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'Vallecas en lucha'

Pepe Molina: "La historia de la lucha social en Vallecas es una epopeya"

Vallecas años 80
Protesta vecinal en Vallecas. Archivo / Cortesia de Pepe Molina

Dice la nota de prensa que acompaña al libro Vallecas en lucha, editado por A.C. Agita Vallecas, que su autor, Pepe Molina, es "historia y memoria viva del barrio de Vallecas". Referente indiscutible del movimiento vecinal en Madrid, al que lleva ligado décadas, Molina publicó hace unos días una obra en la que narra 30 años de lucha colectiva y vecinal de un barrio con una identidad tan marcada que impregna al resto de la ciudad. Testigo privilegiado de una época en la que Vallecas y gran parte de Madrid sufrieron una transformación sin precedentes, Molina se convierte en el cronista de las conquistas sociales de un barrio que entre finales de los años 60 y principios de los 90 pasó de ser "una ciudad de barro" plagada de chabolas a una zona urbana y moderna. Vallecas en lucha es también un sentido homenaje a todos esas personas que llegaron sin nada a un lodazal desde pueblos de Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía y forjaron no sólo una ciudad, sino también una vida digna.

Su libro es un ejercicio de memoria histórica, pero también puede leerse como una crónica de la emigración de toda una generación que llegó a Madrid a través de Vallecas.

He escrito el libro ante la necesidad de que se recordaran cosas que con el paso del tiempo iban quedando oscurecidas. Lo que hago es un ejercicio de recuperación y reconocimiento del trabajo de tantísima gente que en los años 50 y 60 del pasado siglo vino de los pueblos de Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía prácticamente sin nada y se encontró un terreno baldío, un secarral, y que a base de mucho esfuerzo construyó una forma de vida y terminó construyendo también una ciudad. Para mí era muy importante recuperar todo ese esfuerzo y darlo a conocer a las nuevas generaciones y, de alguna manera, hacer justicia a esa generación.

¿Cómo era Vallecas en aquellos años?

Era una ciudad de barro, con muchas chabolas y mucha infravivienda, sin servicios básicos, sin aceras, sin prácticamente nada. El proceso de transformación ha sido gigantesco. Y todo eso se hizo a base de esfuerzo, a base de mucha colaboración, de mucha unidad de la gente, personas que en su mayoría no sabían leer ni escribir, que tuvieron que aprender a hacerlo durante ese proceso y que tenían una gran capacidad de sufrimiento, de aceptación de las cosas, pero al mismo tiempo de rebeldía contra situaciones muy injustas. Eso fue lo más importante: ese cambio, esa transformación impulsada por personas que venían con miedos, con una mano delante y otra detrás, pero que fueron capaces de afrontar la situación y lograr muchísimas cosas para todos los vecinos.

¿Qué hacía aquella gente para vivir?

La verdad es que Vallecas llegó a ser las manos de Madrid porque muchos de sus vecinos trabajaban en la construcción. Gracias a ellos se construyeron barrios como el Barrio del Pilar, el barrio de Moratalaz, muchas zonas de Aluche y de Madrid en general. Fueron las manos que activaron la economía y la construcción de un nuevo Madrid. También había mucha gente que trabajaba en Villaverde o en la zona de Vallecas, en los polígonos industriales.

Alguien ha definido aquella época como la gran epopeya vallecana. ¿Está de acuerdo?

Realmente es una epopeya, sí. Ha sido pasar de una ciudad de barro a una ciudad de verdad y eso ha implicado muchísimos años de reivindicación y de lucha, en mi caso casi 17, y luego muchos esfuerzos de bastante gente que sin tener ni oficio ni beneficio fue transformando su vida a la par que la del barrio. 

¿Cuál fue el éxito más importante de esa etapa?

La vivienda, sin duda. Vallecas pasó de un chabolismo muy extendido –eran más de 12.000 viviendas y 60.000 personas– a ser una ciudad de verdad: ahora tenemos 23 escuelas infantiles, cinco o seis colegios públicos, dos institutos, siete parroquias, muchos metros cuadrados de zonas verdes, carriles-bici, centros culturales, vamos, lo que es una ciudad. Vallecas tiene ahora más escuelas infantiles que la mayoría de los distritos de Madrid y eso es fruto de la reivindicación y la lucha de la gente.

El barrio, además, es el germen de un movimiento vecinal pionero en España.

Sí, la primera asociación de vecinos que hubo en España fue en Vallecas, la de Palomeras Bajas en 1968. Aquel movimiento vecinal partía de la nada y se materializó a partir de un aprendizaje de la gente de la calle. Cierto que había gente de partidos políticos, de sindicatos, gente de la Iglesia, pero sin los vecinos hubiera sido imposible ese proceso de transformación, no sólo en Vallecas, sino también en otros barrios de Madrid:  estoy hablando de Carabanchel, de Villaverde o del barrio de Hortaleza, por ejemplo. Todo eso se combinó en un esfuerzo colectivo para transformar la ciudad, para creer que era posible una ciudad distinta. No se trataba de construir un barrio más, sino una forma de vida que fuera digna y que permitiera que la gente empezara a sentir confianza en sus propias fuerzas. Las asociaciones de vecinos han sido fundamentales en ese sentido, sin ellas es imposible entender lo que pasó en Madrid y cómo se transformó la ciudad en unos pocos años. Desgraciadamente, ese papel nunca se le ha reconocido al movimiento vecinal. Yo pediría que todos los barrios hicieran ese esfuerzo de recuperar la memoria que estamos haciendo en Vallecas. 

¿Qué queda de aquel espíritu tan rebelde y reivindicativo en el barrio actual?

Evidentemente los problemas no son los mismos. Los problemas más acuciantes se han ido resolviendo a lo largo de los años y en este momento las dificultades son otras, de menor envergadura. Eso hace que las movilizaciones ya no sean tan intensas como antes. Pero el espíritu reivindicativo persiste: Vallecas siempre ha sido un distrito muy peleón y la conciencia social sigue existiendo, lo que pasa es que la gente joven está embarcada en otras peleas. Se hace lo que se puede, que no es poco: todavía tenemos reivindicaciones importantes, como es la incineradora de Valdemingómez o el asunto de la Cañada Real, que nos sigue preocupando porque allí se está reproduciendo lo que ocurría en Vallecas en el año 1968 o incluso el problema del paro juvenil. En todo eso las diferentes asociaciones de vecinos de Vallecas están metidas de una manera muy intensa.

Vallecas años 60
Aspecto de una zona de Vallecas en los años 60 de siglo XX.  Cortesía de Pepe Molina / Archivo Vallecas Tdoo cultura

¿Cómo ha sido la relación de los vecinos con el poder político, especialmente con el PP, que lleva años gobernando en Madrid?

Las asociaciones de vecinos somos apolíticas, pero al mismo tiempo somos muy reivindicativas. A lo largo de más de 40 años hemos con tratado con ministros de diferentes partidos y de distinto signo y categoría. Con todos hemos peleado y con todos hemos llegado a acuerdos. En el caso del PP es muy difícil. En la Comunidad de Madrid, con Alberto Ruiz-Gallardón se podía dialogar y llegar a acuerdos aunque de entrada siempre te decía que no. Con Esperanza Aguirre eso fue imposible porque ella vino a devastar los movimientos sociales, más si eran progresistas, y sobre todo se cebó con las asociaciones de vecinos: cuando ella llegó al poder restringió las subvenciones, los locales y eliminó programas sociales que estaban financiados por la Comunidad de Madrid. En general, con Aguirre fue bastante mal. En cuanto a los alcaldes, con José María Álvarez del Manzano y  con Ana Botella la relación también fue mala, en ocasiones inexistente y en otras nefasta. 

¿Y con el actual alcalde, José Luis Martínez-Almeida?

Es una relación muy mediatizada por la influencia que tiene Vox en el Ayuntamiento. Eso se está notando a la hora de negociar y de alcanzar acuerdos, pero también en las decisiones y en las subvenciones. Estamos peleando con un enemigo invisible que no da la cara y que también intenta crear su dinámica asociativa. En la medida que Almeida se pliega a Vox está haciendo mucho daño a la ciudad de Madrid y al movimiento vecinal y lo que éste representa. Las asociaciones de vecinos nunca han tenido un enfrentamiento grave con las administraciones públicas, siempre han sido dialogantes, han peleado y han conseguido muchas cosas, a veces con presión, pero siempre se ha hecho de una manera respetuosa, democrática y progresista. Hasta los escraches famosos que se han hecho en alguna ocasión han respondido a demandas reales y se han resuelto bien.

Ya que habla de 'escraches', en el libro cuenta que los vecinos de Vallecas llegaron incluso a 'secuestrar' un autobús de la EMT. 

Alguien tendría que hacer un catálogo de todas esas acciones de protesta en Madrid para que la gente se diera cuenta de lo que han supuesto, barrio por barrio, esas luchas vecinales. Parece que todo sale de la nada, pero no, ha sido  gracias al esfuerzo y la inteligencia de la gente. A veces había que luchar de farol o presionar a la Administración aunque no tuvieras la fuerza suficiente en ese momento, pero así se han conseguido muchos éxitos.

No dejaban nada a la improvisación.

No, no, de improvisación nada. Estaba todo pensado. Las ocupaciones que se hicieron muchas veces en la sede del  antiguo Instituto de la Vivienda (IVIMA), en el Ayuntamiento de Madrid, en las Juntas de distrito, las manifestaciones, la cadena humana de varios kilómetros, que fue la primera que se hizo en Madrid, para reclamar la llegada del Metro... En cada momento se fueron adoptando las formas de lucha más adecuadas con las fuerzas que eran necesarias en cada caso y siempre con éxito, que es lo más importante.

Vallecas ha sido siempre un ejemplo de lucha social, eso nadie se lo quita.

En Vallecas siempre decimos que no es un problema de dinero, sino que es fundamental la conciencia, la confianza, la creencia de que se pueden conseguir las cosas independientemente del tiempo y de lo que cuesten. Y eso es lo que ha sido Vallecas: una transformación de las conciencias de las personas y éxitos para el bien de la comunidad. No todos los barrios lo han logrado.

Cadena humana en Vallecas
Cadena humana en 1985 para reivindicar el Metro.  Cortesía de Pepe Molina / VALLECAS TODO CULTURA

También ha tenido durante mucho tiempo el sambenito de ser un barrio marginal.

Es verdad, y de ser una zona pobre, pero yo creo que eso, en lugar de retraer a la gente ha reforzado su identidad y el orgullo de ser de Vallecas. Esa conciencia de barrio no la tienen todos. Bueno, y luego ha habido cosas que han ido reforzando esa imagen del barrio: un equipo de fútbol como el Rayo Vallecano, la lucha, que une mucho, el impulsar parte de las primeras experiencias sociales en Madrid, participar en la creación de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid... Muchas cosas y muchas iniciativas que han respondido a esa conciencia y a ese orgullo de ser vallecano.

¿Qué representa Vallecas en la historia reciente de Madrid?

Siempre, incluso antes de unirse a Madrid en 1950, Vallecas ha sido un pueblo muy luchador. Es muy importante para la ciudad de Madrid que exista un signo de identidad tan fuerte como el de Vallecas. Dicen que Madrid es el crisol de las provincias de España, pero cuando se llega a un sitio hay que construir ciudad e identidad y creo que Vallecas sí lo ha conseguido dentro de su singularidad y la repercusión que le da a Madrid, demostrando que es un  barrio que tiene mucha vida.

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