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Teatro Juan Diego Botto: "La democracia española se construye sobre el olvido de un genocidio"

Juan Diego Botto escribe y protagoniza 'Una noche sin luna', una obra teatral sobre Federico García Lorca.
Juan Diego Botto escribe y protagoniza 'Una noche sin luna', una obra teatral sobre Federico García Lorca. Jaime García-Morato


Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) ha querido contar a Lorca y al final Lorca ha terminado contando a su padre, secuestrado y desaparecido por la dictadura militar argentina. El actor se mete en la piel del poeta en Una noche sin luna, escrita por él a partir de textos del granadino y dirigida por Sergio Peris-Mencheta. Tras la presentación de la obra en Madrid (del 17 de junio al 11 de julio, en el Teatro Español), el hijo de Cristina Rota y hermano de las actrices María Botto y Nur Levi rodará su primera película, En los márgenes, interpretada por Luis Tosar y Penélope Cruz.

Cuando llegaron de niños a Madrid, su madre, a través de los cuentos, esbozaba un futuro prometedor. Aquellas palabras amortiguaban el dolor. Con los años, ¿el teatro ha completado ese relato?

Sí. De alguna manera, el teatro ha completado ese relato que empezó a contarnos mi madre desde pequeños. Crecimos con esa conciencia de que el relato te puede distraer, te puede salvar y te puede hacer entender cosas que faltan... Porque había cosas que no comprendíamos e información que nos faltaba. Entendimos que había algo en [el hecho] de contar historias que te puede sanar el corazón y que puede hacer que llenes con lo que tú quieras esos huecos.

¿Y cómo traducía su madre la ausencia de su padre, Diego Fernando Botto, en palabras bonitas?

Mi madre nunca nos ocultó la realidad. Evidentemente, nos la traducía a lo que podíamos entender en cada momento. Pero nunca nos dijo Papá está en viaje de negocios, como la película de Emir Kusturica. Siempre tuvimos conciencia de que algo dramático había pasado. Al principio pensábamos que quizá lo habían detenido y estábamos esperando a que lo soltaran. Después, poco a poco, fuimos comprendiendo la complejidad de la situación en Argentina y que posiblemente no lo habían soltado nunca.

Es un doble dolor, como el de la viuda del marinero que naufraga y desaparece en el mar. A la pérdida hay que sumar la ausencia, porque la esperanza de que aparezca algún día siempre estará ahí.

Supongo que la mujer del marinero está siempre mirando el mar, a ver si hay un barco que vuelve en el que puede estar su marido. Sí, nuestra infancia fue eso: por qué no, quizás ha sobrevivido… Mi hermana María y yo pensábamos: "A lo mejor tiene amnesia y consiguió escapar, pero no recuerda. No sabe dónde estamos y por eso no nos busca". Es muy difícil no mantener esa esperanza, porque uno quiere mantener vivo a su padre. Y en el caso de mi madre, también, aunque ella tuvo conciencia mucho antes que nosotros de que lo más probable era que estuviera muerto.

Pese a que esa esperanza provoque mucho dolor, porque uno no puede pasar página.

Por un lado la esperanza es inevitable y por otro, te provoca mucho dolor. Por un lado quieres aferrarte a ella porque es bonito pensar "¿y si se resuelve positivamente?", pero por otro te provoca un constante dolor y la sensación de que la herida está constantemente abierta. No puedes cerrar un episodio o un capítulo. Es un proceso ancestral del ser humano: la necesidad que tenemos de enterrar a nuestros muertos, de hacer una ceremonia alrededor del duelo. Lo antinatural es no poder hacerlo.

Esa búsqueda de "lo imposible" también es inherente a una España, aunque muchas de las personas que esperan saben dónde están los cuerpos de sus familiares asesinados y desaparecidos. Sin embargo, se están muriendo sin haber podido encontrarlos.

Esa historia de la búsqueda, de poder hacer una ceremonia de duelo con nuestros seres queridos, se ha repetido década tras década en España. Hubo un largo período en el que simplemente nombrar a tu ser querido estaba prohibido, mal visto y era censurable: no podías mencionar a tus muertos, ni mucho menos ir a buscarlos, pese a que intuyeras que estaban enterrados en una fosa común.

Después llegó la democracia y trajo un montón de cosas maravillosas, pero una de sus principales características fue un pacto de silencio. La democracia se construye sobre el olvido de lo que muchos juristas entienden que fue un genocidio. Pasaron los años y el Estado no acometía esa búsqueda de aquellos que estaban enterrados en fosas comunes.

Lugares donde incluso no hubo guerra, porque el golpe triunfó a los días o a los meses, y lo que se produjo fue una búsqueda y una caza selectiva de ciertos individuos que habían estado afiliados a un sindicato, que habían escrito en periódicos, que habían formado parte del Ateneo o de la Casa del Pueblo. Y esa gente era perseguida, sacada de su casa, fusilada y enterrada en una fosa común, sin que nadie supiera dónde estaba.

Eso fue un proceder sistemático, que se dio en todas las zonas, y que obedecía a un plan preestablecido. Que a día de hoy mencionar el tema —no ya buscar los cadáveres— todavía genere resquemor habla de la deuda democrática que tenemos con aquellos que abrazaron la democracia.

Cuando algunos partidos se niegan a recuperar sus restos, ¿se están autoproclamando, consciente o inconscientemente, herederos del bando nacional o franquista?

Supongo que sí. Cuando alguien se niega a ese mínimo gesto de reparación y restauración —que es asumir y permitir que el Estado busque a aquellos que están enterrados en fosas comunes y repartidos por las cunetas de España para que sus seres queridos los puedan enterrar dignamente— entiendo que está asumiendo la reivindicación de un bando. Lo triste es que una inmensa parte de la población desconoce que eso sucedió, o por qué, mientras que mucha gente que lo vive en carne propia piensa que su historia es individual y no que forma parte de un drama colectivo.

Eso tiene que ver con una falta de educación: desde la llegada de la democracia, no se ha peleado por instaurar un relato que nos cuente que aquí no hubo una guerra entre hermanos, sino —como bien señalaba una resolución de Naciones Unidas en 1946— un régimen fascista, amparado por los nazis y por los fascistas italianos, que se consolidó durante cuarenta años en el poder liquidando a los opositores y a los que pensaban distinto.

Cuando no tenemos memoria sobre lo que fuimos y lo que nos pasó, es muy difícil poder construir consensos comunes. Para ello es necesario estudiar lo que sucedió.

Si la justicia cura, ¿la impunidad… enferma?

Sí. La justicia cura y la impunidad enferma. Enferma en lo individual y en lo colectivo. Una sociedad acostumbrada a vivir en la impunidad es una sociedad enferma, que terminará ejercitando la impunidad en los pequeños aspectos cotidianos de su vida.

¿Ser activista o militante, haberse comprometerte políticamente, le ha perjudicado en su carrera como actor?

El tema de la memoria y de las víctimas del franquismo no debería ser entendido como un activismo o una militancia, porque es una demanda de derechos humanos tan elemental, tan básica, tan pre todo... —antes de nada, estemos de acuerdo en que el fascismo es malo y en que a los fusilados por el franquismo hay que darles una sepultura digna para que sus familiares tengan derecho a abrazar sus restos—. Es un consenso tan básico y elemental, decía, que no debería ser considerado activismo. Y si se considerase así es porque estamos haciendo algo mal.

¿Me ha perjudicado como actor? Por suerte, desde los dieciocho años he podido vivir de mi profesión. Tengo 45 y creo que es un privilegio ser intérprete en este país y decir que he vivido de ello. De modo que no estoy en condiciones de quejarme...

El cine lo cautivó cuando vio a Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia. ¿Se ha desenamorado alguna vez de la gran pantalla?

Pensé que ibas a decir de Gene Kelly… Hace poco me enteré de que era socialista: el tipo firmaba todos los manifiestos que le pusieran por delante. Pero no, nunca me he desencantado de la gran pantalla. Lo que pasa es que es muy difícil hacer una buena película. Lo normal es hacer una película mediocre o, en general, que cualquier obra artística te salga regulín. Aunque a veces tienes la inmensa fortuna de hacer una película que tiene un buen guion, un buen director, unos buenos compañeros, unos grandes actores y cuyo resultado final crees que va a perdurar.

De las suyas, ¿con cuáles se queda?

Quizás tengo dos o tres películas que puede que perduren con el tiempo. Ahora bien, hay muchas películas con las que he aprendido y disfrutado muchísimo. Incluso con algunas de las que no perduran he aprendido más que con las otras. He tenido trabajos que han sido aciertos en filmes que no han sido buenos y trabajos que han sido malísimos en películas que han sido éxitos. Al final llega un momento en el que lo que disfrutas es el proceso, lo que vas aprendiendo en cada filme, lo que recibes del director o de los compañeros, y lo que puedes aprender en ese camino.

También disfrutó con su debut en el cine siendo un crío: además de faltar a clase, le pagaban por actuar. A pesar de los aprietos, ¿tuvo una infancia feliz?

Tuve una infancia complicada, pero con muchos momentos de felicidad. Mi madre consiguió vestirnos todos aquellos años de un color que lo hacía muy digerible. Siempre teníamos la ilusión de lo [que estaba] por venir. Estábamos convencidos de que lo vendría mañana sería bueno.

Su madre puede sentirse orgullosa de llegar a España sola, de hacer de todo para sacar a sus hijos adelante y de fundar en 1979 una escuela de interpretación referente en el sector.

Sin duda, porque vino en una situación muy complicada —sin nada aquí, sin conocer a nadie y sin ningún tipo de red—. Trabajó de cocinera, de camarera y vendió pegatinas en el Rastro… Hizo absolutamente de todo y terminó teniendo un teatro propio, la Sala Mirador, y la prestigiosa Escuela de Interpretación Cristina Rota, donde se han formado muchísimos actores y actrices. Y sus tres hijos vivimos de nuestro oficio y nos queremos.

¿Y de qué color fue su juventud? ¿Color Kronen?

Posiblemente, sí. Tuve una juventud muy Kronen... [risas].

¿Se sentía identificado con su personaje?

Bueno, era de un ámbito social muy distinto al mío. Carlos pertenecía a una clase social muy alta. Era lo que entonces decíamos un pijo, no sé si se sigue diciendo… Pero había puntos innegablemente comunes. El desfase, por ejemplo, era común.

En el teatro aprovecha para escribir sobre sus leimotiv: la memoria, el pasado, las raíces… En su obra Un trozo invisible de este mundo interpreta, por ejemplo, a un delator en el contexto de la dictadura argentina. ¿Ha sido el teatro, en ese sentido, catárcico?

No sé si es catárcico, pero sí sé que es el lugar donde cuento las historias que me emocionan, me interesan y me conmueven. De momento, he tenido la suerte de que también le han interesado a cierto número de espectadores, porque podría no haberle interesado a nadie. Un trozo invisible de este mundo funcionó muy bien, al igual que Una noche sin luna, que de alguna manera también habla de la memoria y de un desaparecido, Lorca.

Yo no escribo para sanar heridas ni para hacer terapia, sino porque pienso que a mí me interesaría ver eso, porque creo que tiene interés.

En realidad, ha escrito a Lorca sin darse cuenta de que estaba escribiendo a su padre, secuestrado y desaparecido.

No sé si a mi padre en concreto, aunque mucho tiempo después de escribir la obra estaba muy contento porque por fin había hecho algo que se salía de mi teatro habitual: no era sobre Argentina, ni sobre el exilio, ni sobre la memoria. O eso pensaba yo… Hasta que el director, Sergio Peris-Mencheta, me pidió que escribiera en un folio qué significaba la obra para mí.

Fue ahí cuando me di cuenta de que había escrito un texto sobre un desaparecido. Porque el final de Lorca es el final de un hombre al que sacan de su casa, lo fusilan de forma extrajudicial y su cadáver es hecho desaparecer. Había vuelto a escribir sobre la impunidad y la memoria, porque al final uno siempre ronda los mismos temas, que a mí me obsesionan.

Lorca murió, según Ian Gibson, una noche sin luna. ¿Cree que esa ausencia presagió la larga noche que se cernió sobre España?

Me pareció una metáfora interesante, porque Lorca es el poeta que posiblemente mencionó más veces la luna en su poesía. Realmente me impactó. También creo que es en sí mismo una metáfora, que España vivió desde ese momento en adelante. El muere el 18 de agosto de 1936, un mes después del golpe, cuando comienza una larga noche sin luna que dura cuarenta años.

¿Ha usado a Lorca para contarnos a nosotros mismos ocho décadas después de su muerte?

Encontré en su biografía, durante los años veinte y treinta, cosas que parecía que podrían pasar perfectamente hoy. Había una serie de ecos que resonaban de forma muy vibrante en nuestra actualidad, como si en su vida hubiera un mensaje en una botella para leerlo ahora.

Eso fue lo que me dio la función, porque la obra es un juego de espejos entre su entonces y nuestro ahora, donde a veces te sorprende que te haga dudar: "¿Esto pasó entonces o está pasando ahora?". La obra no pretende ser un ejercicio arqueológico, porque lo interesante de mirar atrás es cuando ese pasado que miras dialoga de forma vibrante con tu presente.

Pero sí que sirve para entender la España de hoy, ¿no?

Sí, porque entender de dónde venimos sirve para entender quiénes somos. Nos está pasando ahora: al desconocer tanto nuestro pasado, somos incapaces de ver las señales. Cuando están ahí y deberíamos prestarles atención, porque ya ha pasado antes: "Por aquí ya hemos transitado. Este túnel ya lo hemos atravesado y, después de él, vino una catástrofe". Como desconocemos nuestro pasado, a veces no podemos ver esas señales y prever que tenemos que hacer algo, porque se viene algo peligroso…

De hecho, ya ha habido señales y nos las hemos comido…

Y no las seguimos comiendo. En parte, por un problema de educación, pues ignoramos nuestra historia y nuestro pasado, porque no hay consensos básicos de derechos humanos sobre los que asentar nuestra historia. En parte, porque olvidamos cosas que pasaron hace diez o quince años y volvemos a caer una y otra vez en los mismos errores.

¿Percibe un ambiente político guerracivilista? ¿Incluso político-mediático?

Decir que vivimos en un ambiente guerracivilista es hiperbólico. No. Pero el paso de un momento como el que estamos —de desaforada crítica política y de una situación mediática absolutamente desconectada, desproporcionada y desvinculada de la realidad— a un extremo mayor a veces es muy pequeño.

Cualquier periodista que haya cubierto la guerra de los Balcanes te puede decir que a veces hace falta muy poco para pasar de una situación de normalidad europea al horror. Y a veces tengo la sensación de que en España la realidad mediática nos empuja a aproximarnos al horror.

¿Y qué sensación o sentimiento le produce este revival o auge de la patria española?

Las cuestiones identitarias son peligrosas porque mueven sentimientos complejos y muy primarios. Y el problema de lo identitario es cuando se hace profundamente excluyente. ¿Quién tiene la patente de ser español? ¿Quién era español? ¿Lorca era español? ¿Miguel Hernández era español? ¿Durruti era español? ¿Es Durruti el símbolo de lo español? ¿Es Miguel Hernández el símbolo de lo español?¿Es Lorca el símbolo de lo español?

La División Leclerc fueron las primeras tropas que entraron en París. El hecho fundacional de la Europa del siglo XX, que es la liberación de París y la derrota sobre el nazismo, está protagonizado por milicianos españoles. Ese podría ser un mito fundacional de la España contemporánea: tenemos el orgullo de que tropas españolas que lucharon contra el franquismo fueron además las primeras en liberar París.

Podía ser un hecho fundacional de la historia de nuestro país que nos hiciera [sentir] orgullosos de ser españoles, pero no forma parte del mito fundacional de ser español. Se selecciona lo que forma parte de esos mitos y leyendas que constituyen lo identitario para seleccionar quién pertenece a ese grupo identitario y quién no. Por eso, cuando se tocan estas cuestiones, es siempre complicado.

Llegó a España con tres años y tardaría quince en regresar a su país de nacimiento. ¿Ha añorado alguna vez Argentina no solo como lugar, sino también como tiempo que nunca fue? ¿Acaso como patria?

Como un tiempo que nunca fue. Añoranza e incluso melancolía, porque uno puede llegar a sentir melancolía de cosas que no ha vivido. Y yo he sentido melancolía de cosas que no he llegado a vivir, de un tiempo que realmente nunca se llegó a dar, de qué hubiera sido si nos hubiéramos quedado en Buenos Aires y hubiéramos desarrollado toda nuestra vida allí.

Siento un vínculo con mis orígenes —que he cultivado, regado y mimado—, porque no quiero desvincularme de ahí, porque quiero cuidar esa sensación de pertenencia al lugar donde nacieron mis padres, por el que pelearon mis padres y por el que mi padre dio la vida, en la búsqueda de una Argentina mejor. Por eso he tratado de conservar ese afecto por esas raíces que, a veces, me provoca una melancolía de cosas que no ha llegado a vivir.

¿Y la Argentina actual tiene remedio?

Sí, cómo no va a tenerlo. Lo que pasa es que es complejo. Me pillas en un momento de relativo pesimismo. Creo que es complejo todo. Vivimos en una fase del mundo, en un estadio del capitalismo —en el que hemos pasado ciertas fronteras—, que tiene muy mal retorno.

Juan Diego Botto escribe y protagoniza 'Una noche sin luna', una obra teatral sobre Federico García Lorca.
Juan Diego Botto escribe y protagoniza 'Una noche sin luna', una obra sobre Lorca. Jaime García-Morato

Barajó estudiar Filosofía, aunque siempre se había planteado ser actor. ¿Por qué? ¿O podría haber sido Filosofía como Psicología? ¿Quería entender?

La filosofía siempre me ha gustado. Y, de hecho, Una noche sin luna está construida prácticamente alrededor del mito del barco de Teseo, que habla de la memoria y de la identidad. Siempre me fascinó porque la filosofía tiene que ver con el relato: es una forma de estructurar el pensamiento para ver el mundo de una u otra manera, y para ver si es posible llegar a definiciones comunes de qué es la justicia, qué es la belleza, qué son los derechos humanos, qué es el conocimiento.

Hay algo en la filosofía, además, que tiene que ver con los puzles, con construir, y eso también siento que tiene que ver con el teatro: es como ir poniendo las piezas adecuadas para construir el relato adecuado.

Lo que pasó en mi vida es que, cuando iba a hacer la selectividad, Montxo Armendáriz me cogió para Historias del Kronen y mi carrera como posible filósofo quedó truncada para siempre.

¿Ganamos un buen actor?

O perdimos un filósofo mediocre, no lo sé.

Quizás [la carrera de Filosofía] era más un entender al otro —y al mundo que lo rodea— que un entenderse a sí mismo [caso de la carrera de Psicología]. Me imagino que el psicoanálisis o la terapia habrán sido sus aliados.

Sí. Yo cumplo todos los clichés como actor y como argentino. Empecé un psicoanálisis a los diecinueve años y no sé si he batido algún récord, pero estuve unos quince o dieciséis años de terapia. Para mí fue maravilloso y enormemente útil, tanto en lo personal como en lo profesional. Te da herramientas para conocerte a ti mismo, para entender al ser humano y para estudiar otros personajes. Sin duda, para mí ha sido un aliado.

¿Por qué en España ha habido tantos prejuicios con la terapia y el psicoanálisis?

En general, existen muchos prejuicios con todo lo que tiene que ver con la salud mental: "Eso es porque estás mal de la cabeza, porque estás loco, porque tienes problemas…". Son cosas que normalmente se esconden y se tapan: no dices que estás yendo al terapeuta, no dices que has tenido una depresión, ansiedad o lo que fuera.

El psicoanálisis se expandió en los lugares donde había progreso y una ebullición intelectual. Si España no hubiera llegado a la dictadura, posiblemente se hubiera desarrollado de otra manera. En aquellos momentos, España era vanguardia intelectual. Teníamos posiblemente los mejores poetas de Europa, una intelectualidad muy activa y una academia muy potente que hubiera recibido todo esto nuevo que estaba llegando de Europa con entusiasmo.

Pero bueno, el franquismo corta todo eso de raíz y el psiquiatra de cámara de Franco era Vallejo-Nágera, que era un tipo de extremísima derecha que consideraba que ser comunista era una enfermedad mental que podía curarse y que había un gen rojo que tenía que ser amputado y extirpado del ser humano. En ese sentido, su proximidad más cercana ideológicamente era con los nazis, que también pensaban que había razas superiores e inferiores.

Pero España, antes del franquismo, ya había sido una regresión. Ante dos opciones —una liberal y otra conservadora, una ilustrada y otra tradicionalista—, se ha optado por la reaccionaria.

No siempre se ha optado...

Digamos que triunfó o se impuso la conservadora.

La República ganó democráticamente, aunque supongo que tuvimos unos siglos XVIII y XIX distintos a los que tuvieron otros países europeos, lo que tuvo sus consecuencias en el desarrollo de España. Pero bueno, pudimos tener un siglo XX distinto.

¿Cómo sería España hoy?

¿Cómo sería España si Machado no se hubiera tenido que exiliar? ¿Si Miguel Hernández no hubiera muerto en la desidia de los campos de concentración? ¿Si no hubieran fusilado a Lorca? ¿Si hubiéramos podido tener a todos esos poetas que tuvieron que exiliarse o esconderse en el interior? ¿Si hubiéramos podido continuar con estos filósofos y con la medicina que teníamos? Bueno, realmente habría sido otro país y merece la pena preguntarse qué hubiera sido de España.

He leído muchos trabajos sobre qué hubiera sido de Argentina con toda la generación que asesinaron o se exilió. Perdió mucha riqueza cultural, científica y productiva. Yo creo que en España ocurrió lo mismo.

Y, por desgracia, Argentina aportó mucho capital humano a España. Un exilio que capitalizó este país y descapitalizó el suyo, como sucede también con la emigración.

Sin duda. Paradójicamente, una de las bandas sonoras de la transición es un grupo argentino, Tequila, muy importante en el asentamiento del rock en España. Si pensamos en Estados Unidos, un país sustentado y formado en base a la inmigración, sus mejores científicos, cineastas o actores proceden de las distintas remesas migratorias.

España y Argentina, como exportadoras forzadas de talento.

Es lo que ocurre con muchos países, que aportan talento, materias primas o beneficios al norte y pobreza al sur.

¿Lo desaniman las tendencias de voto o los recientes resultados electorales en la Comunidad de Madrid?

Hay que mantener la cabeza fría. Lo importante es tratar de entender objetivamente qué ha pasado y dónde están los problemas. Supongo que hay problemas que serán externos, contra los que hay poco que hacer. La última década ha sido muy conflictiva y, evidentemente, los medios de comunicación han jugado un papel capital; sería absurdo negarlo.

Además, hay otras cuestiones estructurales de la Comunidad de Madrid, que vienen asentándose desde hace décadas: por ejemplo, una educación o una urbanización de una determinada manera. La fatiga de la pandemia también ha jugado un rol en los resultados electorales, así como la forma de gestionar la pandemia desde el Gobierno central. Y luego ha habido errores de lectura y de cómo han llevado la campaña algunos partidos de la izquierda.

¿Y errores de lectura en la factura de la luz?

Eso evidentemente pasa factura al Gobierno central, que ahora mismo es de coalición. La factura de la luz que tenemos es intolerable, pero también lo es que sea una de las más caras de Europa, con empresas que hasta hace nada eran estatales, fueron privatizadas y ahora están ganando cientos o miles de millones, cuyos directivos se están llevando decenas de millones.

Están saqueando a toda la población y, con un Gobierno progresista, es difícil de digerir. Ese es uno de los puntos débiles, pese a que en la coalición evidentemente no todos piensan igual ni lo encararían de la misma manera. No obstante, la realidad es la que es.

Juan Diego Botto escribe y protagoniza 'Una noche sin luna', una obra teatral sobre Federico García Lorca.
Juan Diego Botto escribe y protagoniza 'Una noche sin luna', una obra sobre Lorca. Jaime García-Morato

¿Estamos ante el fin de un proceso histórico? ¿La nueva izquierda está en un geriátrico?

Es difícil saber si estamos en un cambio de ciclo cuando estás en el propio ciclo. En todo caso, creo que el proceso que se inició hace una década, el 15M, se ha cerrado. Ahora estamos en un proceso distinto. No sé cuál es, pero es un proceso global.

La crisis del 2008 provoca una concatenación de eventos que en 2011 traen las revueltas árabes, los indignados en Madrid y un movimiento de protesta contra la austeridad en Europa y en Estados Unidos, que se da también también en Latinoamérica.

Es un momento de avance de posiciones más de izquierdas, con demandas más progresistas y donde el sentido común es ganado por parte de la izquierda. La contraofensiva tarda en organizarse tres o cuatro años, se da y ahora mismo gana. Hoy estamos en otro proceso, con una correlación de fuerzas distinta.

¿Pero el retoño político del 15M ya usa bastón?

No es que use bastón, sino que ya no existe. Ese contexto es distinto y ahora es otro momento.

Si tuviese que prescindir de actuar, de escribir o de dirigir…

Prefería no prescindir de nada. Me costaría dejar de escribir, pero sobre todo de actuar. Desde luego, dejaría de dirigir.

Después de la representación de la obra en Madrid, rodará su primera película, En los márgenes. ¿Se considera mejor actor o director?

Sin duda, actor. Ser director de teatro nunca ha sido mi fuerte, por eso colaboro con Sergio Peris-Mencheta, que es muchísimo mejor que yo.

¿Cuánto pesa un Goya?

Es algo que ignoro porque nunca he ganado uno.

¿Y le pesa haber sido nominado en seis ocasiones, sin obtener el premio?

Estoy en la lista de los actores que han sido nominados más veces al Goya que no han obtenido el premio. O sea, ostento o comparto el récord. Por un lado, te hace ilusión haber estado tantas veces nominado, porque es bonito que tus compañeros piensen tantas veces que un trabajo tuyo merece ser destacado. Por otra, te da pena no haberlo ganado ni una sola vez.

¿Le parecen mejores los intérpretes argentinos que los españoles?

No. Lo que pasa es que allí hay una tradición de formación desde hace más tiempo que en España. La formación actoral en Argentina viene de muy atrás, pero creo que aquí hay muy buenos actores.

¿Le gustaría que su hija fuese actriz?

Me gustaría que fuera lo que la hiciese feliz. Es una profesión muy difícil y muy hostil. Yo he tenido la suerte de poder vivir de este oficio, pero lo normal es querer actuar y terminar haciendo otra cosa.

Con luna o sin luna, ¿es más nocturno o diurno?

Ahora más diurno, aunque desde los dieciocho hasta los veintimuchos fui más nocturno.

Pero la noche acompaña, ¿no?

La noche acompaña, por supuesto. Lo que pasa es que uno se va haciendo mayor y por una noche luego tienes que pagar un peaje de dos o tres días.

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