Este artículo se publicó hace 12 años.
Enésima prueba de fuego para los sindicatos
El 14-N es un nuevo examen para las organizaciones que representan a los trabajadores, de las que se cuestiona su credibilidad y su capacidad para aglutinar el descontento social. Si el paro triunfa, coinciden algunos expertos, el Gobierno se ver&aacut
El argumento parece trillado. Pero no por eso deja de ser verdad. La huelga general programada para el 14-N es "la más necesaria" de la historia de la democracia española, arguyen sus convocantes, aunque también "la más difícil de hacer". Lo cierto es que nunca tantos trabajadores tuvieron tan complicado ejercer este derecho, ya sea por su frágil situación en las empresas o porque perder un día de salario pone en serio riesgo el balance del hogar en un contexto de grave crisis económica. Ya lo dijo el líder de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, días antes de que tuviera lugar el único paro general al que se enfrentó el socialista José Luis Rodríguez Zapatero: "Lo extraño sería que la gente nos aplaudiera por convocarla. Una huelga general es una gran putada, es la constatación de un fracaso".
En medio de este contexto de regresión del Estado social, los sindicatos de clase se han erigido como el "último baluarte" frente a un "un tsunami imparable que amenaza con arruinar el modelo de convivencia". La representación de las organizaciones mayoritarias en los centros de trabajo es innegable, pero ¿qué ocurre en la calle? Las centrales no han quedado al margen del desencanto creciente con el que los ciudadanos miran a las instituciones. Desde CCOO y UGT asumen, además, que el acuerdo de pensiones que firmaron con el PSOE en la Moncloa les ha pasado factura. Además, aunque tuviera que soportar una huelga y varias grandes movilizaciones, muchos les han echado en cara que fueran demasiado blandos con el expresidente Zapatero.
Con la sensación de estar siempre en tela de juicio –especialmente por los partidos conservadores y una beligerante derecha mediática–, los sindicatos se enfrentan este 14-N a un enésimo examen de su credibilidad y su capacidad para aglutinar el descontento social una vez que movimientos alternativos como el 15-M, recibidos con sorpresa y cierta preocupación en estas organizaciones, parecen haber perdido músculo. "No es un problema de lo que nos jugamos nosotros, sino de lo que se juega la sociedad, que no es nada más y nada menos que el Estado social por el que hemos luchado durante tantos años", resume Ramón Górriz, secretario de Acción Sindical de CCOO.
"El problema no es lo que nos jugamos nosotros", dicen en Comisiones Obreras
El catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Autónoma de Barcelona Eduardo Rojo Torrecilla reconoce que las centrales asumen "un reto importante" este 14-N, aunque recuerda que la "credibilidad" se gana "cada día" en los centros de trabajo con propuestas concretas de actuación. Desde la Universidad de Oviedo, la catedrática de Derecho del Trabajo Carolina Martínez Moreno asegura que los sindicatos llevan "mucho tiempo" jugándose su prestigio y señala que, en este contexto, su papel está "debilitado" tras el "fracaso" del diálogo social en la etapa de Zapatero con la aprobación de una reforma laboral muy forzada por presiones externas. "Aunque lo fueron, los sindicatos ya no son los actores principales. Les queda el papel de canalizar, de manera institucional, el malestar social a través de los medios de acción sindical más ligados al conflicto", señala esta docente.
Si el paro fracasa, coinciden los expertos consultados por Público, las organizaciones que representan a los trabajadores quedarán tocadas. "Si la huelga sale mal, los sindicatos se desgastarán y se pondrá en evidencia que su capacidad de movilización no es la que les gustaría. Esto será utilizado por la derecha para mantener su política de ataques", señala Joaquín Aparicio, catedrático de Derecho del Trabajo en la Universidad de Castilla-La Mancha. Joaquín Pérez Rey, profesor de este mismo centro, señala que más allá de los indicadores perceptibles que miden el grado de seguimiento de una huelga (descenso el consumo de energía, seguimiento en la industria o movilización en las grandes ciudades), determinados medios de comunicación puedan manipular el sentido de la convocatoria. "Uno tiene la sensación de que los titulares del día de la huelga ya están redactados. Parece que la protesta sólo se visibiliza cuando es violenta", lamenta.
Pero, ¿qué ocurrirá si, tal y como vaticinan CCOO y UGT, la movilización es seguida por la mayoría de los trabajadores? "Se renovaría la legitimidad de los sindicatos y les reforzaría como institución, pero tendría escaso reflejo en el cambio de políticas", dice Martínez Moreno. Sin contemplar un escenario de fracaso, los líderes sindicales se muestran confiados en que esta huelga haga recapacitar a Mariano Rajoy sobre unas políticas que, aseguran, sólo generan "más empobrecimiento y más desigualdad" y le anime a estrechar lazos con las organizaciones de representación de los trabajadores.
"Tras la huelga, sería razonable que Rajoy apostara por el diálogo social", señala UGT
Toni Ferrer, secretario general de Acción Sindical de UGT, considera que apostar por el diálogo social sería lo "razonable". "Sin embargo, el Gobierno no siempre se ha guiado por este tipo de criterios. Ya conocemos sus tics autoritarios", señala. Górriz, su homólogo en CCOO, es más tajante: "El Gobierno, más pronto que tarde, tendrá que sentarse a negociar".
En cualquier caso, los analistas coinciden en que es al presidente del Gobierno al que le toca mover ficha tras la segunda huelga general a la que se enfrenta en ocho meses y en un clima de hostilidad con los agentes sociales. "La sola convocatoria ya es un desgaste para el Ejecutivo porque evidencia que una parte de la población no aprueba sus medidas. Tiene un coste político que debilita a Rajoy en Europa", asevera Aparicio. "Esta huelga supone un fracaso del diálogo social, un activo de primera importancia para lograr una relaciones laborales que se adapten y adecuen a las nuevas realidades económicas y sociales", sostiene, por su parte, Rojo Torrecilla.
Lo cierto es que Rajoy sólo ha recibido en una ocasión a los líderes de CCOO y UGT desde su llegada a la jefatura del Ejecutivo. Toxo y Méndez enviaron en su día hasta tres misivas a Rajoy para pedirle que abriera un proceso de diálogo social después de que el Gobierno aprobase la reforma laboral sin negociarla con las fuerzas sindicales. El encuentro tuvo lugar el pasado verano en el Palacio de la Moncloa. Los sindicalistas habían sido recibidos semanas antes por la canciller alemana, Angela Merkel, que accedió a encontrarse con ellos en Berlín. "Dejar al margen a los sindicatos tiene un coste que el Gobierno no se puede permitir durante mucho tiempo", advierte Pérez Rey.
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