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Los derechos de todos

MARIA LUISA CAVA DE LLANO

Evelyn, Ribka, Khalil y Abdul, pero también Antonio y María. Extranjeros pero también españoles vinculados a mujeres y hombres de diversas nacionalidades protagonizaron las quejas recibidas en la Oficina del Defensor del Pueblo en 2010. En total, casi 2.000 expedientes.

Naciones Unidas proclamó el Día Internacional de las Personas Migrantes hace ya diez años consciente del cambio que se estaba produciendo en el mundo. A unos les tocó el papel de emisores y otros hemos adoptado el de receptores. No hace tanto que nuestro rol era otro. La realidad es que estas miles de personas que han tenido que dejar sus países de origen se han integrado en nuestra sociedad, y no podemos obviar que gozan de derechos y obligaciones.

Muchos de los recién llegados han creado familias en las que conviven diferentes nacionalidades. Por eso, se ha convertido en algo habitual recibir un escrito de, por ejemplo, María denunciando la detención de Khalil sobre el que planea una orden de expulsión a pesar de tener fecha para casarse con ella. O la carta de Antonio reclamando un visado para Evelyn, a la que conoció en un país del Caribe y con la que pretende iniciar una vida en común en España.

Los nombres son ficticios pero las historias son reales y, ante sus casos, la oficina que ahora dirijo, pero a la que pertenezco desde hace diez años los mismos que cumple este Día de las Personas Migrantes que hoy celebramos, emite sugerencias y recomendaciones a las Administraciones para intentar solucionar sus casos.

Este año, los protagonistas de las anteriores historias han conseguido resolver sus problemas, al menos los que motivaron que se dirigieran a esta Defensoría, pero no todos tuvieron un final feliz. En ocasiones, no ha habido base jurídica o no hemos llegado a tiempo y, a pesar de que se aceptaron nuestras sugerencias, los afectados estaban ya demasiado lejos como para conocer ese final feliz.

Son casos como el de Ribka, presunta víctima de trata que fue expulsada antes de que la burocracia pudiera resolver su caso, o el de Abdul, aún pendiente de que se conceda la reagrupación a su hijo menor, cuya desgracia fue cumplir los 18 años cuando aún no había concluido su proceso de autorización de residencia y el de su madre. Un caso que la ley prevé resolver en tres meses y está a punto de cumplir tres años.

Evelyn, Ribka, Khalil, Abdul, Antonio, María... extranjeros y españoles a los que el destino de sus nuevos conciudadanos les importa tanto como el suyo propio.

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