.

¿Le molesta que aludan a su imagen, pese a todo el curro que hay detrás?

Todos somos hijos de esta sociedad y estamos inmersos en el mismo círculo vicioso, pero a mí lo que me interesa verdaderamente es trabajar.

Cumplida la mayoría de edad, entró en crisis debido a su fijación por el cante grande. De alguna manera, quería ir más allá y abrirse a otras manifestaciones artísticas la ayudó a salir de ese pozo jondo.

Yo no terminaba de estar cómoda en la estructura estricta del flamenco. Cuando me obligaban a cantar de determinada manera en un concurso o me sentaban en una silla mientras el jurado vigilaba si la taranta era apropiada, no me sentía bien. Necesitaba esa búsqueda creativa. Yo venía del flamenco tradicional y me costó psicólogos…

Es muy difícil nacer ahí y salir de ese entorno. Hay otras corrientes musicales que llegan al flamenco desde otro sitio, pero yo tenía que romper con todas mis estructuras, incluidas las mentales. Nadie tenía la culpa, era yo.

Ahora se habla con naturalidad de ir al psicólogo y de las enfermedades mentales.

Cada vez hay menos prejuicios. Igual que entrenas tu cuerpo, hay que entrenar el cerebro. Sin embargo, yo nunca he tenido prejuicios, porque siempre he hablado alto y claro. Esto es algo positivo de la sociedad actual, aunque estamos siendo demasiado políticamente correctos. Eso de "todo bien, todo el rato" tampoco… Debemos llegar a un equilibrio.

Dentro de lo malo, ¿qué está peor?

El individualismo que se mezcla con el egoísmo y la falta de naturalidad y de conciencia.

Rosario La Tremendita publica nuevo disco, 'Tremenda'.
Rosario La Tremendita publica nuevo disco, 'Tremenda'. Jaime Massieu / CEDIDA

Un mundo nuevo, una petenera contra el machismo.

Un mal que nos viene persiguiendo desde hace mucho tiempo, porque la letra es de La Niña de los Peines. Es un claro alegato contra el maltrato de género que no se podía decir mejor, por eso no le cambié su letra. Tenemos voz, pero hay que saber aprovecharla. Aparte de cantar, me interesa contar, por eso hablo de lo que me preocupa.

Las mujeres se abrieron paso en los cafés cantante a finales del siglo XIX, no solo en el cante y en el baile, sino también a la guitarra, aunque luego quedaron relegadas.

Había muchísimas mujeres guitarristas, pero la represión vino luego… En aquella época vivieron una libertad absoluta y cantaban sin pensar en lo que cantaban. Después llegaron las normas, los prejuicios, las reglas, los miedos y la mujer en la casa a criar niños…

¿Una involución del flamenco o de la sociedad?

De la sociedad, porque de repente la mujer no podía hacer nada, una involución que se acrecentó durante el franquismo. Sin embargo, los flamencos tenían que sobrevivir y…

… se descafeinó el arte. Perdió rabia y conciencia, ¿no? Un flamenco más light.

Seguimos caminando hacia ese sitio. Bueno, yo lo intento, pero no me sale [risas]. Singles con estribillos y frases repetidas mil veces… Intentamos edulcorar la música para que la gente la escuche mientras va corriendo al trabajo o hace la contabilidad en la oficina, porque ya nadie escucha un disco entero. A mí me dicen: "Tu disco es complicado". Sin embargo, yo no sé hacer uno diferente: el flamenco es complicado, barroco y tiene muchos entresijos.

En Dime homenajea a Lola Flores: ¿la actitud a veces supera a la aptitud?

Hay muchas maneras de conectar con el arte y ella, sin duda, conectaba. Cuando me pregunté cómo podía homenajear a las mujeres de mi casa —que claramente es un matriarcado—, elegí a Lola Flores y versioné Dime. Pensaba en mi madre, en mi abuela y en mi bisabuela, personas con carisma y carácter, y me veía su nombre a la cabeza. Lola representa a esas mujeres fuertes y sin pelos en la lengua. Eso de que no cantaba o no bailaba es una leyenda. No es un arte virtuoso, pero sí orgánico, natural e integrado en ella.

Ahí está Bambino.

Cuando empezamos a encasillarnos, a etiquetarnos y a ponerles nombre a las cosas, cometemos un error muy grande.

En Tremenda echa la mirada y el oído hacia atrás para homenajear a los clásicos y a los revolucionarios. Bajo el manto electrónico está la raíz: usted pisa el acelerador, pero mirando por el retrovisor.

Es que yo soy eso: cante y raíz. Y, a partir de ahí, camino y vuelo.

Los textos son suyos y de Laurent Berger, aunque también está presente Lorca.

En Romería homenajeo a Lorca y a Enrique Morente. También es un guiño a la romería de mi casa y a las raves de mi adolescencia: en el estudio me trasladaba desde Almonte, tomándome una copa de vino y un plato de papas con choco, hasta el medio del descampado, con mis amigas y la botellona.

Precisamente, su disco Fatum fue nominado en los Grammy Latinos al Mejor Álbum Flamenco, junto con Paco de Lucía y Enrique Morente.

Antes de la entrega de premios me acosté, porque no tenía nada que hacer [risas].

¿Morente o Camarón?

¿Qué prefiero conservar, mi mano izquierda o mi mano derecha?

¿Rocío Márquez o Rosalía?

No me puedo quedar con nadie, porque todo forma parte de mi crecimiento.

Y le gustaría actuar junto a…

Me gustaría sentarme a charlar con Patti Smith y subirme al escenario con Nai Palm, la vocalista y guitarrista de Hiatus Kaiyote. O, de repente, tener ahí arriba a Tomatito, a Vicente Amigo y a todos los guitarristas que me apasionan. Todavía tengo muchos sueños.

Bueno, lo de Tomatito…

… lo estamos haciendo realidad.

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