Hoy interesa
Menu
Sahra Wagenknecht.- EFE

Sahra Wagenknecht piensa en diagonal

Actualizado: Tiempo de lectura del artículo: 11min
Por
Investigador en el Real Instituto Elcano

Sahra Wagenknecht, la hasta ahora diputada en el parlamento alemán por el partido de izquierda radical Die Linke, acaba de fundar una plataforma política personal. Otra. La primera, Aufstehen (“en pie”), la promovió en 2018. Su sucesora, anunciada el 23 de octubre, se llama Alianza Sahra Wagenknecht por la Razón y la Justicia (BSW en alemán). El propósito de ambas es similar: amalgamar propuestas económicas de izquierda con una agenda social reaccionaria. En el pasado este híbrido no cuajó. BSW, sin embargo, puede prosperar.

Para muestra, las primeras encuestas realizadas tras el anuncio de Wagenknecht. BSW obtendría hasta un 14% del voto, con un desempeño notable en los Länder de la antigua República Democrática Alemana (en torno al 25%). Puede absorber más de la mitad del voto de Die Linke y hasta un tercio de Alternativa para Alemania (AfD), el partido de derecha radical fundado en 2013. En unas elecciones federales, BSW estaría en condiciones de afianzarse como cuarto partido más votado, tan solo un punto detrás del partido que actualmente dirige el gobierno, el socialdemócrata SPD.

Todo esto confiere interés a Wagenknecht. Aunque su propuesta se dirige a inquietudes típicamente alemanas, también refleja problemas compartidos con el resto de la Unión Europea. Si BSW prospera, no tardará en desarrollar imitadores a lo ancho y largo de la UE.

Para entender por qué esto es así conviene empezar por Aufstehen. La estrategia de Wagenknecht en 2018 consistió en mantener propuestas económicas de izquierdas y apelar a votantes de derecha mediante un discurso anti-inmigración, crítico con la entonces canciller Angela Merkel por su política de acogida de refugiados. Pero Die Linke –un partido formado por antiguos comunistas de la RDA y socialdemócratas desencantados con los gobiernos de Gerhard Schröder (1998-2005)– rechazó esta hoja de ruta.

Eso no impidió a Wagenknecht ahondar en su línea. En un best-seller publicado en 2021, cargaba contra las políticas identitarias y los «liberales de izquierdas» (una categoría que abarca desde el ala izquierda del partido liberal FDP a Die Linke, pasando por el SPD y Los Verdes), responsables del abandono de la “gente común” en aras de una “clientela académica”. Wagenknecht también encontró un filón en la pandemia de la covid-19, durante la cual mantuvo un discurso escéptico con las campañas de vacunación. En Alemania, como en otros países occidentales –aunque no así España–, las protestas contra los confinamientos y las vacunas reunieron a un público extenso y transversal, que iba de la derecha radical a referentes izquierdistas.

Nos encontramos ante lo que los académicos Quinn Slobodian y William Callison, inspirándose en el término alemán Querdenken, denominan “diagonalismo” o “pensamiento diagonal”. Una forma de ver el mundo en la que las fuerzas que lo mueven son conspiraciones: geopolíticas, bio-sanitarias, de reemplazo poblacional, etc. Por lo general este conspiracionismo se asocia a la derecha radical. Con la pandemia, no obstante, ha adquirido un carácter más transversal. Sirva como ejemplo el caso de Estados Unidos, donde las influencers de salud –yoga, wellness, fitness, reiki, etc.–, cuyo público tiende a ser progresista y de clase media, se convirtieron durante la pandemia en un foco de conspiracionismo desbocado.

Querdenken denota una voluntad de pensar fuera de lo convencional. Una actitud antisistema al tiempo que banal: basta con ver la insistencia con que nuestra cultura de consumo promueve el mismo tipo de inconformismo individualista. No es casual que, antes de emplearse en su acepción actual, el término Querdenken formase parte de la jerga empresarial alemana, donde significa algo así como “disrupción”. Tampoco lo es que remita a Querfront, término que durante la República de Weimar se empleaba para definir las alianzas puntuales entre movimientos de extrema izquierda y derecha. Un concepto que en España se conoce como rojipardismo. En lo que a esto respecta, hace un año Wagenknecht copaba la portada de la revista ultraderechista Compact con un título esclarecedor: “La mejor canciller: una candidata para la izquierda y la derecha”.

En resumen, la pandemia ha servido para aglutinar elementos de derecha e izquierda radicales, incluyendo sectores importantes de las clases medias, en torno a una visión del mundo anclada en la sospecha. Pero como señalan Slobodian y Callison, el término “conspiracionista” –igual que “populista” o “rojipardo”– a menudo se emplea para denostar una posición política en vez de valorarla en profundidad. Es importante evitar este reflejo perezoso con Wagenknecth. Su estrategia es inteligente, al menos en el plano electoral. Eso se debe a factores tanto estructurales como de carácter personal.

A nivel estructural, la diferencia clave entre 2018 y 2023 es la crisis del modelo de crecimiento alemán. En la década anterior Alemania, con sus exportaciones industriales de alto valor añadido y la austeridad de su gestión económica doméstica, se consolidó como el modelo a imitar para el resto de la UE. Pero en la década actual empieza a parecer el enfermo de Europa. La invasión de Ucrania no solo ha terminado con Rusia como proveedor energético de referencia, sino que amenaza el papel de China como destino preferente de las exportaciones alemanas. Un retorno de Donald Trump a la Casa Blanca también pondría en entredicho las garantías de seguridad estadounidenses.

Además de criticar los confinamientos y campañas de vacunación, la BSW se opone al apoyo a Ucrania tras la invasión rusa de 2022. Wagenknecht alega –no sin razón– que renunciar a las importaciones de gas ruso supone una amenaza de primer orden para el modelo industrial alemán. También es crítica con la lucha contra el cambio climático, señalando que la transformación del modelo energético amenaza con empobrecer a millones de trabajadores. De nuevo, una amenaza real para los gigantes automovilísticos alemanes, cuya transición al vehículo eléctrico marcha por detrás de las de sus competidores en China y Estados Unidos.

Esta acumulación de crisis pasa factura a Alemania. El país entró en recesión a mediados de 2023 y apenas ha recobrado su PIB prepandemia. Esto contrasta con las recuperaciones de Francia, Italia o incluso España, por no hablar de EEUU. El marasmo económico erosiona a la coalición de gobierno, que obtuvo el 52% del voto hace dos años y en las encuestas actuales roza tan solo un tercio. Esto agrava la descoordinación entre los partidos que la componen. Los socialdemócratas no terminan de creerse sus propias promesas de Zeitenwende o cambio de época; Los Verdes combinan una mayor ambición en política industrial con una política exterior histriónica; y los liberales del FDP, que retienen el ministerio de Finanzas, se han refugiado en las ortodoxias fiscales del pasado para intentar retener a un electorado que les abandona. El resultado es un ejecutivo cacofónico.

Como señala Eurointelligence, la apuesta de BSW por volver a vincular la industria alemana con el gas ruso –o incluso fuentes de energía más sucias, como el carbón– es “una política que no tendría posibilidades de éxito si se llevase a cabo (…) Pero el objetivo no es que funcione en la práctica. Tiene que funcionar políticamente. La añoranza por un retorno a la época dorada industrial de Alemania encuentra mucho apoyo”. De este modo, el partido de Wagenknecht puede disputarle el voto no solo a la izquierda y derecha radicales, sino también a votantes del centro-izquierda o centro-derecha nostálgicos de un pasado cercano y plácido. Las encuestas sugieren que eso es lo que está sucediendo.

A título personal, Wagenknecht es la política más conocida de Die Linke, con valoraciones positivas entre el público general. Cuenta con un doctorado en economía y el apoyo del sociólogo Wolfgang Streeck, últimamente más centrado en epatar que en escribir análisis lúcidos, pero con un historial imponente a sus espaldas. Wagenknecht está casada con Oskar Lafontaine, el veterano socialdemócrata que abandonó su partido para fundar Die Linke. En septiembre Lafontaine se reconcilió públicamente con el excanciller Schröder, su rival en el SPD a finales de los 90. Les une su oposición al apoyo que está brindando a Ucrania el actual canciller Olaf Scholz, también socialdemócrata.

Faltan dos años para las siguientes elecciones federales. BSW no se estrenará hasta las elecciones europeas, a mediados de 2024. Aunque sea pronto para determinar si Wagenknecht tendrá éxito, nadie debería subestimarla.