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Auge y caída de ETA

ETA es la última organización terrorista que queda en Europa

P. Á.

ETA ha intentado forzar la negociación de cuestiones políticas con todos los gobiernos democráticos, practicando la violencia en España y refugiándose en Francia. Así ha sido al menos desde el final de la dictadura. Durante ella, la banda adquirió pedigrí antifranquista con el asesinato de Carrero Blanco, pero, con la llegada de la democracia, evitó convertirse en una organización política y continuó atentando.

El arranque de la década de los ochenta supuso su periodo más cruento. Mientras, se extinguían grupos que compartían en Europa una parte de su ideario, como la Baader-Meinhof alemana o las Brigadas Rojas italianas.

El paso de los años supuso el crecimiento de la eficacia policial y los continuos golpes a la organización terrorista. Con la detención de la cúpula de Bidart en 1992, se produjo el punto de inflexión de su declive. Después, la banda consiguió reponerse una y otra vez, pero su capacidad operativa nunca fue la misma.

Ya se vislumbraba el fin del siglo pasado y el único espejo en Europa al que todavía se podía mirar, el IRA irlandés, inició su camino de retirada con los Acuerdos de Viernes Santo. Por contra, la última gran oleada violenta de ETA se produjo tras la tregua de 1999, con 25 muertos en los dos años siguientes.

Sin embargo, las operaciones policiales siguieron creciendo en cantidad e importancia hasta someter a la banda a una perenne precariedad operativa. Las cúpulas de la banda cada vez duraban menos antes de ser desarticuladas y las Fuerzas de Seguridad lograban detener a los comandos incluso antes de llegar a emprender sus planes de atentados.

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