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Noemí Casquet: "Follamos sin mirarnos a los ojos porque tenemos miedo a las emociones"

Noemí Casquet, periodista y escritora especializada en sexualidad.
Noemí Casquet, periodista y escritora especializada en sexualidad. Anita Manez / Ediciones B

La periodista y escritora Noemí Casquet presenta Cuerpos, primera entrega de una bilogía que cerrará en noviembre con Almas. Dos novelas sobre la identidad y el deseo a través de una historia que reivindica la lucha por la liberación de la mujer.

Noemí Casquet (Sabadell, 1992) divulga con zanahorias, pepinos y papayas. Y no, no se dedica a la hortofruticultura. Lo suyo es la sexualidad, una rama de la divulgación que tiene que lidiar día sí y día también con la censura en redes sociales. Sus videotutoriales, desinhibidos y frescos como las hortalizas que utiliza para eludir a la Inquisición 2.0, son seguidos por más de dos millones de perfiles en Instagram.

Pero Casquet no sólo le habla a una cámara. También fabula novelas de alto contenido erótico que abordan lo sexual con la libertad de quien no necesita máscaras. Tras la trilogía formada por las novelas Zorras, Malas y Libres (Ediciones B), Casquet regresa ahora con una bilogía subida de tono; Cuerpos y Almas, un viaje al poder redentor del sexo. "Como podrás comprobar follo poco y escribo mucho", esgrime la autora para romper el hielo.

La protagonista de 'Cuerpos', su nueva novela, se disfraza para ser quien realmente quiere ser. ¿Es necesario esconderse en otra identidad para ser libre?

Lo ideal sería que no nos tuviéramos que poner ningún disfraz, pero es hipócrita pensar algo así porque todos manejamos un mismo imaginario social que nos dice cómo tenemos que ser, cómo tenemos que interactuar y cómo tenemos que follar.

¿Se puede vivir sin disfraz?

Yo vivo sin disfraz

No me diga...

Sí, pero tienes que asumir las consecuencias. La libertad está muy romantizada, y de algún modo también somos esclavos de ella. Cuando asumes la libertad, la asumes con todo, con su cara oscura. Vivir sin ningún tipo de disfraz implica asumir que vas a generar malestar en el sistema.

¿Le genera esto problemas con los hombres?

Tengo la impresión de que para ciertos hombres llevo una cartel de neón enorme colgado en el que aparecen todas las etiquetas posibles; guarra, puta, zorra, ninfómana o promiscua. 

Les debe poner algo nerviosos...

Supongo que me dedican esos atributos por vivir mi sexualidad de la forma en que lo hago. También por dedicarme a la divulgación de temas sexuales. Los hombres me idealizan o se cagan, no hay término medio. Y no tendría que ser así, un periodista gastronómico no está todo el rato haciendo sus mejores platos o juzgando lo que hace el resto.

Usted se revuelve contra todo tabú en materia sexual. ¿De dónde le viene esa libertad?

Esta mirada que tengo se la debo a mi madre. Gracias a ella me cuesta muy poco volar porque apenas me pesan las alas. Desde muy joven he sido curiosa y le he preguntado a mi madre sobre cuál era su fantasía sexual, si se masturbaba, qué era un orgasmo o qué era correrse. Ella nunca ha tenido vergüenza, tampoco me ha decorado las respuestas, ha sido muy sincera en todo momento. Gracias a su mirada pude conocer mejor mi propia sexualidad.

¿Y qué ha descubierto?

Que me pueden gustar las chicas también, por ejemplo. Es ahí donde se constituye mi bisexualidad, en esa búsqueda libre. Mi abuela también me ha dado mucho poder como mujer, ella siempre me ha alentado para que viva mis relaciones interpersonales con quien quiera. Yo soy una persona no monógama y mi abuela siempre me ha apoyado y defendido en eso. Tengo dos mujeres en mi vida que son un gran sostén y unos pilares básicos en mi liberación.

Tiene cientos de miles de seguidores. ¿Cómo lidia con esa responsabilidad?

Lo llevo mal. No tanto por el reconocimiento, sino por la responsabilidad social que siento que tengo, por el amor que le tengo al periodismo y por la veracidad, que al final es a lo que nos debemos. 

Tengo entendido que prueba usted todo lo que divulga. Tiene que ser agotador este asunto. ¿Es cierto esto?

Así es. Practico el nuevo periodismo, es algo que muchos periodistas desarrollan en sus respectivas investigaciones, basándose en fuentes documentales pero también sirviéndose de su propia experiencia. 

Pero estará conmigo que cuando la materia a investigar es el sexo, todo cobra un cariz especial...

Ahí está el estigma. Yo intento probar todo aquello de lo que hablo en mis vídeos, todo ha pasado por mi cuerpo y mis pieles, ahora mismo no tengo la posibilidad de follarme a un robot pero si la tuviera, me lo follaría encantada.

Un robot, ¿qué me cuenta?

Para poder divulgar, para poder mostrar una mirada interesante sobre lo que hablo. Siento que tengo dos cuerpos; el profesional y el personal. Lo que me gusta a nivel personal es una cosa, y lo que hago con mi profesión es otra. La diferencia con respecto a otros periodistas estriba en que, en mi caso, trabajo piel con piel. Ya te digo, mi idea es probar absolutamente todo lo que divulgo.

Llevamos milenios follando con mayor o menor eficiencia. ¿Nos queda algo por inventar en esas lides?

Ya lo creo que sí, sobre todo en lo relacionado con los avances tecnológicos; no descartes los robots, mira la revolución que han supuesto los succionadores de clítoris. En cuanto a lo no material, ya está todo inventado. El problema es que en Occidente nos creemos el ombligo del mundo y no tenemos ni idea. El tranta, sin ir más lejos, data del siglo IV antes de Cristo... Creo que es muy importante el resurgimiento de esa sexualidad ancestral y oriental, quizá así se nos quite un poco esa erección propia de los occidentales en materia de sexo.

¿Aboga entonces por volver al origen del sexo?

Es que nos han arrebatado el origen de nuestra sexualidad. Pero no sólo eso, yo hablo también de volver al origen del amor, el sistema nos condiciona y lo atrofia todo. Desde que nacemos sentimos amor hacia la vida y le debemos ese amor a la existencia, pero el sistema nos delimita y nos dice cómo se tiene que ver representado ese amor.

¿Nos asusta sentir?

Nos limitamos constantemente, follamos sin mirarnos a lo ojos porque tenemos miedo a las emociones, a sentir algo por esa persona que estás penetrando o que te está penetrando a ti, ya no sólo de forma física, sino a un nivel espiritual.

¿Cree que todo el mundo está capacitado para amar?

Somos fruto del amor y el deseo, cómo no vamos a estar capacitados para vivirlo y sentirlo. Estamos hechos de materia de ese amor y, en ese sentido, todo a nuestro alrededor está hecho de amor, pertenecemos a eso. 

¿Cree que usted que el sexo es revolucionario?, ¿qué puede hacer un polvo por nuestras condiciones socioeconómicas?

Reducir el sexo a un polvo es reducir la vida a la hojita de un árbol. El sexo es nuestra identidad, estamos sexuados desde que nacemos y hasta que morimos. Nuestro propio empoderamiento también puede partir del sexo, el mío sin duda proviene de la sexualidad. El sexo es la herramienta de meditación más grande que tenemos, durante los segundos o minutos que estás interactuando con otra persona o te estás masturbando, algo en tu cerebro hace click y dejas de existir, vuelves al origen... El sexo nos puede llevar a tantos lugares que por supuesto que es político y por supuesto que puede cambiar el mundo.

Parece que lo tiene muy claro...

A mí es que el sexo me ha cambiado la existencia, yo no sería quien soy sin la vida sexual que he tenido, sin todo lo que he experimentado. El sexo nos pertenece como humanidad, también la información, por eso voy a luchar toda mi vida por devolver a la humanidad al origen del sexo, porque con ese viaje vamos a romper con lo establecido.

¿Qué opina del poliamor?, ¿podemos realmente amar a más de una persona a la vez?

Creo que limitar el número de personas que podemos amar es una forma de manipularnos a nivel social. Si te fijas, todo en el capitalismo está enfocado para dos, hasta los impactos publicitarios. El poliamor es un modelo relacional que puede servirte o no, pero está ahí, y eso es lo interesante, que sea una opción más. Tenemos la necesidad de etiquetarlo todo, saber qué somos para el otro, y ahí está lo revolucionario del poliamor, que es difícil de encajar en el sistema establecido y que nos propone otros modos de amar. 

¿Usted lo ha experimentado?

Sí, yo he sido poliamorosa durante una etapa de mi vida.

¿Y bien?

Lo pasé maravillosamente bien y lo pasé maravillosamente mal. De algún modo entendí que ese modelo relacional no era para mí, me enseñó un montón de cosas el poliamor, de hecho yo sigo siendo una persona no monógama. Que para mí el poliamor no haya funcionado no significa que sea un fracaso, al contrario, yo creo que es hacia donde tenemos que ir, luchar por generar diferentes modelos relacionales más allá del establecido.

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