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Clases de recuperación para conductores resabiados

Los que han perdido puntos del carnet se quejan del regreso a la autoescuela

ANNA FLOTATS

Salen de clase cabizbajos y refunfuñando. Dicen que todo lo que les cuentan los profesores se lo saben de memoria y que ellos no deberían estar allí, en la autoescuela, un viernes por la tarde, repasando lecciones sobre conducción segura. 'El coche es mi vida y yo creo que con el dinero que he perdido en el trabajo por no poder conducir ya he pagado mi error'. Ángel Montoya, de 54 años, es uno de los 20 alumnos que la semana pasada empezaron el curso de recuperación de puntos de la Dirección General de Tráfico en la autoescuela Rayo de Madrid. Le retiraron el carnet hace ocho meses por superar la tasa de alcoholemia. 'En 30 años, jamás me habían puesto una multa, reconozco mi error, pero no es justo que castiguen a todo el mundo igual', protesta durante el descanso. Las clases empiezan a las cuatro de la tarde y acaban casi a las once de la noche. Además del dinero que cuesta el curso (351 euros), a Ángel le fastidia perder horas de trabajo: 'Cuando tienes una familia y una hipoteca, si no te dejan trabajar, te buscan la ruina'.

Los profesores saben que los alumnos vienen enfadados, así que empiezan la clase curándose en salud. 'Los puntos os los habéis quitado vosotros mismos, yo no soy abogado de la DGT', advierte Alfonso Fernández, profesor del curso dirigido a los conductores que se han quedado sin permiso de conducir. La mayoría de ellos tienen muchos años de experiencia al volante y necesitan el coche para trabajar. Por eso les cuesta tanto aceptar el castigo.

Una víctima les cuenta las lesiones que sufrió en un accidente

'Es injusto, yo soy repartidor, estoy subiendo y bajando del coche todo el rato, ¿qué tengo que hacer?, ¿abrocharme y desabrocharme el cinturón cada cinco minutos?'. Luis Mauricio Usiña, ecuatoriano de 28 años, encuentra respuesta a sus preguntas al cabo de media hora. En el vídeo que le ponen en clase, un hombre sale despedido por el cristal delantero del coche, 'como si fuera golpeado por una bola de acero de 1.200 kilos'. '¿Sigues pensando que el cinturón es sólo un incordio? Un gesto, un instante, abróchate el cinturón', remata la voz en off. Los alumnos se quedan impresionados. Tras pasar dos horas 'aburridos', escuchando cifras de accidentes de tráfico y cálculos de energía cinética, las imágenes logran captar su atención.

Cada semana, 60 alumnos ven estos vídeos en la autoescuela Rayo, una de las 214 que imparten los cursos de la DGT en toda España. Los alumnos que han perdido los 12 puntos del carnet tendrán que demostrar lo que han aprendido en un examen. Los que todavía conservan algunos, no. Es el caso de Alfonso (nombre ficticio), taxista de 32 años. Ha perdido puntos por exceso de velocidad, por saltarse un semáforo en rojo y por hablar por el móvil mientras conducía. Este es su tercer curso. 'Te lo sabes todo de memoria, pero siempre aprendes algo nuevo', explica.

Uno perdió el permiso porque su jefe le llamó mientras conducía

En la clase de al lado, la de los infractores que han perdido el permiso de conducir, empieza el debate. 'El mayor enemigo en el coche es el tiempo', sentencia el profesor. 'Sí, el tiempo y el jefe que no deja de llamarte para decirte que ya estás tardando en llegar', contesta J. G., de 39 años, a quien la prisa le robó el carnet y el trabajo.

Los alumnos, hombres en su mayoría que han ido a juicio por la infracción cometida, toman consciencia de la importancia de respetar las señales de velocidad cuando ven que no hace falta ir a 140 kilómetros por hora para tener un accidente. 'En las pruebas de colisiones de coches, los vehículos circulan a 50 kilómetros por hora. Y ya veis como acaban los muñequitos', explica el profesor.

Esa parte, la tragedia posterior al accidente, la cuenta Óscar López. Miembro de la Asociación para el Estudio de la Lesión Medular (Aesleme), Óscar vive amarrado a unas muletas desde hace nueve años. El motivo, un cóctel explosivo: exceso de velocidad sin cinturón. 'Mi experiencia hace reaccionar a los alumnos', asegura. La clave es que, además de escuchar sus lecciones teóricas sobre paraplejia, 'los alumnos pueden ver directamente lo que les puede pasar si siguen siendo imprudentes'.

Aun así, hay quien piensa que esas cosas sólo les pasan a los demás y que lo de perder puntos ha sido 'mala suerte'. Como José Méndez, que sin dejar de reír, en el descanso, cuenta a sus compañeros lo mal que lo pasó cuando le juzgaron por cuadriplicar la tasa de alcoholemia conduciendo el coche de un amigo sin carnet.

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