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Sameh Zoabi: "El conflicto palestino es como las telenovelas, no acaba nunca"

Sameh Zoabi
El cineasta palestino Sameh Zoabi.- AFP

El cineasta palestino se atreve con la comedia y con el ritmo y los excesos de una telenovela para mostrar el conflicto de Israel y Palestina en Todo pasa en Tel Aviv. Exprime el poder del cine y concede el derecho a contar la historia a un palestino de Jerusalén.

Israel y Palestina viven, por fin, hermanados. Las aventuras y desventuras de los personajes de una telenovela, Tel Aviv on Fire, especialmente los conflictos amorosos entre los protagonistas, les han reunido a una misma adicción. Todos ansiosos por saber qué pasará a continuación y cómo terminará aquello. Una correspondencia de ficción con la trágica realidad de este conflicto interminable que ha nacido de la osadía del cineasta palestino Sameh Zoabi.

Iluminado por el sentido del humor palestino, que Zoabi asegura que existe a pesar de la imagen que el mundo tiene de su pueblo, ha convertido en comedia la ocupación y la barbarie de Israel y el día a día de los palestinos. Si pensaba que los informativos de televisión le habían contado todo sobre lo que ocurre en los check point de la zona, se equivocaba.

Telenovela dentro del cine, la película concede el derecho a contar esta historia a un hombre palestino, Salam, un buscavidas que vive en Jerusalén y que trabaja como actor en Tel Aviv on Fire. Ello le obliga a pasar cada día por el puesto de control israelí, comandado por Assi. Perfectamente fundido con su papel de tirano opresor, Assi decide aprovechar su descontrolado poder para manipular la historia de la telenovela para impresionar a su mujer, que es una gran fan.

Convertir en comedia la tragedia palestina, ¿no es una audacia?

La verdad es que no estaba pensando en ello. Mi primera película ya fue una comedia, así que con ésta estaba más preparado para la responsabilidad. Con la primera nadie decía que fuera una comedia palestina porque nadie estaba preparado para una comedia sobre el conflicto. Esta película llegó en un momento en que la gente por fin está preparada.

¿En qué ha cambiado la situación?

En que la gente está harta, la situación está cargadísima y ya estamos todos más dispuestos a asimilarlo en forma de comedia. Desde luego hace diez años la gente no estaba de ningún modo dispuesta a abordar el conflicto en ese tono. Tengo que reconocer que hubo momentos en que lo pasé mal pensando si me había equivocado justo eligiendo el tono.

¿Las reacciones le han dado la razón?

Sí. Cuando la gente veía la película se reía y se sentía bien y hubo reacciones de agradecimiento. El sentido del humor es real, en Palestina la gente se parte de risa, se ríe mucho, se ríe todo el rato. Hablar de miseria constantemente es lo que hoy se considera cine de culto, de arte y ensayo. Pero en la realidad los palestinos abordan con humor la dureza de la vida que tienen.

¿Y no tuvo miedo a herir sensibilidades?

No. Cuando sabes lo que haces, el cielo es el límite. En la película se juega con las formas y los ritmos de las telenovelas y ahí no necesitas filtros, todo se dice.

¿El poder de la ficción?

Claro. Se trata de reconstruir la realidad a través de la ficción. Cuando la realidad tiene el mismo statu quo mucho tiempo se vuelve menos real, porque es algo de un solo tono. Es como la poesía, la diferencia entre los poetas y el resto, el poeta es el que es capaz de ver flores más allá. La ficción es capaz de sacudir las cosas.

'Todo pasa en Tel Aviv'
El protagonista de 'Todo pasa en Tel Aviv' en el check point.- SURTSEY FILMS

Es capaz de dar voz a los palestinos.

En el cine tú decides quién tiene derecho a contar la historia y así le conviertes en símbolo de la lucha. Porque, y esto es muy importante, también existe la lucha de quién va a contar esta historia de Palestina.

¿Por qué una telenovela?

Es como la comida, con ese punto de adicción en el que ya no puedes parar y da lo mismo el lado del que estés. Y a través de ello mostramos esa obsesión humana por controlar y por saber. Todo el mundo quiere saber qué va a pasar en una telenovela, cómo va a terminar, mucho más que disfrutar de cada momento. Por eso la gente las aguanta semanas y semanas. Y la comedia está dentro de este instinto humano. El cine no puede hacer eso, por eso no es cine dentro del cine. Y el conflicto palestino, como las telenovelas, no acaba nunca.

En la película a las mujeres israelíes les gusta más el protagonista palestino…

Es que mucha gente en Israel quiere que esto termine, no están contentos con la situación, también están hartos, aunque, claro, ellos tienen el poder. Ayer mismo, en el hotel, una mujer israelí me dijo que estaba harta del conflicto y yo creo que mostrar eso en una película está bien.

¿Incluso los militares israelíes?

Algunos. El personaje de Assi es el de alguien que está hasta el gorro, pero tiene que hacer su trabajo. Hay mucha gente allí que no vive con una agenda política. La gente solo quiere vivir.

Pero también están los otros.

La gente que no cambia su opinión es la que me da miedo. Las cosas más interesantes en el cine están en la zona gris, nunca en las de blanco o negro.

La película presenta diferencias muy grandes entre las mujeres y los hombres en lo referente al conflicto. ¿Son reales?

Son reales. Esta es una comedia romántica, pero es verdad que las mujeres están mucho menos obsesionadas con la guerra, son capaces de dejar de lado el tema político. Mi madre vivía en Haifa y la echaron, ahora lleva ocho años viviendo en otra ciudad y tiene una nueva vida. Soy hijo de una refugiada y nunca la oigo hablar con odio. Hay un sentimiento distinto entre las mujeres. Todas las guerras del mundo son culpa de los hombres y siempre es una cuestión de egos.

Yaniv Biton Y Kais Nashif
Los actores Yaniv Biton, al fondo, y Kais Nashif.- SURTSEY FILMS

El rodaje se hizo en Nazaret y Jerusalén, ¿tuvo problemas?

Pudimos rodar en Jerusalén y Nazaret sin problemas, lo único que tuvimos que hacer fue construir un check point, con el beneplácito de Israel, claro, aunque, por supuesto, rodamos escenas clandestinamente, en plan guerrillero. Un día nos pararon el rodaje, normal, porque no quieren que se muestre la realidad tal y como es.

La película tiene producción de Luxemburgo, Israel y Palestina.

Al final rodamos la décima versión del guion. Los productores israelíes de la película estaban preocupados por el Ministerio de Educación, que es muy radical intentando controlar las artes y que no quiere que películas financiadas por Israel sean contra Israel. La gente de las comisiones son cineastas y están menos preocupados por la película que por los fondos. Al final creo que ni han visto la película.

¿La censura fue muy dura?

La comunidad artística en Israel es muy fuerte. Por ejemplo, pudimos presentar la película en Venecia como palestina, aunque tiene producción de Israel, porque para lo contrario tienes que firmar una 'lealtad'. Eso, desde luego, va en contra de lo que es el arte, es lo que pasa con el gobierno de Netanyahu. Israel es un Estado judío que no se diferencia nada del de Irán, es un país basado en la religión.

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