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Francisco Espinosa: "El franquismo practicó una lobotomía a la población de la que todavía no nos hemos recuperado"

El historiador Francisco Espinosa
El historiador Francisco Espinosa. Editorial Crítica
ALEJANDRO TORRÚS

El doctor en Historia Francisco Espinosa saca a la venta este miércoles 'Por la sagrada Causa Nacional. Historias de un tiempo oscuro' (Crítica), una obra que detalla la represión franquista en la provincia de Badajoz a través de la documentación judicial militar disponible. 

Por la sagrada Causa Nacional. Historias de un tiempo oscuro (editorial Crítica) es la obra que cierra la investigación del historiador Francisco Espinosa en el Archivo Militar de Sevilla, que arrancó en el año 1997. En este tiempo, Espinosa ha publicado, basándose en este archivo, las obras La justicia de Queipo y La columna de la muerte. Como en las obras anteriores, Espinosa vuelve a huir de la Historia de los grandes nombres, batallas y personajes para centrarse en lo pequeño, lo local, lo cotidiano: la Historia de la gente normal. 

A través de la documentación militar obtenida, y descendiendo un buen número de localidades de la provincia de Badajoz, el historiador muestra la represión ejercida contra los republicanos y republicanas en todas sus formas, pero también los conflictos existentes entre los represores en un relato que permite comprender mejor el nacimiento del nuevo Estado franquista. Además, Espinosa se atreve a poner nombre al crimen y a denunciar, con nombres y apellidos, a los represores y victimarios. 

En la obra muestra un interés por reflejar los nombres y las vidas de aquellos que no pasarán a la Historia. En otras obras se ha centrado más en los de las víctimas y en esta hay más información sobre quiénes fueron los represores, sus nombres y apellidos y cómo actuaron.

Sí, trato de mostrar los nombres de los de arriba, pero los de segunda fila, los desconocidos para el gran público. No hay que olvidar que la última firma de todos los procedimientos judiciales era la de Queipo de Llano, pero hasta su firma intervenía mucha gente. Por ejemplo, Francisco Bohórquez Vecina, auditor, también firmó todas las sentencias como hizo Queipo de Llano. Sin embargo, su nombre pasó más desapercibido. Tuvo hasta no hace muchos años una calle en Sevilla como Hermano Mayor de la Macarena. De hecho, está enterrado en la Basílica delante de las escalinatas que suben al altar, pero tapado. 

Además, los documentos jurídicos militares, que son la base de esta investigación, son muy ricos en nombres. Te da los nombres de todos los involucrados. 

¿Por qué es importante poner nombre a los verdugos?

Por un lado, es importante saber todo lo que ocurrió. Todo. Y eso incluye los nombres. Por otro, porque muchos de esos nombres muestran esa nueva clase social dominante que se creó durante el franquismo y que muchas veces tuvo su origen en ese mundo de represión, Guerra Civil y primeros años de dictadura. Los nombres, además, ofrecen una línea temporal que continúa. El pasado no es solo pasado. Muchos de esos nombres siguieron mandando en sus localidades hasta la Transición o incluso hasta la actualidad. 

Por otro lado, para mí siempre ha sido muy importante descender hasta el terreno y ver cómo era la vida de la gente. No contar la Guerra solo desde arriba con el avance de las batallas. En este caso, me centro en el proceso que se vive en Badajoz tras la matanza del verano del '36, cómo se asienta la dictadura en los pueblos y cómo esa situación de opresión continúa hasta que se abre la puerta a la emigración y muchos pueden huir de sus pueblos.

En la obra combate contra la idea de que la feroz represión que se vivió en los primeros años fue fruto de grupos no controlados de Falange. Defiende que se trataba de una estructura engrasada donde se integraban los falangistas en el escalón más bajo. 

Muchas veces se ha dicho que Falange fue la responsable de la represión y no es verdad. Es cierto que Falange fue una parte de la represión. Pero Falange, salvo excepciones, se limitaba a obedecer órdenes del Ejército, de la Guardia Civil o de las autoridades. En la estructura, arriba, siempre estaban los militares y, por tanto, ellos eran los responsables de las tropelías de los falangistas. La represión franquista era una represión perfectamente programada y calculada donde Falange era el último eslabón. Servía para piquetes de fusilamiento, para detener gente, para crear clima de terror, y, durante un tiempo, también les sirvió para crear una especie de cuerpo político.

Dice usted que en la memoria popular ha quedado más presente el falangista que fusilaba o detenía que los militares, guardias civiles o terratenientes que decidían a quien se fusilaba. 

Así es. Cuando terminó la Guerra o incluso durante la propia Guerra los militares, los guardias o los legionarios cambiaban de población. Son cuerpos con mucha movilidad. Sin embargo, los falangistas seguían viviendo en sus pueblos. La gente los tenía completamente identificados. Es difícil que alguien recuerde quien era el nombre del comandante militar de su zona, pero si un vecino ha estado implicado en la desaparición de un familiar no lo olvida. 

"La represión franquista era una represión perfectamente programada y calculada donde Falange era el último eslabón"

Por otro lado, otras personas con más poder que participaron en la represión, con los años, utilizaron ese poder para borrar de su historial su participación en la represión y como no estaban en primera fila fusilando pues es muy difícil que su nombre aparezca en los papeles. Los falangistas eran la mano de obra de los militares y quedaron más expuestos. 

El objetivo de esta estructura, según señala, era ejecutar un plan sistemático para "arrasar con el tejido sociopolítico" que dio origen  a la II República y con todo lo que se construyó y avanzó en aquellos años.  

Si algo tenían claro los golpistas y los sectores sociales que les dieron su apoyo era, precisamente, que había que borrar del mapa todo lo que tenía que ver con la experiencia republicana. Eso se hizo y, además, se consiguió. Yo, de hecho, pienso que todavía no nos hemos recuperado de la lobotomía que el franquismo practicó en el 'lado izquierdo' del cerebro de la población. Se aprecia simplemente en el lugar en el que situamos a los partidos políticos.

La brutalidad y bestialidad con la que el franquismo acabó con aquellos años de vitalidad de la sociedad española, con una vida política impresionante, tiene todavía repercusiones. El franquismo acaba prácticamente con todos los líderes sindicales y políticos de cada población. Además, también hicieron una criba muy grande con todas las personas que estaban en sindicatos o partidos o con las mujeres que no encajaban en su concepción de la mujer.

"La dictadura estuvo matando casi de manera consecutiva más de 20 años y la violencia llegó hasta el final de sus días"

Durante años se ha dicho mucho de padres a hijos aquello de 'No te metas en política' y puede que todavía algún padre o algún abuelo se lo diga a su hijo o nieto. El miedo a que los hijos entraran en política nace precisamente de esa venganza de las derechas. Fue una venganza sin límite, se mató de una manera atroz. La dictadura estuvo matando casi de manera consecutiva más de 20 años y la violencia llegó hasta el final de sus días. En ese tiempo pudieron moldear la mentalidad de la población a base de violencia, terror y robos. La España actual parte de ahí.

En la Transición ningún partido fue capaz de darle la vuelta y con el poder que tenía el Ejército ningún partido se atrevió a plantearlo. En el '82 el PSOE consiguió mayoría absoluta y pudo hacer algo, pero lo evitó. Felipe González y Alfonso Guerra mantenían que no había que mirar hacia atrás y mirar hacia delante ignorando que un país no puede vivir de espaldas a su historia. Ahora veo esas cartas de militares retirados diciendo lo que dicen... y pienso que eso solo puede suceder por la Historia que hemos tenido.

Se cumple el refrán que dice 'de aquellos polvos, estos lodos'.

Eso es. Se permitió todo. Nunca se depuró nada. De la noche a la mañana pasaron todos de formar parte de una dictadura a integrarse en la democracia, desde el militar más simpático al falangista más bestia, sin el más mínimo control. Y así fue la cosa. Esa Transición tan modélica que siempre han presentado tiene muchos problemas. También soy consciente de las limitaciones que había en aquellos años con el Ejército siempre preparado y vigilando. 

Me gustaría repasar con usted alguno de esos nombres que aparecen en su obra. Por ejemplo, Ernest Moerl. 

Era un nazi de manual. Estuvo en Mérida instruyendo las milicias de Falange. Este señor se paseaba por toda la comarca amenazando, saqueando, dando aceite de ricino e, incluso, en una ocasión se llevó a un detenidoy lo ejecutó. Y si algo no aguataban los militares golpistas es que se tomaran decisiones sin consultar con ellos. Entonces le hicieron un Consejo de Guerra donde el nazi pudo elegir al abogado defensor. Curiosamente, eligió a un jurista de Badajoz que se llama Adolfo Cuéllar.

Este señor, que dijo unas cosas tremendas para defender al nazi de sus tropelías, fue luego presidente del Colegio de Abogados de Badajoz y hay un galardón entregado por el propio Colegio que lleva su nombre. El nazi, finalmente, no fue condenado y, como hablábamos antes, el abogado Cuéllar no fue presumiendo en su historial de haber participado en este tipo de consejos de guerra defendiendo a un nazi. Fueron miles de abogados en todo el país los que se integraron en la maquinaria judicial militar y que posteriormente fueron beneficiados por la dictadura y ocuparon cargos importantes en la estructura judicial o política.

Usted habla también de personajes como Manuel Fernández Marín, que actuó y apenas tenía alguna asignatura de Derecho. 

Este es un caso espectacular. Necesitaban personal para mantener la máquina de represión que estaban levantando y admitían a cualquiera. Fue fiscal en cientos de casos. En los juicios se permitía aludir a las mujeres de los encausados llamándolas viudas y otras bromas macabras para presos y familiares. Al final lo descubrieron y  lo retiraron en los 60. Pero ya había participado en la ejecución de cientos de personas. Es un ejemplo terrible.

En otros casos, como  el de Manuel Gómez Cantos, usted dice directamente que era un 'perturbado mental' . 

Gómez Cantos era guardia civil. Durante la II República estuvo destinado en Marbella, pero siempre estaba causando problemas. Sus superiores pidieron su traslado y finalmente le concedieron el favor mandándolo a Villanueva de la Serena (Badajoz). Casualmente, esta localidad es la única de toda la provincia de Badajoz que se subleva inmediatamente tras el golpe del 18 de julio. Era un perturbado. Llegó al extremo de poner frente al paredón a cinco guardias civiles que estaban a su cargo. Finalmente, fue juzgado. Pero no por sus crímenes o por haber matado a cinco guardias civiles. Le juzgaron por no permitir que los cinco agentes se confesaran antes de la muerte. Tenía un historial terrorífico y finalmente acabó mal. 

Cuando leía su caso me acordaba de Gonzalo de Aguilera, el capitán del ejército franquista que hizo la función de oficial de prensa de Franco. 

El caso de Aguilera quizá sea aún más extremo. Creo que su historia la escribió Paul Preston y su caso es demencial. Era otro perturbado mental. El problema es que la situación que generó el golpe de Estado y la represión franquista, con el Ejército ocupando militarmente las zonas de España que conquistaba, favorecía este tipo de cosas. Era el momento glorioso para este tipo de gente.

Usted define este ambiente como "crimen, dinero y alcohol". 

Es que era eso. Yo supongo que incluso para el tío más bestia matar a otra persona por primera vez no es fácil. Pero al tercero o cuarto que has matado la cosa se convierte en una rutina. Y muchos de ellos, para poder sobrellevar esa rutina, se metían mucho alcohol en el cuerpo para dejar de sentir remordimientos. El alcohol estuvo muy presente en la represión. 

El proyecto de Ley de Memoria contempla la creación de un Censo Nacional de Víctimas. Otras voces han reclamado que se vaya más lejos y también se cree un censo de verdugos, victimarios y represores. ¿Usted qué opina de esta posibilidad?

Deberían de hacerse ambos proyectos, pero obviamente tendrían muchos problemas para llevarse a cabo. Por el lado de las víctimas, todavía no tenemos la relación completa porque hay archivos militares o de la Guardia Civil que no se han abierto. Conocemos una punta del iceberg, importante, pero ún queda mucho por conocer. Es una cosa necesaria. Yo mismo di listados de víctimas al juzgado nº5 de la Audiencia Nacional en tiempos de Baltasar Garzón.

"Conocemos una punta del iceberg, importante, pero aún queda mucho por conocer de la represión franquista"

Respecto al censo de verdugos habría otros problemas. Los nombres que aparecen en los expedientes militares puedes publicarlos y publicitarlos sin problema porque ahí están escritos y hay una base documental que lo respalda. Pero, sin una prueba documental, ¿cómo demuestras que este militar o este otro participaron, por ejemplo, en un piquete? Es complicado. En estas condiciones, ese censo se quedaría limitado a nombrar quienes estuvieron en los consejos de guerra o personajes que formaban parte de la estructura del régimen.

Además, en el año 2009 publiqué el libro Matar al mensajero donde conté diversas historias de personas que han revelado la identidad de verdugos y han tenido problemas con la Justicia. 

Ahí está el caso de Teresa Rodríguez, condenada por lo que tuiteó sobre el exministro franquista Utrera Molina. 

Eso es. Hay varios casos. Y más ahora que la derecha está embravecida y envalentonada tanto en el PP como en Vox.

¿Tiene más riesgos denunciar los crímenes del fascismo en este clima de auge de la extrema derecha y confrontación? 

El hecho de nombrar a determinadas personas y determinados apellidos sabes que te puede generar problemas. Siempre tienes el riesgo de que te lleven ante un juzgado y que, además, se puedan encontrar con algún amigo ahí dentro. Quizá no te condenan, pero te pasas varios años en el proceso. La única solución que hay es escribir solamente lo que puedes demostrar con una base documental detrás. 

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