Este artículo se publicó hace 14 años.
El fin del "imperio" de Christy
Así se desmanteló la red que el jefe de la mafia irlandesa montó en la Costa del Sol apoyado en una mujer española
"Es el fin del imperio". El pasado 25 de mayo el miedo se instalaba en la filas de la mafia irlandesa. Su máximo jefe, Christopher Kinahan, Christy, de 53 años, era detenido en Estepona (Málaga) junto a sus hombres de confianza. Uno de ellos aún tuvo tiempo de hacer una última llamada para compartir su temor sobre el fin de "imperio" de Christy.
Con la captura del padrino irlandés, los agentes del Grupo XXIII de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía ponían un broche de oro a la operación Shovel, un amplio dispositivo en colaboración con Reino Unido, Irlanda y Bélgica que ha durado dos años y que desembocó aquel día en la detención de 32 personas 20 de ellas en la Costa del Sol.
Negocio Nexo, con oficinas virtuales, era el centro de su trama empresarial
Sin embargo, como delataba la llamada del hombre de Christy, la importancia de la misma no estaba tanto en el número de arrestados, sino en la presencia entre los detenidos de Kinahan, considerado por la policía de media Europa como el mafioso más importante del viejo continente, y sus lugartenientes. De hecho, los informes aseguraban que su organización controlaba gran parte del tráfico de drogas y de armas a gran escala.
Y todo lo hacía desde Estepona, donde se había instalado en 2009, tras huir de una condena a cuatro años que le había impuesto la justicia belga por blanqueo de dinero. La elección de España como refugio no fue casual. Cuando aterrizó en la Costa del Sol, su organización ya tenía una compleja estructura montada. Sus dos hijos mayores, Daniel y Christopher Junior, se habían instalado en la zona en 2002, y poco a poco habían traído a sus hombres.
A partir de esa estructura, Kinahan, que se licenció en sociología en prisión y habla seis idiomas, terminó de crear un complejo entramado de sociedades a través de las cuales se dedicaba a su negocio más rentable: el blanqueo de dinero para él y para otros mafiosos a los que ofrecía sus servicios. Una red en cuya creación jugó presuntamente un papel clave una treinteañera española: Alexandra García.
Una bronca con su pareja estuvo a punto de retrasar la operación policial
Según las pesquisas, esta joven madrileña también detenida empezó como secretaria y traductora para los mafiosos irlandeses y terminó encargándose presuntamente de constituir las sociedades de la trama. Ella, que mantenía una relación sentimental con uno de los hombres de Kinahan, contactaba con los abogados para darles las instrucciones sobre la creación de las empresas hay cuatro letrados arrestados y acudía a las notarías a plasmar su firma.
Ella daba la cara. En la sombra, todo era dirigido por Kinahan, quien acudía cada mañana a su oficina en un chalé situado cerca de su domicilio. En su segunda planta pasaba horas delante de su ordenador portátil. Nada en el edificio indicaba que allí hubiera ninguna empresa, pero ese edificio, según las pesquisas, era la sede real de Negocio Nexo, la firma que, a través de oficinas virtuales, movía todas las finanzas del grupo mafioso.
Inversiones en carbonoUna bronca con su mujer estuvo a punto de retrasar la operación policial
En los últimos tiempos, Kinahan, que posee seis complejos hoteleros en Brasil, había dejado a un lado el ladrillo para blanquear dinero. Ahora invertía en exportaciones de azúcar, energías renovables, telecomunicaciones... Sus viajes al extranjero, para lo que utilizaba media docena de pasaportes falsos, eran habituales. Y en algunos países llegó a codearse con altos funcionarios gubernamentales para conseguir contratos en obras públicas. "Planeaba crear fundaciones caritativas y de invertir en cooperación como un modo de ganar prestigio", señalan fuentes policiales.
Una dedicación a los negocios que no le había hecho perder su control sobre otros grupos mafiosos. "En el crimen organizado hay capos y supercapos. Kinahan estaba por encima de todos ellos", señalan fuentes policiales, que ponen como ejemplo de su poder un encuentro celebrado en diciembre de 2009 en Dublín. Christy organizó entonces una velada de boxeo a la que invitó a los máximos responsables de la gran delincuencia en el viejo continente para recriminarlos el aumento de ajustes de cuentas. "Si matáis gente, la policía estará encima de vosotros. Si está encima de vosotros, yo no puedo trabajar" fue su mensaje. Las muertes violentas cesaron inmediatamente.
Kinahan, que solía despedirse de sus interlocutores con un God bless you!, (Dios te bendiga, en inglés), era un obsesionado de la seguridad. Nunca compraba teléfonos móviles en España, donde hay que identificarse al hacerlo, sino que los traía "por cajas" desde Reino Unido. Luego los utilizaba una o dos veces para dar órdenes y se desprendía de ellos, para que no se pudiera seguir su rastro. De hecho, cuando la policía desmanteló su organización, encontró cerca de 300 móviles y centenares de tarjetas prepago de telefonía listas para ser usadas.
Incluso, llegó a comprar un pub en Estepona, el The Auld Dubliner, y lo dotó de todas las medidas de seguridad para poner mantener las reuniones con sus hombres sin ser controlado por la policía. Christy, que siempre pagaba en efectivo, tampoco tenía casi propiedades a su nombre, salvo el apartamento en Estepona en el que vivía junto a su esposa y una participación en una empresa a través de la cual adquirió la casa de la Costa del Sol en la que vivía su mano derecha, John Cunningham. "Esos fueron algunos de sus errores. Había empezado a creerse intocable y ni se molestaba por cambiar de domicilio", aseguran fuentes policiales.
Sin embargo, el cerco policial al que era sometido gracias a estos errores estuvo a punto de venirse abajo en el último momento. El domingo antes de su arresto, los policías que lo vigilaban vieron cómo abandonaba por sorpresa su domicilio. Se dispararon todas las alarmas ante el temor de que un soplo le hubiese alertado. Todo quedó en un susto. Christy se fue al chalé que ocupaba uno de sus lugartenientes, el británico de origen indio Jasvinder Kamoo. Una discusión hogareña con su mujer le había llevado a abandonar el lujoso apartamento donde residía. Dos noches después, era detenido. "Es el fin del imperio" anunciaba poco después uno de sus hombres.
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