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El ajuste de los creyentes

Alfredo Pérez Rubalcaba sabe desde el comienzo de esta larga campaña que lo que está realmente en juego no es el Gobierno (hablar de poder a estas alturas son palabras mayores) sino el punto de partida de la larga travesía del desierto que le espera a la socialdemocracia española. Una travesía que él espera conducir.

Sabe Mariano Rajoy, más concretamente desde su victoria en las municipales y autonómicas del 22 de mayo, que Zapatero le ha dejado expedito el camino hacia el Gobierno, un camino que la campaña (contradictoria e incoherente con su reciente y muy fresco pasado) de Rubalcaba no ha hecho más que facilitar.

Si Rubalcaba quiere engañarse a sí mismo, como suelen hacer los políticos, puede creer que le ha faltado un telediario, que diría Felipe González. Pero, hombre práctico, nadie mejor que él sabía lo que orquestaba (porque buena parte del invento sucesorio es suyo), a saber, una candidatura para una batalla perdida de antemano.

Nadie mejor que Rubalcaba sabe que orquestaba una campaña perdida

Pero así como hay ofertas aparentemente buenas en materia de dinero y poder que 'no se pueden rechazar' (El padrino), hay otras, como las de intentar salvar al PSOE del hundimiento total que tampoco se pueden denegar.

Sí, estamos ante la crónica de una derrota anunciada, es decir: a la estrambótica sucesión se ha sumado el agravamiento de la crisis por las medidas restrictivas adoptadas y el desinfle de la economía europea. Evoquemos un ejemplo para entender que no era muy difícil intuir el curso de los acontecimientos.

En 1980, el 28 de octubre, una semana antes de las presidenciales de Estados Unidos, Jimmy Carter, presidente demócrata que aspiraba a repetir mandato, y Ronald Reagan, su rival republicano, mantuvieron su único debate televisivo. Carter acusó a Reagan de querer desmantelar el sistema de seguro de salud para las personas mayores de 65 años (Medicare).

Reagan fue muy sintético en su respuesta: 'De aquí a una semana van a votar. Cuando tomen su decisión, sería bueno que se pregunten: ¿Están mejor que hace cuatro años? ¿Es más fácil ir a la tienda y comprar que hace cuatro años?, ¿hay más o menos desempleo?... Si contestan que sí, su elección es obvia [Reagan ladeó la cabeza hacia su rival] Si no están de acuerdo, si creen que tras los cuatro años que han pasado no se debe seguir así, pues puedo sugerirles otra opción'.

El PP abandera la profundización del discurso de ajustes iniciado por Zapatero

A la luz de ese debate se puede ver hasta qué punto todo el drama socialista que precede las elecciones del 20-N ha sido bastante surrealista. Un drama que empieza con la confesión velada de Zapatero, durante la copa de las Navidades de 2010, en La Moncloa, en el sentido de que ya ha tomado una decisión sobre su candidatura para las generales y que va a culminar, bajo presión de los barones regionales, con su retirada en la primera semana de abril, antes de las elecciones del 22 de mayo.

En otros términos, el plan de ajuste de mayo de 2010, tal como lo gestiona Zapatero, negando que se trate de recortes sociales y prometiendo gracias a él, precisamente gracias a él, (teoría de la 'austeridad expansiva' mediante) la recuperación de la economía española, será el punto de no retorno.

En paralelo a ese plan y al aumento del paro, el PP construye su discurso de que, al ser un programa impuesto por Bruselas a un Gobierno 'no creyente' que lo ha aceptado a su pesar, será un programa parcial, incompleto, que no servirá para mejorar las cosas. Que será necesario profundizar, no sin antes convocar elecciones generales. Y ahora llega esa profundización.

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