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"En democracia tenían que haber pedido perdón a todo el que sufrió"

Las hermanas de Salvador Puig Antich participaron el sábado en un acto a favor de la querella contra los crímenes franquistas que sigue su curso desde Buenos Aires

PATRICIA CAMPELO

Imma, Carme, Montserrat y Merçona  llevan mucho tiempo encontrando cerradas las puertas de la justicia. Pero los años y las negativas no han desgastado el ánimo de las hermanas de Salvador Puig Antich, el joven catalán ejecutado a garrote vil en la cárcel Modelo de Barcelona el 2 de marzo de 1974. Miembro del grupo anarquista Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), Salvador se vio envuelto en un tiroteo en el que tanto él como un policía salieron malheridos. Al joven anarquista le extrajeron dos balas de la mandíbula y del hombro y el policía murió en el hospital. Unos meses después, y tras el asesinato de Carrero Blanco por ETA, el Consejo de Ministros del 1 de marzo de 1974 firmó la sentencia de muerte pese al clamor popular que pedía su indulto. Las hermanas achacan la utilización del garrote vil a un acto de venganza.

Ahora, tras sumarse a la querella contra los crímenes franquistas interpuesta en Buenos Aires en abril de 2010, estas mujeres comienzan a vislumbrar la luz al final del túnel. El sábado participaron en un acto promovido por la red AQUA, de apoyo a la investigación que realizan los tribunales argentinos sobre los delitos de la dictadura. Allí, ante un numeroso público explicaron su periplo judicial y narraron los hechos que condujeron a su hermano hasta la pena capital.

La querella que sigue su curso desde Buenos Aires ha supuesto un balón de oxígeno para las hermanas Puig Antich, cuya única petición a la justicia es 'que se reconozca que el juicio a Salvador fue toda una pantomima'. Momentos antes de intervenir en el acto de apoyo a la querella, celebrado en Madrid, Merçona y Carme relatan para Público lo que esperan del proceso judicial en el que se embarcaron el pasado verano, cuando enviaron su declaración a la jueza argentina que instruye el caso.

¿Cómo están viviendo este proceso judicial?

Merçona : Es muy importante para nosotras. Llevamos muchos años y siempre nos han quitado de encima. No sabíamos que estaba en marcha esta denuncia y nos avisaron desde La Comuna [colectivo de ex presos políticos]. Mandamos una declaración sobre cómo fueron los hechos para sumarnos a la querella.

'Él estaba seguro de que lo fusilarían y nos enteramos todos el mismo día que lo iban a hacer así'¿Qué le piden a la justicia?

Merçona: Que se reconozca que todo aquello fue una pantomima. Esa justicia era de todo menos justa. En el consejo de guerra que condenó a Salvador no había ni un solo abogado, todo eran cargos militares. Tampoco admitieron las pruebas de balística que aclaraban de qué arma eran las balas. Meses antes fue el asesinato de Carrero Blanco [presidente del Consejo de Ministros] y todo esto fue una venganza. Le tocó a él.

Carme: Cuando sucedió lo de Carrero Blanco fuimos a verlo y nos dijo 'ETA me ha hecho una putada'.

¿La venganza explica el ensañamiento que hubo al utilizar el garrote vil?

Carme: Él estaba seguro de que lo fusilarían y nos enteramos todos el mismo día que lo iban a hacer así. Estuvo muy entero en todo momento y al saberlo se vino abajo, según nos contó el abogado. Pero al rato logró reponerse un poco.

 ¿La película sobre el caso de Salvador (2006) refleja bien esos momentos?

Carme: No es película, es realidad.

¿Han incorporado a la investigación los nombres de todos los implicados en su muerte?

Merçona: Llevamos ese tema con los abogados. Nosotras no recordamos todos los nombres de los vocales y militares pero estamos en ello.

¿Son optimistas?

Carme: Nos han dicho tantas veces que no que ahora, viendo todos los que estamos en esto, tenemos más fuerzas. Diez años después de su muerte acudimos al tribunal de Estrasburgo, pero nos lo denegaron porque España aún no estaba en la Unión Europea. Después, con ayuda de ERC,  se volvió a trabajar sobre el asunto, a pesar de las dificultades que hubo para acceder al sumario. Llevamos el caso ante el Supremo, y también nos lo denegaron. De ahí, acudimos al Constitucional, que también nos rechazó y, por último, volvimos a Estrasburgo, donde directamente no nos lo admitieron a trámite.

Merçona: Esto es una nueva vía de apoyo colectiva, lo que es muy importante. Incluso en la calle sentimos el apoyo de la gente. Cuando hay que dar el DNI en algún sitio y ven los apellidos nos preguntan, '¿ya lo habéis conseguido?'.

El caso de Salvador congregó un gran clamor popular.

Merçona: El doctor Puigvert, médico privado de Franco, trató de interceder por él llamándole la noche antes pero el dictador no quiso ponerse al teléfono, tenía que dormir.  

Ahora las víctimas del franquismo tienen que hacer frente a una voluntad política hostil hacia ellas.

Carme: No se quiere abrir la caja de pandora.  En una democracia tenían que haber pedido perdón a toda la gente que sufrió. No se han hecho las cosas bien.

Merçona: El pacto de silencio de la transición fue demasiado grande. Estaba todo muy reciente y los militares franquistas tenían un peso político muy importante.

¿Es necesaria la justicia para superar un episodio traumático?

Carme y Merçona : Para superarlo no porque hay cosas que no se superan nunca. Pero es historia, y la historia es parte de nuestras vidas. Tiene que saberse lo que pasó. La gente tiene que conocerlo. No se pueden enterrar las cosas sin más.

Y normalizar el debate.

Carme: Es difícil, pero sí hay que hablar mucho de las cosas. Los pactos de silencio se hacían en las propias familias debido al miedo. Nosotras lo vimos con nuestro padre que estuvo condenado a muerte durante la guerra.

Merçona: Es que esto lo puedes llevar, pero nunca te recuperas. Ese día lo tenemos muy presente aún.

'El 23 septiembre de 1973, tras ser herido en un tiroteo con la policía, fue ingresado en el clínico de Barcelona. Allí le extrajeron dos balas de la mandíbula y del hombro. También ingresó un policía con múltiples heridas de bala recibidas en el mismo tiroteo que no llegó a sobrevivir'. Así comienza la declaración que las hermanas Puig Antich remitieron el pasado verano a la jueza que instruye la investigación de los crímenes franquistas en Buenos Aires. En la misiva, las cuatro mujeres señalan aspectos claves que determinan las irregularidades del juicio. Así, relatan cómo la autopsia del policía fallecido tras el tiroteo no se practicó en el Clínico de Barcelona, sino en una comisaría donde los propios agentes llevaron el cuerpo sin justificar ese traslado. La prueba forense que allí le practicaron y que concretaba la procedencia de los disparos fue inculpatoria en el juicio contra Salvador. Cuando el joven anarquista se recuperó de las heridas, fue trasladado a la cárcel Modelo de Barcelona en régimen de aislamiento. En enero se celebró el juicio bajo jurisdicción militar. Un mes antes, ETA había matado a Carrero Blanco.

El fiscal pidió dos penas de muerte y el tribunal las ratificóEl tribunal militar no admitió las pruebas de balística ni los testimonios del hospital Clínico presentados por la defensa. Las pruebas de la acusación no eran concluyentes. 'Todo fue una vergonzosa pantomima', señalan las hermanas en su declaración. El fiscal pidió dos penas de muerte y el tribunal las ratificó. A partir de ese momento, cada viernes por la tarde, día en que se celebraba el Consejo de Ministros, 'la familia vivía una situación de congoja porque temíamos que Franco firmara la pena de muerte y ordenara su ejecución'. Esto sucedió el viernes 1 de marzo de 1974. 'A las nueve de la tarde comenzó la cuenta atrás; tras una noche llena de tragedia los funcionarios de la prisión se llevaron a Salvador para cumplir su pena'. 'La puntilla llegó cuando lo mataron: querían venganza y lo consiguieron',   advierten las hermanas en referencia al instrumento de tortura medieval utilizado, el garrote vil. A pesar del trágico suceso, la familia de Puig Antich deja claro que no ceja en la búsqueda de justicia: 'No queremos olvidar'.

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