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Acoso en el Ejército El calvario de la soldado expedientada por no ir al cuartel durante la baja médica en la que perdió un hijo

Una militar de artillería denuncia a la teniente coronel de su unidad —primera militar que aspira al generalato en España—por abuso de autoridad, acoso profesional y extralimitaciones en el ejercicio del mando.

Cristina V. A. sufrió el pinzamiento con el que comenzó su calvario durante unas maniobras con su unidad de artillería. ARCHIVO

La soldado de artillería C.V.A. lleva ocho meses viviendo un infierno en el que ha perdido al hijo que esperaba y se enfrenta a un expediente disciplinario por no incorporarse a su puesto cuando, en realidad, lleva desde febrero prácticamente sin poder moverse y ha tenido que someterse a varias operaciones.

La soldado, residente en Zaragoza, presentó este miércoles ante el Juzgado Militar Central una denuncia en la que imputa a la jefa de su unidad, la teniente coronel María Gracia Cañadas, la presunta comisión de tres delitos: abuso de autoridad, acoso profesional y extralimitaciones en el ejercicio del mando.

Gracia, el primer mando femenino del Ejército en recibir el fajín de Estado Mayor, y que suena en medios militares como la principal candidata para convertirse en la primera generala del ejército español, es la responsable de la unidad en la que estaba destinada C.V.A., con base en El Goloso.

La historia arranca el 6 de febrero de este año, cuando la soldado sufre durante unas maniobras un pinzamiento en la espalda que resultó ser una lumbocitalgia por la que le dieron 15 días de baja. Tuvo que ser el general de la Brigada Guadarrama quien, al considerar que se había desoído el criterio que en ese sentido habían expuesto los servicios sanitarios militares, revocara la decisión de Gracia de catalogar esa situación como contingencia común y clasificarla como profesional, algo que tiene consecuencias económicas tanto durante la baja como en caso de dar lugar a una prestación.

Columna desviada, operación y aborto

Cinco meses después, a finales de julio, en un reconocimiento especial y formalmente ajeno a la situación de baja por enfermedad profesional solicitado por un mando, le diagnostican una listesis L5, o desviación de la columna, “pendiente de intervención quirúrgica”. Al no estar estabilizada la lesión pero tampoco ser irreversible, señalan los médicos, podría seguir en el ejército pero siempre “con limitaciones para carrera, salto, carga de peso, marchas prolongadas y bipedestación prolongada”.

Las complicaciones comenzaron a acumularse poco después, según narra la denuncia, en la que ha estado asesorada por la asociación Cuestión de Justicia y Honor.

La mañana del 20 de agosto le comunican por teléfono que “por orden de la teniente coronel”, que ha declarado su alta, debía incorporarse al día siguiente a su unidad. Eso le causó “una profunda indefensión” y “una grave crisis de ansiedad” que no mejoró cuando, unas horas después de que alegara “la recomendación de su médico de no deambulación ni traslados”, le confirmaron las instrucciones.

No llegó a salir de Zaragoza: sufrió una crisis de ansiedad en la estación de tren y autobús por los dolores que le causaba el arrastre de la maleta, con lo que fue evacuada a urgencias. Volvió al día siguiente al hospital, donde unos días después, y tras agravarse su situación por el ataque de angustia, era “intervenida de urgencia por la misma lesión que ocasionó su baja”.

La soldado y su pareja no sabían entonces que esperaban un hijo. La transfusión de dos litros de sangre y el hecho de haber sido sometida a anestesia general, lo que puede provocar secuelas en el feto, hicieron que, por recomendación médica, tuviera que someterse a una interrupción del embarazo que le fue practicada hace unos días, tras un periodo de recuperación de la operación de espalda.

Expedientada por no incorporarse

Sin embargo, según relata la denuncia, ni el periplo hospitalario ni su estado de salud cambiaron la perspectiva militar. Pese a presentar un parte de continuidad de baja, solicitar una nueva incapacidad por contingencia profesional, comunicar su situación a su unidad e informar directamente a la teniente coronel nada más ser ingresada, C.V.A. recibía unos días después la notificación de su alta, algo que, según sostiene, decidió Gracia “sin tener en cuenta los informes de la sanidad militar”.

Esa cadena de hechos acabó provocando en la soldado, que considera que Gracia actuó con “mala fe” y que sobrepasó “sobradamente los márgenes de su autoridad y su jerarquía” para perjudicarla por motivos que desconoce, “un sentimiento de persecución que le ha derivado en un trastorno ansioso depresivo que ha venido a agravar la dolencia que ya padecía”.

Ahora, tras haber recibido una orden para desalojar la habitación que ocupaba en su unidad en El Goloso, se enfrenta a la apertura de un expediente disciplinario por falta grave por no haberse incorporado a su destino.

Todo, indica la denuncia, cuando tanto la teniente coronel como la unidad “son perfectamente conocedores del estado de salud de la denunciante, que tiene autorizada la residencia durante la baja en otra comunidad autónoma a más de 300 kilómetros de distancia” y que, “además, aún no ha cesado en destino”.

Eso “no hace sino agravar su situación de ansiedad, ya que no sabe en qué momento le van a volver a notificar alguna incidencia, requerimiento o sanción, pese a que ha cumplido escrupulosamente con el procedimiento de tramitación de bajas médicas y ha justificado en todo momento su estado de salud, así como las intervenciones y la imposibilidad de incorporación”, añade la denuncia.

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