Este artículo se publicó hace 13 años.
El 15-M y los viejos fantasmas
Yo también he vivido con incertidumbre el nacimiento y desarrollo del movimiento social llamado 15-M, que me marcó desde el principio con una ambigua frase de alguien de ese movimiento que me reprodujo todos mis fantasmas: "Ni derecha ni izquierda", más o menos enunciado en esos términos (más bien más que menos).
Como sociólogo debía recordar que las crisis económicas, con su crisis laboral anexa, conducen históricamente a las grandes revoluciones, y en Europa al fascismo y al nazismo de forma intensa. "Ni derecha ni izquierda" era uno de los pesados sonsonetes del viejo régimen de Franco en su versión más facha, versión con la que la derecha local, con su oportunismo característico, fue acabando tras la Segunda Guerra Mundial, apuntándose a algo menos expresivo y escandaloso, aunque sin la izquierda, con lo que la vieja expresión "ni derecha ni izquierda" quedó en "sin izquierda pero con derecha", última marca de identidad del franquismo más pío y tecnócrata.
Quieren trabajar, quieren ser escuchados y quieren contar para algo
Es lógico que yo me sobrecogiera oyendo a aquel chico decir lo mismo que decían los viejos fascistas, y es lógico que como sociólogo integrara todo aquello en la crisis y comenzase a pensar seriamente en un nuevo síntoma de que las cosas podrían ir por donde no queríamos los que aún pensábamos en términos menos desafectos hacia la política. Los síntomas eran más graves oyendo a alguna gente de la calle que a los propios chicos, a los que se veía confusos teóricamente y cada vez más centrados en dar orden y forma a sus ideas.
Durante todo esto, decenas y decenas de periódicos, revistas, radios y televisiones de España y del resto del mundo mundial, me convirtieron en arúspice de la suerte humana y hermeneuta sociológico del 15-M.
Aunque con mi debilidad pasional hacia las cosas, personas e ideas, como todo el mundo, pero ejerciendo de sociólogo reiteradamente interrogado sobre las claves del movimiento, me atreví a dar algunas que están avaladas no tanto por mi limitada inteligencia (no es humildad: la de ustedes es igual de limitada, entiéndanme) como por evidencias empíricas que nos pueden dar que pensar.
La primera evidencia es que el tema "clase política, partidos políticos" (críticas abstractas y de diverso sentido hacia los políticos y sus partidos en los barómetros mensuales del CIS, considerados unos y otros, políticos y partidos, un problema para el país), ese tema, digo, ha tenido una evolución fulgurante hacia una mayor problematicidad, y en ese camino lo ha acompañado la percepción creciente del paro como problema en los mismos barómetros. Y esto le da un rostro humano al 15-M: como todo, tiene una clara base material, y esa base está hecha de paro, problemas económicos y desafección política, todo ello interactuando para dar como resultado un movimiento de esa clase, que no parece fascista, tampoco revolucionario, pero tampoco demócrata en el sentido más obvio, convencional y tranquilizador del término: quieren trabajar, quieren ser escuchados y quieren contar para algo. Parece relativamente justo, si apartamos ciertas adherencias ("ni derecha ni izquierda") en el mismo momento en que una derecha bastante inquietante se dispone a intentar ganar unas elecciones aupadas por una crisis aún más inquietante. Que los dioses nos sean propicios. El gráfico adjunto (datos del CIS, elaboración propia: en esta legislatura hasta mayo, mes del movimiento 15-M) de la evolución citada es muy expresivo.
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