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Carta abierta de Zapatero al príncipe Felipe en su cuarenta cumpleaños

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Alteza:

¿Qué se le puede desear a un Príncipe que se asoma a los cuarenta años? Felicidad, obviamente, como a cualquiera de sus compatriotas. Eso es lo primero. En una monarquía parlamentaria, los monarcas y sus herederos son, ante todo, ciudadanos que viven a la altura de la normalidad.

Usted, como su padre, siempre ha llevado a gala la normalidad, así que me permitirá que, antes que nada, saltemos por encima del protocolo y yo le exprese, de todo corazón, mi deseo de que disfrute de su felicidad personal y de la de su familia.

Cumplir cuarenta años es uno de los momentos importantes de la vida. De pronto, nos encontramos en la edad madura: cambian los horizontes, los compromisos profesionales, la relación con los hijos.

Al felicitarle hoy, estoy felicitando a toda una generación. Su generación, Alteza, la generación posterior a la mía, la generación que ya vivió su adolescencia en democracia y nunca sintió extrañeza de ser europea, una generación de gente extraordinariamente formada, al menos en comparación con la gente que nació ocho, nueve o diez años antes.

Para la mayoría de los jóvenes de hoy, los tiempos frágiles y difíciles de la Transición probablemente no son ni siquiera un recuerdo. La democracia tiene un increíble poder regenerador: no hay nada que un país olvide más deprisa que los tiempos oscuros de la represión y la dictadura.

La España que ha quedado atrás no tiene nada que ver con la España que hoy vivimos ni con la España que tenemos por delante. Su generación disfruta de un país plenamente democrático y libre. Y la libertad y la democracia,  como bien sabe, tienen sus raíces en la tolerancia, en el respeto profundo a la dignidad de todos los ciudadanos. La exclusión no forma ni formará parte del credo ético de esta ciudadanía entre la que usted ha crecido, y con la que usted se ha formado.

La mayoría de los españoles creció disfrutando de una democracia que se iba asentando, al abrigo de la transformación económica que España vivió al entrar en Europa. Usted  y yo, al igual que muchos compatriotas, tuvimos el privilegio de hacernos adultos en una España que empezaba a creer en sí misma.

Hemos madurado en un país que se desperezaba, que se ha acostumbrado a respirar futuro. Usted comparte con los demás ciudadanos la experiencia de que, si se pone la voluntad, si se aúnan esfuerzos, se disfruta del poder de cambiar las cosas. Lo que a mí más me gusta de la política es precisamente eso: su capacidad para aunar esfuerzos, para crear cambios juntando voluntades.

Al tiempo que usted se formaba, España avanzaba. Creo que compartirá con todos nosotros, sus compatriotas, la satisfacción de comprobar que somos ya un país muy cercano al país que deseábamos. Ahora es cuando estamos empezando a mostrar todo el potencial de una economía que acumula quince años consecutivos de crecimiento, y también todo el potencial de una población de 45 millones de ciudadanos. Ahora es cuando estamos demostrando que este potencial puede y debe convertirse en bienestar para todos los ciudadanos y en atención a quienes menos posibilidades les ha ofrecido su origen.

Es el esfuerzo conjunto de la ciudadanía lo que puede modificar y mejorar el destino de un país. Su padre ha sido siempre un hombre comprometido, y por eso los españoles estamos seguros de que su hijo también lo será, cuando llegue su momento.

Don Juan Carlos cumplió hace muy poco setenta años. En su cena de aniversario, como siempre junto a Su Majestad la Reina, se le vio emocionado y consiguió que muchos nos emocionáramos con él. Supongo que, tanto para un político como para un monarca, esa es la medida real del éxito: sentirse plenamente identificado con aquellos a quienes representa.  

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