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Marta Barrio: "Apuesto por la literatura como agente de cambio social y de mentalidades"

La escritora Marta Barrio.
La escritora Marta Barrio, ganadora del Premio Tusquets. Noelia Olbés

Marta Barrio ha ganado recientemente el Premio Tusquets de Narrativa, siendo la más joven en conseguirlo hasta la fecha. En esta entrevista la autora habla de su nueva novela, Leña menuda, que llega a librerías este 6 de octubre.

Esta es la vital y reveladora historia de una maternidad frustrada. ¿Cómo surgió la elección de este argumento?

Siempre he tenido una especial sensibilidad con este tema, desde que vi una película china titulada Xiu Xiu. Desde entonces lo he visto representado muchas veces en cine y literatura, casi siempre con un final terrible. A los personajes femeninos que se desvían un poco del camino muchas veces les espera el convento, el manicomio o el suicidio. Incontables heroínas mueren ahogadas tras un desliz, seducidas y abandonadas, o forzadas a la prostitución... Finales edificantes con moraleja: las mujeres caídas no se levantan. Cuando me contaron la historia real que está en la génesis de esta novela, me dije que quizás fuese hora de agarrar el timón y de redirigir el rumbo, en busca de un nuevo arquetipo: un aborto podía ser un final feliz cuando la protagonista así lo había decidido.

¿Cómo lleva a cabo la conversión de esa historia real en un arquetipo tan necesario y que la ficción es capaz de hacer tan poderoso?

Todo empezó una noche de Reyes de hace un par de años, en la que una amiga del pueblo me contó un secreto que no podía compartir con nadie. Yo entonces estaba escribiendo otra cosa –escribo en Navidades, Semana Santa, vacaciones y durante las siestas de mi hija– y lo aparqué hasta dar comienzo a la historia de ese secreto, que se convertiría en la semilla de esta novela, un árbol híbrido con muchas ramas digresivas. Es una historia basada en hechos reales, pero es también una reflexión sobre el cuerpo y sobre los nombres que les damos a las cosas.

En esta historia, he partido del testimonio de una persona cercana y he derivado hacia la metáfora, he caminado de la mímesis hacia la fábula, pues lo no visto o lo no nombrado, que no lo innombrable, a veces se manifiesta mejor de esta manera en literatura. Nunca imaginé que una novela tan disruptiva, que un árbol con tantas ramas, pudiera ganar un premio tan prestigioso. Quizás esta necesidad de viajar hacia la digresión y hacia la metáfora nazca de la dificultad de mostrar el paisaje interior de la narradora en su larga odisea hacia esa salida de emergencia que es el turismo abortivo.

A medida que se avanza en la lectura de 'Leña menuda', se descubre su naturaleza fragmentaria e íntima, capaz de mantener la tensión del lector también a través de digresiones, anécdotas y exploraciones en el mapa emocional de los personajes. Un terreno en el que se mueve muy bien.

Me interesa mucho la cultura material, esa indagación en la memoria de un país y de una sociedad a partir de lo cotidiano. Siempre hay tejidos en mis libros secretos familiares y anécdotas cercanas. Trabajo mucho lo fragmentario, también por una imposición estructural, digamos, al escribir robándole horas al sueño mientras mi hija duerme por las noches, y tener que concebir la escritura necesariamente como una labor de a ratitos sueltos.

Tanto en su primera novela, 'Los gatos salvajes de Kerguelen', como en la segunda, toca temas sociales trascendentes como el calentamiento global y el aborto. ¿Cree que la ficción debe comprometerse, en cierto sentido, con la transformación política?

Realmente he hecho una apuesta por la literatura como agente de cambio social y de mentalidades, al estar convencida de que, en una sociedad que no escucha a los científicos ni a los juristas, quizás se pueda llegar por el corazón gracias a la capacidad de conmovernos que tiene la narrativa. Creo que la escritura puede servir, sin necesidad de caer en lo panfletario, para convencer y para conmover y con ello poder cambiar el mundo para que sea un lugar más amable, o al menos más habitable para las generaciones futuras.

Me aterroriza la amenaza creciente del cambio climático, como un crimen perfecto que se perpetra sin que nadie pueda impedirlo y que nos acabará alcanzando por mucho que los políticos se empeñen en mirar hacia otro lado y no darle la prioridad necesaria en sus agendas. También me inquieta el retroceso de mentalidades que se está dando en la cuestión de los derechos de la mujer, y en el aborto en particular; pienso en la nueva legislación al respecto de Texas o de Polonia y me entran escalofríos. Hemos vuelto a los tiempos de la delación, de los vecinos inquisidores que se pueden lucrar con el dolor ajeno.

Aunque es la ganadora más joven del Tusquets, no se le conoce publicación anterior a 2020. ¿Cuándo y cómo aparece su deseo de hacer literatura?

Cuando era niña, me encantaban los cuentos. Tanto, que cuando me portaba mal me castigaban sin leer. Mis padres unas navidades me regalaron un programa informático de escritura creativa con el que empecé a escribir mis primeros cuentos, eran cosas de osos que cantaban y les tiraban tomates pero no pasaba nada porque se los comían y estaban riquísimos.

En la adolescencia, participé en un par de concursos de poesía en el colegio, siendo premiada en ambas ocasiones, y luego vino un larguísimo periodo de tiempo sin acercarme a la escritura, porque descubrí el canon, y eso me paralizó. Temí que lo escrito no estuviera nunca a la altura de lo leído, no poder llegar al nivel de los grandes autores a los que se veneraba, ser mediocre, en suma. Me dediqué al estudio de la literatura, y más tarde a la edición, y eso me alejó todavía más del deseo de escribir, hasta que de un día para otro eso cambió. Quizás, pensándolo a posteriori, fuese al ver que empezaban a publicar libros escritoras de mi edad cuando comencé a sentirme autorizada para intentarlo a mi vez.

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