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Conjurar a los necios

El presidente del Gobierno, se puede dedicar a hacer alquimias, pero sabe de sobra que al final lo que manda es la economía

ERNESTO EKAIZER

Mientras José Luis Rodríguez Zapatero se dirige al comité federal, la cámara de televisión que se posa sobre él también capta a sus espaldas, dos filas detrás, a un hombre con barba, poco pelo, que apoya el rostro en la palma de su mano derecha. La mueve, juguetea con sus dedos, el meñique se le cuela en los labios, mira al frente y hacia abajo, casi siempre con gesto grave.

Es Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior en funciones, con ganas de dejar de serlo definitivamente en el futuro Gabinete que ya, a estas horas, ha comenzado a diseñar el presidente en Doñana, y en el que aspira a ocupar un puesto político alejado de la obsesión diurna y nocturna directa, al minuto, por el terrorismo, la inmigración y los cayucos, la estadística de crímenes, la violencia de genero, la seguridad ciudadana y los accidentes de tráfico todo al mismo tiempo. El ministro está triste, ¿qué tendrá el ministro? ¿Acaso ya no quiere el Palacio? No, sí que mantiene ilusión por él, pero con las alas ligeras.

Rodríguez Zapatero ha dicho ya que quiere gobernar mejor. Esto implica dos cosas en una: un Gabinete más potente que el que ha tenido hasta ahora, parches incluídos, y , en segundo término conectar mejor con el principal partido de la oposición y con los nacionalistas del PNV y de CiU.

En lo que se refiere al Gobierno, la actividad central a corto y medio plazo, es decir, dos años mínimo, debería estar centrada en la lucha para evitar que la crisis financiera mundial combinada con el estallido de la burbuja inmobiliaria española, desemboque en un estancamiento y/o una recesión. Las probabilidades, como pasa con las meigas, haberlas haylas. No es la primera vez que la economía española atraviesa una fase de desaceleración, que puede acentuarse bastante más. Ni será la última.

Si los dirigentes del PP, que han vaticinado el peor de los infiernos económicos por culpa de los socialistas en la todavía fresca campaña electoral, escucharan algunas de las cosas que se dicen por ahí fuera podrían moderarse un poco más. Y no precisamente de gentes que les produzcan asco.

Véase como el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, habló el pasado viernes de la economía al reconocer las dificultades. “En una economía de libre mercado, va haber buenos tiempos y malos tiempos. Tengo confianza que en en el largo plazo nuestra economía continuará creciendo, porque los fundamentos son sólidos”, dijo Bush el día en que uno de los grandes bancos de inversión, Bear Stearns hocicaba ante la ventanilla conjunta del banco central norteamericano y de J.P. Morgan.

Buenos tiempos, malos tiempos. Es la economía capitalista. Hasta Bush lo entiende. Ya veremos si en este país, el renovado liderazgo de Mariano Rajoy le inspira a llevar por la calle de la amargura al próximo Gobierno aplicando en la economía la misma medicina que en los temas del terrorismo y la vertebración de las autonomías. Pero, ahora, lo que importa es lo que vaya a hacer Rodríguez Zapatero.

La columna vertebral del Gabinete, siendo todo lo funcional que se quiera, tiene que ser la economía y los programas sociales. La desaceleración y el estancamiento no se superan con una inyección de 5.000 millones de euros a través de la devolución de impuestos de 400 euros a los asalariados. Es una medida útil, pero si lo que viene es una fortísima caída de la actividad económica, no será más que una aspirina.

Rodríguez Zapatero tiene que hacer de cuenta que no existe nada más importante que la economía. Nada debe apasionarle más. Este país ha experimentado un milagro económico que dura catorce años, inmigración mediante. Y es posible que las bases de ese milagro vayan desapareciendo. Quizá ya nada volverá a ser lo mismo después de esta crisis financiera mundial que todavía tiene largo recorrido y de esta caída de la actividad en España, que no lo tiene menos. Por tanto, la agenda está cantada: reforzar la economía.

Por tanto, Pedro Solbes debería ser el zar de la economía española. Esto quiere decir que los ministerios relacionados con asuntos económicos, sociales y energéticos deberían ser una piña en términos de coherencia y mensajes a los agentes económicos y sociales y los mercados financieros. Ser el zar supone tanto por lo que Rodríguez Zapatero debe reconocer en Solbes (ayer lo volvió a hacer en el comité federal) como por Solbes mismo. Ya lidió con una crisis económica a primeros de los años noventa. Ahora, frente a una crisis muy distinta, debe aportar toda su experiencia y echarle imaginación.

Hay una gran ventaja en esta nueva legislatura. Rodríguez Zapatero entró a la anterior en 2004 con una agenda oculta. No, no va por la retirada sorpresiva de las tropas españolas de Irak el 18 de abril de 2004. Va por la negociación con ETA. En Rodríguez Zapatero acabar por la vía del diálogo era la gran operación. Todos los otros temas fueron, quizá involuntariamente, sometidos al altar de un objetivo mayor. Los españoles han sido indulgentes con el fracaso de Rodríguez Zapatero en ese objetivo. Y ahora ya no existe, ha quedado pulverizado, a pesar de lo que crea María San Gil, que mantiene su agitación sin piedad sobre el fantasma de la negociación después de las elecciones.

Hemos dicho que Rodríguez Zapatero, elevándose por encima de sus errores, se presentó a las elecciones hasta cierto punto no como incumbente palabra que, sin existir en la RAE ,se refiere a aquel que se presenta a su reelección, sino como candidato a su primera elección. Porque había abandonado en la última parte de su mandato buena parte de las cosas que había defendido en la primera, sobre todo, en lo que se refiere a terrorismo. Ello descolocó a un Rajoy que, colgado de la brocha, atacaba al otro Rodríguez Zapatero, ya superado.

Un Gabinete para prevenir la crisis económica y social no es lo mismo que un bombero. Es un gabinete sólido con personalidades muy diferentes a los que ha acostumbrado tratar el presidente. Puede fusionar ministerios, crear nuevas carteras y hacer alquimia. Pero sabe que la legislatura montará a horcajadas de la incertidumbre económica.

El tiempo económico, ¿ anula al tiempo político? No. No existe muralla china. Rodríguez Zapatero ha empezado con buen pie. Ser la columna central en Euskadi al tiempo que el PNV pierde gas no es poca cosa. Porque cómo olvidar al Rajoy de los debates televisivos. “Usted tiene convocado un referéndum de secesión en el País Vasco para el 25 de octubre...”, le espetó.

Si se toma en serio a Iñigo Urkullu ayer, Rodríguez Zapatero ya trabaja en la conjura de los necios. Y Alfredo Pérez Rubalcaba está sólo mientras espera.

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