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Deja, que yo lo arreglo

Los españoles se aburren tanto con la campaña porque falta la figura del 'outsider'

ANTONIO BAÑOS

Después de leerme las obras completas de Pedro Arriola y mirar el Twitterde Elena Valenciano, y tras una larga reflexión que coincidió con mi siesta, ya sé por qué los españoles se aburren tanto con sus periodos electorales. Falta un outsider. Lo que los romanos llamaban un homo novus. No tenemos a ese político externo al sistema, que viene de la calle, que impugna la politiquería y las miserias del parlamento y que, con su franqueza y sencillez, se gana el alma del pueblo, del que procede. Berlusconi, vamos.

Y es que el sistema de la Transición se diseñó para ser serio y poco dado a aventurismos, ya que, en aquellos años, los salvapatrias menudeaban. Y el país, que siempre ha sido muy dado al héroe salvífico, desde Don Pelayo a Espartero pasando por Iniesta, descubrió en la rutina parlamentaria una especie de placer morboso y burguesón de excitante novedad. Pero tanta calma aburre hasta al más suizo, y vuelven a Europa las voces que reclaman héroes. Son esos tipos del liderazgo, del coaching y esas zarandajas quienes nos predican la necesidad del sacacastañas, que limpie las cloacas del sistema como Hércules limpió los establos de Augías: a golpe de tsunami.

El outsider' conecta con esa porción de épica que todos querríamos vivir

Pero ¿por qué ha sido siempre tan irresistible el personaje del outsider en política? A diferencia de la de un subsecretario, su figura constituye parte de un arquetipo, de un relato mitológico. El del tipo humilde que recibe la llamada a salvar el reino, conoce a un maestro, pasa por un momento de soledad y zozobra y, al final, vence al mal y salva a su pueblo. Eso es lo que en antropología se conoce como: 'El camino del héroe'. Una ruta que enlaza con las biografías de la mayoría de los 'fuera del sistema': De Chávez a Morales y de Sarah Palin a Obama.

El outsider conecta con esa porción de épica que todos querríamos vivir al menos una vez. La sensación de que 'estavez será diferente' o de que 'estamos haciendo historia'. Por supuesto, esos deseos populares de trascender la normalidad pueden dar resultados diversos, según tengamos la cartilla de ahorros. En tiempos abundantes, la cosa puede salir bien, como en el caso de Kennedy. Pero en tiempos de crisis, esa figura proteica que viene a barrer las telarañas del sistema suele adoptar una forma menos amable. Es el 'cirujano de hierro', tipo frecuente en la Europa de los veinte y los treinta y que ahora podría retornar al calor de la recesión.

El valor del outsider reside en la promesa, no en la experiencia. Como escribe Joseph Cambell en el imprescindible El héroe de las mil caras: 'Un héroe mitológico es el campeón no de las cosas hechas, sino de las cosas por hacer'. Trae una visión pandillera de la razón de Estado, una furia adolescente contra los padres de la patria. El outsider prospera pues, en los países que se sienten chochos y necesitan rejuvenecerse. Que quieren ser más marchosos que responsables, como la Italia de después de la Democracia Cristiana o la Venezuela de la IV República. En EEUU, país juvenil, el argumento del candidato outsider que llega a la Casa Blanca ha sido abordado centenares de veces y por eso hemos tenido que tragar en casa, algún domingo por la tarde, con presidentes como Eddie Murphyo Robin Williams. Pero ¿y aquí? ¿Será que la España democrática aún se siente joven como para recurrir a los encantos de un 'candidato del pueblo'?

Es una figura que prospera en los países que se sienten chochos

No lo sé. Pero, cuando alguiense lanza a la arena política fuera de la lumbre y la sopa caliente de los partidos, es tan sólo por evitar problemas legales o pufos empresariales. Ruiz-Mateos, Gil y Gil, Mario Conde y, de forma más modesta, Joan Laporta, han sido, hasta hoy, nuestros más destacados 'candidatos de la calle', aunque con un éxito temporal. Visto cómo está el patio de aburrido, animo a todo promotor inmobiliario en quiebra, trilero financiero pillado en falso, o incluso miembros de la nobleza recientemente registrados, que presenten candidaturas populistas e imposibles. Porque,ya que nos intervienen, nos suben la prima de riesgo y nos ven como un país de circo, al menos tengamos payasos que mostrar al mundo.

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