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Deslizados por la ciudad

Patines en línea, monopatines y patinetes de dos y tres ruedas revolucionan el desplazamiento urbano

ANNA FLOTATS

Por la adrenalina de la velocidad, por la sensación que produce desplazarse sin poner un pie en el suelo, o simplemente porque es un deporte barato. Dan igual los motivos. Sea como sea, patines, patinetes y monopatines de todo tipo están conquistando el asfalto de muchas ciudades españolas. La bicicleta ya no es el único medio de transporte ecológico y saludable. Ocio, deporte y desplazamiento pueden ir de la mano sobre patines en línea, longboards, skateboards y trikkes (patinetes de tres ruedas), que son la última moda en el mundillo del 'deslizamiento', como dicen los expertos.

Lander Sánchez es uno de ellos. Este guipuzcoano de 43 años afincado en Madrid cuenta que su pasión es 'buscar las olas del asfalto'. Y habla casi en sentido literal. Alguien le prestó el primer monopatín cuando tenía 12 años, en Zarautz, y poco tiempo después descubrió el surf. Practicó este deporte asiduamente hasta que el trabajo y el amor lo llevaron a Madrid. Ahora, los saltos, los giros y los derrapes que hace en monopatín por la capital son un 'sucedáneo', dice, de su añorado baile con las olas. 'Me atrae el mundo del deslizamiento, me gusta la sensación que produce la velocidad y el control de los obstáculos que van apareciendo por el camino', cuenta Lander, que asegura que el monopatín 'engancha' porque es 'una muy buena forma de desplazarse y divertirse'.

El patinaje engancha porque es barato, fácil, accesible y se puede practicar todo el año

Él patina solo, con amigos (los primeros que hizo en Madrid fue gracias al monopatín) y con su hijo, a quien ha trasmitido la pasión por el movimiento sobre ruedas. Lo que más le gusta es deslizarse por el paseo de la Castellana los domingos por la mañana. Desde la plaza de Castilla hasta Cibeles, por el carril bus. 'Recorremos muchos kilómetros sin poner un pie en el suelo, y como no hay tráfico, es una delicia', explica.

En Madrid, aun así, hay muchos espacios libres de coches para practicar. La cuesta de Moyano, el Retiro, el Parque del Oeste y el recién remodelado Madrid Río se llenan los fines de semana de aprendices y expertos del deslizamiento. Asociaciones como el Club de Patinaje Impulso Urbano imparten clases y ofrecen rutas por la ciudad. Mariano Girón lleva siete años enseñando a patinar. 'Empecé en esto para reivindicar un patinaje más urbano, el free skate, que no está reflejado en campeonatos oficiales', cuenta este profesional, que desde 2008 imparte clases en Impulso Urbano a cerca de 150 personas. En la cuota que pagan los alumnos (35 euros mensuales o 90 trimestrales) están incluidas rutas de 45 minutos por Madrid que se suelen hacer los fines de semana. 'La gente se engancha al patinaje por la sensación de libertad que genera el deslizamiento', argumenta Mariano, quien señala, además, que 'moverse con patines ofrece una perspectiva distinta de espacios cotidianos' .

En Impulso Urbano el número de alumnos ha crecido últimamente, señala Mariano. Igual que ha sucedido en la Escola de Patinatge de Barcelona, que tiene 15 años de vida. Maria Antònia Pla, coordinadora y profesora de este centro, cuenta que el perfil de alumnos ha cambiado: 'Antes sólo venían niños y ahora son minoría. Hay muchos jóvenes y adultos', destaca Maria Antònia, que también pone en valor la parte deportiva del patinaje, ya que hay alumnos que lo practican como deporte, para mantenerse en forma.

Lander Sánchez, surfista y 'skater', patina en Madrid 'buscando las olas del asfalto'

¿Pero por qué engancha tanto el patinaje? Maria Antònia lo tiene claro: 'Es un deporte barato [unos patines cuestan alrededor de 150 euros], se practica en la calle, al aire libre, sin horarios y en cualquier época del año, se aprende rápido y, además, propicia la interacción con otras personas'. La faceta social es algo que destacan todos los patinadores, profesionales y amateurs.

'Empecé a patinar solo y en seguida hice amigos, sobre todo gente joven que solía patinar por la misma zona que yo. Se organizan muchas salidas y rutas, existe una comunidad muy grande', cuenta Emilio García, que se compró un patinete hace cuatro meses y empezó a practicar en las cuestas de Madrid Río. El urbanismo de la ciudad, con grandes avenidas pero muchas calles estrechas, hace que Madrid sea 'patinable, pero no tanto como Barcelona', apunta Mariano. En la Escola de Patinatge de Barcelona reconocen, además, que el buen clima y las escasas lluvias de la ciudad propician este tipo de actividades al aire libre, incluso en invierno.

'Ir sobre ruedas da una perspectiva distinta de espacios cotidianos', dice un profesor

'También tratamos de inculcar a nuestros alumnos un estilo de vida saludable; está muy bien salir de trabajar, dar una vuelta con los patines, cenar y dormir', cuenta Maria Antònia, que explica por qué está aumentando el número de aficionados de este deporte: 'La gente ve a alguien patinar y piensa, si él puede, yo también'. Por eso se animan'. En la Escola de Patinatge, la matrícula cuesta 25 euros y cuatro clases al mes salen por 40 euros.

Los patinadores en línea y los que desafían las cuestas en monopatín (skateboard o longboard, en función del tamaño de la tabla) comparten rampas ahora con una multitud de nuevos artilugios: sobre todo, variaciones del clásico patinete. Los hay eléctricos y también de tres ruedas. Cada vez es más habitual ver a gente encima de estos medios de transporte alternativos y ecológicos que se están haciendo un hueco, no solo como deporte de fin de semana, sino también como medio de transporte para todos los días.

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