Este artículo se publicó hace 13 años.
"Correr y caer, así es mi vida"
Dos manteros describen como sobreviven a la presión policial en Barcelona
Lo peor de trabajar de mantero es que no puedo dejar de hacerlo porque no tengo otra cosa". Mbaye nació en Senegal hace 29 años y ahora vende mercancía en las calles de Barcelona. Su único contacto con su país natal son las conversaciones por teléfono que de vez en cuando tiene con sus padres.
Aziz, otro senegalés mantero, decidió dedicar su vida a coser. Tras cuatro años formándose como sastre logró abrir un pequeño negocio en la localidad senegalesa de Mbour. Pero, "como todos los jóvenes de mi pueblo, tenía el sueño de ir algún día a Europa", cuenta. Por eso intentó hasta tres veces entrar por cayuco a España. Dos veces fue deportado, hasta que a la tercera, consiguió entrar. De eso hace ya cinco años. Desde entonces, Aziz no ha vuelto a coger una aguja.
El Ayuntamiento barcelonés ha iniciado una lucha contra el top manta
Los dos relatan para Público como es su trabajo, sometido a las persecuciones policiales. Ambos son conscientes de la lucha contra el top manta que ha iniciado el nuevo Gobierno municipal en Barcelona, pero dicen que no tienen otra alternativa que seguir esquivando a la Policía para mantenerse. "Aguantamos, de momento", dicen. Pero, a pesar de las penurias, ninguno renuncia a la posibilidad de regularizarse y encontrar un empleo.
Día malo, día nuevo"¿Qué me gustaría hacer si pudiese? Cualquier cosa que no sea ilegal", reflexiona Mbaye. Como muchos de sus compatriotas (la mayor parte de vendedores del top manta de Barcelona proceden de Senegal) este joven vive huyendo de la Policía. Así, aprovecha las horas en que se reduce la vigilancia para vender las gafas de sol que compra en un comercio del barrio del Raval. Los días buenos gana 40 euros, pero los malos, cuando le requisan la mercancía, lo pierde todo. "Por un día que me va bien tengo una semana que no", explica Mbaye. Entonces se apoya en otros compañeros. Los que pueden, le prestan el dinero que necesita para poder pagar la habitación que comparte.
"Trabajo en la calle porque es lo que hay", cuenta Aziz, senegalés
"Nos ayudamos entre nosotros", prosigue Aziz, que llegó a España convencido de que iba a encontrar trabajo e iba a ser rico. Este joven ha trabajado en Barcelona como peón, ha recogido pescado en el puerto y ahora sobrevive con el top manta. "Trabajo en la calle porque es lo que hay. No quiero vender drogas, robar, o hacer algo malo", afirma. En su rodilla derecha hay una hinchazón permanente que le ha obligado a realizar un tratamiento que dura ya dos años. Aunque debe seguir corriendo a diario. "Me molesta al doblarla, porque caemos muchas veces. Correr y caer. Correr y caer. Así es mi vida", resume.
El mediadorOmar Diatta trabaja a diario con cientos de senegaleses. "Nadie sabe cuántos son. Ni ellos mismos, ni la Generalitat ni el Ayuntamiento", explica. Como secretario de la Associació Catalana de Residents Senegalesos, trata de buscarles formación. El principal obstáculo que encuentra es que los chicos no quieren ir a clase porque piensan que es un tiempo que podrían estar dedicando a vender. "Me dicen: ¿qué comeremos si vamos a la formación?, ¿quién pagará la habitación?", afirma Diatta.
Ahora, su principal lucha es conseguir una casa de acogida para estos jóvenes. Hasta el momento, Diatta no ha conseguido respuesta del Ayuntamiento y denuncia además que la Administración sólo utiliza a su asociación para "apagar fuegos". "Cuando surge algún problema nos llaman para que hagamos de mediadores. Pero luego no hacen un seguimiento", concluye.
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