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Una canción de Amaral que Gil Lázaro no olvidará

'Ridiculizó en un debate al diputado del PP aludiendo a Sin ti no soy nada'

ANTONIO AVENDAÑO

Cierta derecha (la más cerril) considera a Rubalcaba demasiado de izquierdas y cierta izquierda (la más severa) lo considera demasiado de derechas. Él quizá se incluiría a sí mismo dentro de una izquierda razonable, posibilista, útil. Y, por supuesto, de una izquierda con los pies en la tierra: en ello residiría tal vez su eficacia para materializar beneficios efectivos para los más débiles, pero en ello también su impotencia para elevarse por encima de sí misma; ahí radicaría su pericia para pactar con la realidad y obtener de ello ventajas para los suyos, pero ahí también su marcada querencia a sacrificar sus convicciones en los insaciables altares de la utilidad. Esa ambivalencia la ha resumido Sánchez Ferlosio con esta frase de resonancias bíblicas: 'El cuidado por conservar el filo de las espadas suplantó todo cuidado por lo que tales espadas juraron defender'.

Pero hay un antes y un después en la biografía política de Rubalcaba. Es el 13 de marzo de 2004, dos días después de los atentados de Atocha, cuando dijo aquella frase grabada con caracteres de plomo ardiente en el corazón de la derecha: 'Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta'. Sin aquella frase Rubalcaba no sería Rubalcaba. Naturalmente, no se la han perdonado, pero es que tienen toda la razón en no perdonársela. Las cosas que dicen de nosotros y son mentira podemos perdonarlas. Podemos incluso perdonar las que son verdaderas, pero lo que no podemos perdonar jamás son las frases dichas sobre nosotros que son demasiado verdaderas.

Ridiculizó en un debate al diputado del PP aludiendo a 'Sin ti no soy nada'

La derecha no ha perdonado a Rubalcaba aquella frase por la misma razón que no ha perdonado a Zapatero sus intentos vacilantes, pero intentos al cabo de restaurar el honor de los vencidos en la Guerra Civil. La razón de ello ya la adivinó el poeta T. S. Eliot: 'El ser humano no puede soportar mucha realidad'. Sin duda tenía razón, quién sabe si demasiada razón, y tal vez por eso en otro lugar nos recordó que 'los hombres viven del olvido'. ¡Si lo sabrán algunos!

Pero su buena fama de parlamentario incisivo y brillante se la ganó definitivamente el 23 de marzo de este año, cuando, a propósito de su enésima pregunta sobre el caso Faisán, Rubalcaba le espetó al diputado del PP y habitual de las tertulias patrióticas de Inter-economía, Ignacio Gil Lázaro, esto que sigue: '¿Qué haría usted sin mí los miércoles? Y, sobre todo, ¿qué haría los miércoles por la noche, cuando pasea por esas tertulias de extrema derecha glosando las infamias que ha dicho en esta Cámara? ¿Qué sería de usted sin mí y sin el caso? Es como la canción de Amaral, Sin ti no soy nada'.

La derecha jamás le perdonará que la acusara de mentir al país sobre el 11-M

Aquel día Gil Lázaro habría querido que se lo tragara la tierra, pues frente al ingenio sólo cabe defenderse con ingenio, y ese no es el fuerte de Gil. Poco después, la Audiencia Nacional revocaría el procesamiento de los tres mandos policiales encausados. Del caso Faisán no quedará nada en la memoria de la justicia, pero sí en la memoria del parlamentarismo. Y no digamos en la de Gil Lázaro, a quien la lectura, por cierto, de las ideas de Eliot sobre el olvido podrían serle de gran utilidad terapéutica.

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