Este artículo se publicó hace 16 años.
"Las cámaras trasladan el problema a otros lugares"
Carolina Hernández tiene 32 años. Es una trabajadora del sexo y miembro del colectivo Hetaira. Ejerce en Madrid, en la calle Montera, pero también ha pasado por Villaverde y Casa de Campo. Como el resto de sus compañeras, eligió esa profesión porque quiso. "No me gusta tener jefes y mis horarios me los pongo yo", dice. Esta mujer ecuatoriana, que vive en España desde hace 12 años, tampoco ve con buenos ojos las medidas adoptadas por el Ayuntamiento para controlar la prostitución. "Las cámaras de vigilancia lo único que consiguen es trasladar el problema de un lado a otro; muchas compañeras se han ido a otras zonas", asegura.
Madrid inició su lucha contra la prostitución en 2004, con el Plan Municipal Contra la Explotación Sexual. Desde enero de este año, además, una treintena de cámaras vigilan la calle Montera y su entorno, en pleno centro, con el objetivo también de erradicar el vandalismo y la prostitución.
Sin respuesta del alcalde
"Las cámaras atentan contra la intimidad de las personas. Al Ayuntamiento no le importan estas mujeres, son medidas electoralistas, hemos intentado hablar con el señor alcalde [Alberto Ruiz-Gallardón], pero ha sido imposible", denuncia Carolina.
Dice que gana como cualquier español, para vivir: "Las cifras desorbitadas de las que se habla son una mentira". Y lamenta que se vincule delincuencia a prostitución. "No tienen nada que ver".
Cristina Garaizabal, responsable de Hetaira, secunda su opinión: "Estas mujeres no están cometiendo delitos". Y denuncia los chantajes de los que son víctima: "Te hemos pillado, la próxima vez que vayas a renovar los papeles, ya verás, eso es lo que les dice la policía". La mayoría es extranjera
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